Kim Ghattas, una periodista libanesa, de la BBC, que fue la corresponsal de ese medio en el Departamento de Estado, escribió un libro sobre la gestión de Hillary Clinton a cargo de la política exterior. (The Secretary. A Journey with Hillary Clinton from Beirut to the Heart of American Power, Picador, Nueva York, 2013). Hasta que ella fue designada, todos los anteriores corresponsales de la BBC habían sido británicos, y además ella era la única no occidental del grupo de periodistas que acompañaba a Hillary en sus viajes. De hecho, ella solo cita a medios anglosajones y franceses (la agencia AFP) viajando con la Secretaria.
En su libro permanentemente recuerda su experiencia de vida en El Líbano, marcada por la invasión de Siria en octubre de 1990, la que puede haber recibido el visto bueno entonces de los Estados Unidos. La periodista tiene una duda profunda e hiriente sobre el rol de Estados Unidos en su país, y le toca acompañar durante cuatro años a la Secretaria de Estado y seguir muy de cerca cómo es que efectivamente se produce la toma de decisiones del país más influyente del mundo. Es posible que cada vez más en los libros de periodistas, su cobertura de los asuntos públicos se describe en forma muy entrelazada con la historia personal. En este mismo blog comentamos hace poco el libro del periodista mexicano-estadounidense Alfredo Corchado.
Durante esos años (2008-2013), la estrella era el blackberry y las incipientes redes sociales. Hillary deseaba instalar una política exterior de diplomacia pública, donde sus viajes buscaran una conexión fuerte con las sociedades a las que visitaba, más allá de sus relación con los líderes. Esto incluía varias entrevistas durante el viaje, tanto a los periodistas que llevaba en el avión, como a los locales de los países a los que visitaba. Es notable la descripción de las discusiones de Hillary con los periodistas pakistaníes (p. 86-88) que la funcionaria pudo haber evitado pero no quiso, pues era su objetivo tratar de cambiar la percepción que ellos tenían de los Estados Unidos. Por eso, comenzaron a trabajar activamente en las redes sociales, llegando a tener un equipo de ciento cincuenta personas dedicadas a los nuevos medios (p. 288). Hillary buscaba consolidar un «smart power»(Joseph Nye) (p. 11). Y ese smart power hay que construirlo con la enorme aceleración que sufrió el ciclo de las noticias, lo que hizo que los comentarios de política exterior sean más frecuentes y menos formales de lo que eran hace unos años (p.44). También hay más funcionarios que están hablando y eso genera un estándar alto de incoherencia e inconsistencia en las políticas exteriores.
La rutina de un periodista acreditado en los viajes oficiales los hace formar parte de lo que llaman una «bubble», que dificulta mucho el contacto con el país que visitan. (p. 31)
Los acuerdos de los periodistas con los funcionarios son:
-«on background»: se pueden usar los comentarios de la fuente, y se atribuyen, por ejemplo, a «senior officials».
-«deep background»: Se pueden usar los comentarios de la fuente, pero sin atribución ninguna.
– «off the record»: no se pueden citar los comentarios, solo para contexto. (Con ese acuerdo les hablaba Hillary en el avión a los periodistas)
A Hillary le tocó la bomba de los wikileaks, y se dedicó a llamar a los líderes de los países para pedir disculpas y tratar de controlar daños (incluyó una «apology tour», p.202). En la visión de Ghattas, los cables revelan más incoherencia de discurso público y privado en los otros países, que en Estados Unidos, y por eso no lo ve como un gran daño. En general, el libro es más bien pro-Hillary.
También le tocó la primavera árabe, y vio desde esa bubble como los acontecimientos de Túnez tomaron de sorpresa a las principales potencias, y sus siguientes coletazos y terremotos en Bahrein, Egipto, Libia y Siria. Aquí surgía una agenda que los periodistas tenían, y que puede haber influido en la política exterior en alguna medida.
En varios de los relatos de Ghattas, los periodistas no preguntan sino que interpelan a los funcionarios, en función a una agenda liberal. Sin duda, ese es un factor tenido en cuenta por los funcionarios al diseñar su política. Saben qué preguntas/interpelaciones les van a hacer los periodistas, y quizás sesgan sus decisiones para dar respuestas más amables a los periodistas. Uno de los mejores ejemplos de esto es cuando Ghadaffy está más violento que nunca y está bombardeando a sus disidentes. Los periodistas interpelan al Departamento de Estado para que intervenga militarmente, y cuando finalmente lo terminan haciendo, los cuestionan por haber empezado una tercera guerra, después de que se querían ir de Iraq y Afganistán.
Es un buen libro para entender una parte de la política exterior. Pero falta bastante de lo que tiene que ver con el rol de los militares y los servicios de inteligencia en esa tarea.