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Obama y el periodismo (II)

Una tierra prometida. Barack Obama. Debate, Buenos Aires. 2020.

OBAMA CREE QUE EL PERIODISMO AYUDÓ A AFLOJAR LOS GUARDARRAILS

Para Barack Obama el rol del periodismo en la política ha sido un tema de gran importancia. Casi se podría hablar de una visión Obama sobre el periodismo, que tiene muchos puntos de coincidencia con lo que piensan muchos políticos del mundo, más allá de su diferente orientación ideológica. La importancia del periodismo para un presidente de Estados Unidos es enorme, tal como se desprende del primer tomo de Memorias del presidente Obama. Las acciones de la prensa como desencadenantes de procesos políticos, de condicionantes o incentivos para tomar determinadas decisiones.

Con su anterior libro, hace once años, también habíamos señalado algo similar: https://periodismoydemocracia.wordpress.com/2010/07/07/obama-y-el-periodismo/

Durante estas memorias se nota la centralidad de la prensa en sistema político estadounidense. Entre otras cosas, las campañas electorales necesitan dinero y ese dinero se usa en gran medida para hacer avisos en televisión y en las redes. Si no se llega a un mínimo escalón de visibilidad a través de esos mecanismos, prácticamente no hay campaña posible. Influir desde los medios se convierte entonces en una precondición de una carrera política. Las campañas de recaudación de fondos, de acuerdo a la descripción de Obama, es sobre todo un mecanismo para adquirir un capital de visibilidad mediática clave.

Obama, como cualquier político astuto, conoce a los periodistas y los puede predecir.

En su campaña política en Chicago y, sobre todo, cuando fue senador federal en Washington, fue hábil para aprovechar su singularidad de ser el único senador afroamericano, lo que le dio una visibilidad tal que lo empujó a la puerta de la candidatura presidencial. Durante su presidencia también intentó gestionar las primicias. E incluso en las cumbres internacionales supo amenazar a líderes de otros países con hacer declaraciones a la prensa para dañarlos. También entiende a la prensa como un factor fundamental para generar los consensos sociales que  pueden promover su agenda.

Apenas llegó a la Casa Blanca se dio cuenta que en toda salida suya –pública o privada- habría una van provista por el gobierno con periodistas y fotógrafos que lo seguía. El trato era que él sacrificaba su vida privada a cambio de que sus hijas quedaran afuera del asedio mediático, algo que parece haberse cumplido. Por supuesto en el Air Force One hay un lugar para catorce periodistas y siempre estaban.

Obama describe una transformación de la política democrática que es en gran medida impulsada por el nuevo ecosistema mediático. El debate público finalmente llevó que como dice Obama “las viejas normas ya no valían”. A lo que Obama agrega la expansión de los canales de noticias de 24 horas. De alguna forma, dice, hay una gran incompatibilidad entre las negociaciones de trastienda y los canales de 24 horas. El movimiento del Tea Party nació cuando había todo un ecosistema informativo y periodístico conservador que antagonizaba con la agenda de Obama a niveles extremos. El ve una “prensa de derechas cada vez más nativista” (746). Había un sector importante de prensa que estaba dispuesto a difundir y promover información falsa y un estilo agraviante. A eso se refiere Obama cuando dice que “si en otra época hubo guardarrailes que marcaban los límites del discurso político aceptable estos llevaban ya mucho tiempo derribados” (816). Y no era solamente Trump quien “entendía que daba igual si lo que decían era cierto o no”. Obama dice que el liderazgo del Partido Republicano actuaba de la misma forma (817). Esa forma de instalar mentiras, que la forma de funcionar de la prensa difundía, incluso la que no era republicana, llevó a que casi el 40 % de los que simpatizaban con los republicanos pensaban que Obama no había nacido en Estados Unidos (816). El equipo de Obama pensó que los medios finalmente se cansarían de “la obsesión de Trump con mi nacimiento”, pero ”los programas de la televisión por cable dedicaban extensos apartados a Trump y sus teorías” (828). En un momento, enojado, y contra la opinión de su equipo, Obama declaró: “no podremos resolver nuestros problemas si nos atraemos con distracciones secundarias y charlatanes de feria….me dirijo a la gran mayoría del pueblo estadounidense, y también a la prensa.  No tenemos tiempo para estas estupideces. Tenemos mejores cosas que hacer” (829).

Y, por supuesto, Obama vivió un continuo crecimiento de una prensa opositora cuyo eje era Fox News, de Rupert Murdoch, y que se extendía a locutores de radio y blogueros muy populares en muchas de partes de Estados Unidos. Ese bloque de medios sembrando y cosechando un crecimiento de un imaginario conservador muy crítico de Obama y sus políticas, el que luego produciría a Trump.

Como todos los años, en la cena anual de los corresponsales de la Casa Blanca se invita al presidente y en el 201x fue Obama y estaba Trump entre los invitados. Obama hizo muchos chistes sobre Trump y los periodistas se reían cómplices. “Trump era un espectáculo y, en el Estados Unidos del 2011, eso era una forma de poder”. Por eso Obama sabía que “los mismos periodistas que se reían de mis bromas seguirían dedicándole tiempo en antena; sus directores matarían por tenerlo sentado a su mesa. Lejos de verse condenado al ostracismo por las conspiraciones que había difundido, era más relevante que nunca” (838).

Pero Obama no solo cuestiona a los medios conservadores sino que, también a los que podrían tener una afinidad con su gestión, los acusa de tener una práctica profesional que evitaba reconocer las mentiras explícitas con las que se lo acusaba. Eso es lo que llama el “moderno estilo de cobertura de las noticias”; y dice “fui víctima de la línea que separaba a las noticias del entretenimiento. Nunca se plantaron ante Trump…esos periodistas no le daban credibilidad a las denuncias de Trump, pero se repetían sin pausa en sus medios….”y cuanto más oxígeno les daban los medios, más dignas de crédito parecían” (816). El periodismo de Estados Unidos ya había debatido esto hace sesenta años, durante las acusaciones del senador Joe McCarthy, que dio origen al macartismo. Y eso solo fue interrumpido cuando los periodistas resolvieron refutar en vivo a quienes hacían las acusaciones, como hizo el célebre periodista Ed Murrow ante el propio senador en un recordado programa de televisión. Esta actitud del periodismo mainstream frente a Trump otra vez volvió a ser aprovechado para darle vigencia a mentiras insostenibles.

Su catálogo de críticas al periodismo es el siguiente:

  1. Las “las objeciones triviales” pueden convertirse en el eje de la discusión de una política pública.
  2. Se refiere a “las típicas preguntas de un periodista” que piden acortar los procesos decisorios (“cuantas personas más van a tener que morir para que se resuelva”), que ponen el foco en algo trivial y se oscurece una política pública, algo que se agravaba en las cumbres internacionales donde los detalles rápidamente adquirían más impacto que el contenido de la cumbre.
  3. El llamado backstage journalism es el que se espera que revele las negociaciones de “trastienda” entre los legisladores, pero eso parece sacar toda legitimidad a acuerdos políticos que sirven para sacar leyes importantes. Estas negociaciones de trastienda son típicas del Senado donde la mayoría republicana era la dominante durante su gestión.
  4. Cierto cansancio también de los medios a recibir explicaciones de los presidentes como si ese “tono profesoral” molestara a la prensa.
  5. Describe una lógica de creciente hostilidad de la prensa con un gobierno que lleva a una situación de crisis periódicas. Obama describe cómo además las fotos y videos que la prensa elige para ilustrar las notas sobre él, están basadas en la visión que en ese momento tiene la prensa, y por lo tanto ponen buenas y lindas fotos cuando perciben que está fuerte y sólido, y fotos menos atractivas cuando perciben que el presidente no está pasando un buen momento. Esa selección de las imágenes obviamente refuerza ese encuadre.
  6. Siempre intentó evitar las filtraciones internas generadas por competencias de grupos internos de su gobierno, y él considera que tuvo bastante éxito en eso.

Cuando se produjo la primavera árabe también se sintió muy presionado por la prensa. Primero, porque los periodistas estadounidenses, muchos de los cuáles simpatizaban con estas revoluciones, habían detectado diferencias de criterio en su gobierno sobre el grado de intervención que Estados Unidos debía tener; y, segundo, por el rol de Al Jazeera, que fogoneaba las protestas y generaba rispideces entre los países árabes. También la riesgosa intervención contra Gadafy en Libia estuvo bajo alta presión del periodismo estadounidense. Son operaciones que al tener gran visibilidad mediática tienen que reducir al máximo el margen de error.

En una de las revelaciones más interesantes del libro en la relación entre gobierno y prensa, describe cómo el Pentágono utilizaba a la prensa para sostener su autonomía frente a él como presidente, para imponerle sus planes y bloquear los del presidente, hasta el punto que Obama tenía que reafirmar la subordinación militar al poder civil en una democracia.  “No me digan lo que tengo que hacer desde la portada de mi periódico matinal”. Desde siempre las guerras se pelean también en la prensa. Cuando un general dio una entrevista a Rolling Stone donde expuso críticas internas, el pedido de renuncia fue inmediata.

Por último, y una vez más, a medida que el presidente decide darle más visibilidad en la prensa al retorno de los militares muertos de las guerras, ese presidente está preparando la salida de ese conflicto (532).

Albert Camus, periodista de derechos

camus

Albert Camus fue uno de los referentes intelectuales del siglo XX que más nos puede ayudar en este siglo. Nació en la Argelia francesa y, en plena Segunda Guerra Mundial, se instaló en Francia desde donde hizo primero periodismo clandestino y luego se convirtió en uno de los refundadores de la profesión en ese país, tras la ocupación nazi. ”Contar mal las cosas es aumentar las desgracias del mundo”, escribió el periodista y escritor. En el libro de María Santos-Sainz, Albert Camus, periodista. De reportero en Argel a editorialista en Paris (Libros.com, Salamanca, 2016) se describen las sucesivas etapas de la carrera profesional hasta su temprana muerte, y luego su influencia sobre la actualidad. “Nadie a mi alrededor sabía leer. Tenga eso en cuenta”, le gustaba decir a Camus, quién había nacido en la pobreza en la Argelia colonial, y la tuberculosis lo acompañó toda su vida. Su labor periodística en su país natal lo convirtió en un defensor de derechos, en primer lugar de los más pobres. Decía: ”la memoria de los pobres está menos alimentada que la de los ricos, tiene menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también en el tiempo, con una vida uniforme y gris”. Pero sabía de la dignidad de los humildes: ”ante mi madre siento que pertenezco a un noble linaje: el que no envidia nada”. Su padre murió en una de las primeras batallas de la Primera Guerra: “cuando le movilizaron, mi padre nunca había visto Francia. La vio y lo mataron. Es lo que una humilde familia como la mía aportó a Francia”. Su ideal era que Argelia continuará siendo francesa pero que se hiciera republicana. Desde 1943 fue parte de la resistencia francesa contra los nazis. Era lector de la editorial Gallimard de día y de noche era editor de Combat, la publicación que distribuía la resistencia. Tras la liberación se convirtió en uno de los periodistas más importantes de Francia. Fue Premio Nobel de Literatura en 1957 por obras como La Peste o El Extranjero. Camus fue un líder de opinión que se enfrentó a las dictaduras de todo tipo, incluso cuando las comunistas resultaban populares para los intelectuales en París. Su debate más famoso fue contra Jean Paul Sartre, y es posible que la historia lo haya confirmado como el ganador. Defensor de la democracia, apoyo a los republicanos en la Guerra Civil española. Hizo alguna colaboración en la revista argentina libertaria Reconstruir. Le mandaron un cuestionario sobre la cuestión internacional y respondió, y lo publicaron después de su muerte. También la editorial Reconstruir le editó el libro Ni Víctimas, Ni Verdugos. En uno de sus viajes a Paris, Hannah Arendt quiso encontrarse con Camus al que calificó como “el mejor hombre de Francia”. Uno de los principales medios de Francia, Mediapart, tiene a Albert Camus como su inspirador. Su fundador, Edwy Plenel, sacó un libro titulado Combate por la prensa libre, donde registra esa influencia. Camus, por su parte, fue muy influenciado por Simone Veil, quien entre otras cosas fue periodista en la Guerra Civil española y narradora de mundo obrero francés.  El texto más fuerte de Camus sobre periodismo es un manifiesto que le censuraron en Argelia, que fue recuperado por Le Monde en 2012. Es una voz que les sirve a los periodistas actuales, muchos de los cuáles sienten frustraciones por su poco impacto profesional: ”la historia tendrá en cuenta o no estos esfuerzos. Pero en todo caso se habrán hecho”.

Número Cero, de Umberto Eco

Eco

Benito Mussolini escondido en la Argentina es la historia que inventa Umberto Eco para hablar de periodismo. La trama consiste en que un empresario poderoso arma un proyecto de diario para tener más influencia, y entrar así a círculos de poder a los que todavía no accede. Su intención no sería sacar finalmente el diario, sino solamente que se instale la noticia que lo va a hacer, y que se sepan cuáles serían sus características. Para eso solo necesita sacar “números cero” y luego hacerlos circular entre las personas a las que quiere impactar. Y le elige un nombre que es bastante usual, Domani. El dueño “quiere entrar a los altos circulos de las finanzas, de los bancos e incluso de los grandes periódicos. El instrumento es la promesa de un diario nuevo dispuesto a decir la verdad sobre todo. Doce números cero…..que el (dueño) examinará y luego hará que las vea quien sabe él. Una vez que (el dueño) demuestre que puede poner en apuros a los altos círculos financieros y políticos, es probable que los elegidos le rueguen que desista de semejante idea: el renuncia a Domani y obtiene el pase para las altas esferas” (p.27).

Eco aprovecha para retratar características del periodismo amarillo. La novela no me pareció buena, pero lejos estoy de ser un buen crítico literario. Desde el punto de vista del análisis del periodismo, su descripción es poco valiosa. Estas serian algunas de las citas recordables:

Sobre la objetividad anglosajona. “Si hablan, qué se yo, de un incendio o de un accidente de coche no pueden decir, evidentemente, qué piensan ellos. Y entonces introducen en la noticia, entre comillas, las declaraciones de un testigo, un hombre de la calle, un representante de la opinión pública. Una vez colocadas las comillas, esas afirmacionese se convierten en hechos, es decir, es un hecho que fulano ha expresado esa opinión. Con todo, se podría suponer que el periodista ha dado voz solo a quien piensa como él. Por lo tanto, las declaraciones serán dos, en contraste entre ellas, para demostrar que está claro que existen opiniones distintas sobre un mismo tema: el diario da cuenta de este hecho incontestable. La astucia está en entrecomillar pimrero una opinión trivial, luego otra opinión, más razonada, que se parece mucho a la opinión del periodista. De este modo el lector tiene la impresión de que se le informa sobre dos hechos pero se ve inducido a aceptar una sola opinión como la más convincente” (p. 57).

Sobre la agenda. “No son las noticias las que hacen el diario sino el diario el que hace las noticias. Y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia” (p.59).

Más sobre la agenda. “El caso es que los diarios no están hechos para difundir sino para encubrir noticias. Sucede el hecho X, no puedes obviarlo, pero, como pone en apuros a demasiada gente, en ese mismo número escribes unos titulares que le ponen a uno los pelos de punta: madre deguella a sus cuatro hijos, quizás nuestros ahorros acaben en cenizas, se descubre una carta de insultos de Garibaldi a Nino Bixio [líderes de la unificación italiana a fines del siglo XIX] y, listo, tu noticia se ahoga en el gran mar de la información” (p.170).

 

Lecciones sobre qué es un político, de Michael Ignatieff

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El académico canadiense, Michael Ignatieff, célebre por sus libros El Honor del Guerrero, Sangre y Pertenencia, o  El Mal Menor, fue tentado para ingresar a la política canadiense, después de tres décadas de no vivir en su país. Aceptó y se convirtió en el líder de la oposición, por el Partido Liberal, durante unos pocos años. En este libro narra su inmersión en ese mundo y su caída. Es, por lo tanto, una gran reflexión sobre la política como actividad (Michael Ignatieff, Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política, Taurus, Madrid, 2014).

Es una historia personal casi una biografía de su siquis durante su experiencia política. Aquí he seleccionado algunas de las ideas que más me llamaron la atención:

“La política pone a prueba tu capacidad de conocerte más que cualquier otra profesión que yo conozca”, p. 20

…”narrar, controlar e imponer tu historia a la opinión pública constituye la tarea esencial de todo aquel que se presente a un cargo público”, p. 41

…”la dramatización es la esencia de la política”, p. 41

…”la política real no es una ciencia, sino más bien el intento incesante de unos avispados individuos por adaptarse a los acontecimientos que Fortuna va situando en su camino. Sus aptitudes básicas pueden aprenderse, pero no pueden enseñarse. Mientras que el medio natural de un pintor es la pintura, el de un político es el tiempo, porque debe adaptarse repentinamente a sus cambios repentinos, inesperados y brutales. (….). Cuando llamámos a la política el arte de lo posible nos referimos a lo que es posible aquí y ahora. (…). Un político inteligente entiende que lo único que puede hacer es explotar los acontecimientos en su propio beneficio. Aunque siempre se califica a los políticos de oportunistas, el arte de la política consiste esencialmente en ser un maestro del oportunismo”, p. 50-51

…….”Aunque en ese momento aún no me había dado cuenta, había atravesado el espejo y llegado al especial universo psiquico de todo aquel que pugna por un cargo publico. Estaba a punto de pasar los siguientes cinco años de mi vida en un estado de dependencia constante de la opinión de los demás. (….) Si uno no se ha presentado para un cargo electivo no puede entender del todo lo dependiente que te vuelves de ese plebiscito diario, de las claves, las miradas de reconocimiento, los gestos de desaprobación que los ciudadanos te envían cuando estás ahí fuera, en la calle. Yo me apoyaba más en esto que en las encuestas”, p. 56

“Hacer política de puerta en puerta también te hace reflexionar acerca de los mundos tan distintos que un político debe reconciliar”, p. 62

“En el instante en que entras en una competición política, tus oponentes empiezan a definirte, si no les haces frente, puedes acabar perdiendo el control de tu candidatura”, p. 70

“Una vez que has entrado en política, siempre estás bajo los focos. Nunca te saltas una cola, nunca te muestras impaciente con un conductor o con el personal de recepción de un hotel. Nunca pierdes los nervios. Nunca te olvidas de sonreír cuando alguien se acerca a hacerte una foto contigo o a pedirte un autógrafo. Durante todo ese tiempo te olvidas de tu vida privada. La gente te está observando”, p. 72

“La política tiene que seguir siendo algo corpóreo porque la confianza es corpórea”, p. 74

“Tuve que olvidarme de ser listo, retórico y fluido en mi discurso, y empezar a valorar la importancia de establecer una conexión, cualquier tipo de conexión, con la gente que me escuchaba. Aprendí a encontrar alguna historia de mi propia vida que les dijera ‘os conozco, y vosotros me conocéis a mi’”, p. 75

“La política es algo muy físico. Tus manos tocan, chocan y aprietan, y tus ojos están siempre buscando el contacto. Nada de esto me salía en forma natural. Yo tendía a bajar y desviar la mirada cuando la gente me hablaba. Siempre había confiado en las palabras y por ello dejaba que hicieran su trabajo, pero en política el verdadero mensaje es el físico, el que envían tus ojos y tus manos. Digas lo que digas, tu cuerpo debe estar comunicando que se puede confiar en ti”, p. 76

“….comencé a contemplar nuestro país como algo político, no natural. En el momento en que empiezas a ver un país como un ejemplo de voluntad cotidiana y sostenida en el tiempo, entiendes por qué son importantes los políticos, individuos que reunen en una misma habitación a personas que quieren cosas diferentes para encontrar aquello que comparten y que desean hacer juntas. Un país es una ‘comunidad imaginada’ y los políticos son quienes representan aquello que compartimos y quienes dan con los compromisos que nos permiten vivir juntos y en paz”, p. 85

“Cuando entras en política dejas atrás el mundo amable en el que la gente te concede un cierto margen de error, acaba tus frases por ti y acepta que en realidad no querías decir lo que has dicho, para entrar en un mundo de literalidad hasta extremos impensables en el que solo cuentan las palabras que han salido de tu boca”, p. 99

“Las cuestiones políticas se dividen más o menos en dos tipos: aquellas que importan solo a los políticos y al pequeño grupo de la prensa política y los partidarios que siguen el juego, y aquellas mucho menos numerosas que importan a la gente en general. Puedes destruir tu carrera si confundes el primer tipo con el segundo”, p. 129

Ignatieff recibió un golpe político muy fuerte a través de una larga campaña de publicidad negativa en televisión, en la que avisos pagados por el Partido Conservador lo acusaban de estar “solo de visita” en Canadá. No pudo revertir nunca esa campaña y eso, según él, fue lo que lo destruyó. Según Ignatieff, el ataque fue certero y mortal porque no se hizo contra lo que había dicho, sino contra el “derecho a ser escuchado”, lo que para él es la “primera línea de combate en la política moderna”(p. 157)

«…este derecho  (a ser escuchado) no es en realidad un derecho. Es un privilegio que los votantes le otorgan a uno. Es una forma no transferible de autoridad. (….). Los candidatos primerizos, como yo mismo, aprenden bien pronto que la selección que efectúa el partido, los apoyos y nuestros currículos supuestamente impresionantes no nos confieren el derecho a ser escuchados por nuestros votantes. Si piensas que posees este derecho, estás condenado a perder. Hay que salir y ganarlo, cara a cara, puerta a puerta, llamada a llamada. Para decidir si te otorgan ese derecho, los votantes escuchan a los partidos políticos, a los vecinos y a l s miembros de la familia, pero cada vez más toman sus decisiones solos, enfrente del televisor o de la pantalla del ordenador. En lugar de dar más poder al votante, esta soledad se lo resta, aumentando la influencia de los anuncios en horas de máxima audiencia, la misma publicidad negativa que fue utilizada tan efectivamente en mi contra. (….)Las encuestas de opinión pública refuerzan el efecto de la publicidad negativa y tienen un papel excesivamente significativo a la hora de determinar quién deben ser escuchado. Cuando las encuestas dicen que tus índices de aprobación son bajos, puedes hablar todo lo que quieras, pero nadie va a escucharte”, p. 161

“Todo el mundo tiene cierta confianza en su capacidad para decidir si confiar en otro ser humano, y esta es la evaluación fundamental que tiene lugar en una elección. El motivo racional por el que en la política los temas importan menos que la personalidad, y por el que las elecciones giran en torno a que candidato se gana su derecho a ser escuchado, es que los votantes valoran para decidir quien es digno de ser escuchado y quien es digno de confianza. Para decidir en quien confiar, los votantes se centran en la cuestión de si el candidato es como ellos o no”, p. 164

“Con la prensa traté de ser directo, evitaba crear favoritos, me mantuve alejado de las declaraciones off the record, y evitaba cualquier comentario que pudiera volverse contra mi posteriormente”, p. 173.

Ignatieff recuerda algunos casos en la que periodistas “sin escrúpulos” se plegaban a los ataques contra él, y también que era muy difícil evitar que miembros de su bancada filtraran a l

os periodistas las discusiones internas.

“La dramatización de la elección, presentándola en tonos de blanco y negro, es esencial si confiamos en despertar a los votantes de su estado de letargo”, p. 182

“Si un político no es partidista, no da la cara por las ideas de su equipo y comienza su propia línea de discurso, no es un político sino un necio”, p. 182

En el último capítulo, Ignatieff habla de una tradición de políticos que no la pasaron bien en la política, y que escribieron brillantes reflexiones sobre la política: Maquiavelo, Cicerón, Madison, Tocqueville, Burke y el propio Weber.

Antes de entrar en política, era profesor full time de la Escuela de Gobierno de Harvard. Ahora volvió a serlo.

Los periodistas y la política exterior de Estados Unidos

The Secretary Cover

Kim Ghattas, una periodista libanesa, de la BBC, que fue la corresponsal de ese medio en el Departamento de Estado, escribió un libro sobre la gestión de Hillary Clinton a cargo de la política exterior. (The Secretary. A Journey with Hillary Clinton from Beirut to the Heart of American Power, Picador, Nueva York, 2013). Hasta que ella fue designada, todos los anteriores corresponsales de la BBC habían sido británicos, y además ella era la única no occidental del grupo de periodistas que acompañaba a Hillary en sus viajes. De hecho, ella solo cita a medios anglosajones y franceses (la agencia AFP) viajando con la Secretaria.

En su libro permanentemente recuerda su experiencia de vida en El Líbano, marcada por la invasión de Siria en octubre de 1990, la que puede haber recibido el visto bueno entonces de los Estados Unidos. La periodista tiene una duda profunda e hiriente sobre el rol de Estados Unidos en su país, y le toca acompañar durante cuatro años a la Secretaria de Estado y seguir muy de cerca cómo es que efectivamente se produce la toma de decisiones del país más influyente del mundo. Es posible que cada vez más en los libros de periodistas, su cobertura de los asuntos públicos se describe en forma muy entrelazada con la historia personal.  En este mismo blog comentamos hace poco el libro del periodista mexicano-estadounidense Alfredo Corchado.

Durante esos años (2008-2013), la estrella era el blackberry y las incipientes redes sociales. Hillary deseaba instalar una política exterior de diplomacia pública, donde sus viajes buscaran una conexión fuerte con las sociedades a las que visitaba, más allá de sus relación con los líderes. Esto incluía varias entrevistas durante el viaje, tanto a los periodistas que llevaba en el avión, como a los locales de los países a los que visitaba. Es notable la descripción de las discusiones de Hillary con los periodistas pakistaníes (p. 86-88) que la funcionaria pudo haber evitado pero no quiso, pues era su objetivo tratar de cambiar la percepción que ellos tenían de los Estados Unidos. Por eso, comenzaron a trabajar activamente en las redes sociales, llegando a tener un equipo de ciento cincuenta personas dedicadas a los nuevos medios (p. 288). Hillary buscaba consolidar un «smart power»(Joseph Nye) (p. 11). Y ese smart power hay que construirlo con la enorme aceleración que sufrió el ciclo de las noticias, lo que hizo que los comentarios de política exterior sean más frecuentes y menos formales de lo que eran hace unos años (p.44). También hay más funcionarios que están hablando y eso genera un estándar alto de incoherencia e inconsistencia en las políticas exteriores.

La rutina de un periodista acreditado en los viajes oficiales los hace formar parte de lo que llaman una «bubble», que dificulta mucho el contacto con el país que visitan.  (p. 31)

Los acuerdos de los periodistas con los funcionarios  son:

-«on background»: se pueden usar los comentarios de la fuente, y se atribuyen, por ejemplo, a  «senior officials».

-«deep background»: Se pueden usar los comentarios de la fuente, pero sin atribución ninguna.

– «off the record»:  no se pueden citar los comentarios, solo para contexto. (Con ese acuerdo les hablaba Hillary en el avión a los periodistas)

A Hillary le tocó la bomba de los wikileaks, y se dedicó a llamar a los líderes de los países para pedir disculpas y tratar de controlar daños (incluyó una «apology tour», p.202). En la visión de Ghattas, los cables revelan más incoherencia de discurso público y privado en los otros países, que en Estados Unidos, y por eso no lo ve como un gran daño. En general, el libro es más bien pro-Hillary.

También le tocó la primavera árabe, y vio desde esa bubble como los acontecimientos de Túnez tomaron de sorpresa a las principales potencias, y sus siguientes coletazos y terremotos en Bahrein, Egipto, Libia y Siria.  Aquí surgía una agenda que los periodistas tenían, y que puede haber influido en la política exterior en alguna medida.

En varios de los relatos de Ghattas, los periodistas no preguntan sino que interpelan a los funcionarios, en función a una agenda liberal. Sin duda, ese es un factor tenido en cuenta por los funcionarios al diseñar su política. Saben qué preguntas/interpelaciones les van a hacer los periodistas, y quizás sesgan sus decisiones para dar respuestas más amables a los periodistas. Uno de los mejores ejemplos de esto es cuando Ghadaffy está más violento que nunca y está bombardeando a sus disidentes. Los periodistas interpelan al Departamento de Estado para que intervenga militarmente, y cuando finalmente lo terminan haciendo, los cuestionan por haber empezado una tercera guerra, después de que se querían ir de Iraq y Afganistán.

Es un buen libro para entender una parte de la política exterior. Pero falta bastante de lo que tiene que ver con el rol de los militares y los servicios de inteligencia en esa tarea.

La Silla del Águila: la presidencia de México

Carlos Funtes con el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto

El premio nobel mexicano, Carlos Fuentes, escribió una novela para describir el actual sistema político mexicano. La publicó en el 2002 y la historia transcurre en el 2020 (La silla del águila, Santillana, España, 2002) (en la foto, Fuentes a la izquierda del actual presidente de México, Enrique Peña Nieto)

El periodismo mexicano ha sido en gran parte cómplice lógicamente de ese sistema político, y todavía tiene muy fuertes contradicciones y un desarrollo limitado que no permite el despliegue de su potencial. Fuentes habla poco de periodismo.  Mucho habla, en cambio, de lo que significa el poder.

Por un conflicto, Estados Unidos bloquea un centro de comunicaciones en Florida y eso deja a México sin comunicaciones. La única forma de comunicarse es por carta, y entonces los distintos actores políticos se escriben entre sí. La novela está armada con setenta cartas que políticos se envían entre sí para definir la sucesión presidencial.

“Conoces todas las palabras-talismán. Democracia, patriotismo, régimen de derecho, separación de poderes, sociedad civil, renovación moral. Lo peligroso es que crees en ellas. Lo malo es que las dices con convicción…..Has entrado a la selva y quieres matar leones sin antes cargar la escopeta” (p. 14)

“Este chico es sumamente inteligente pero piensa en voz alta. Aún no aprende a ensayar primero lo que va a decir más tarde. Dicen que escribe bien. He leído sus columnas en los periódicos. Aún no sabe que entre el periodista y el funcionario solo puede haber un diálogo de sordos”. (p. 14)

Antes de la apertura democrática del año 2000, a México se le llamaba la dictadura perfecta, o dictablanda. En un párrafo, Fuentes la describe como una élite política que aceptaba críticas de una élite intelectual tolerada. Fuera de ese diálogo de élites, había dictadura.  “La dictablanda del PRI era suavizada por un cierto margen de tolerancia hacia las élites mexicanas, sus criticas,  burlas y opiniones generalmente poco informadas. Poetas, novelistas, uno que otro periodista,los cómicos de carpa, los caricaturistas, nuestros inefables muralistas, podían decir y dibujar más o menos lo que quisieran. Eran criticas de la élite intelectual a la élite gubernamental, o necesarios escapes de vapor, como los cómicos de Soto a Beristain a Cantinflas y Palillo. Ellos gozaban de esta graciosa concesión. Pero los cineastas no, la mayoría de los periodistas no, los sindicatos independientes ni hablar”. (p. 57).

Fuentes capta uno de los recursos claves, sino el principal, del poder, que es la voz. “Un Presidente tiene que demostrar desde que se sienta en la Silla del Águila, que hay solo una voz en México, la suya. Así se llamaba el emperador azteca, Tlatoani, el Señor de la Gran Voz. Eso nos impone el sitio que ocupamos, la Silla del Águila: ser dueños de la Gran Voz. De la única voz» (p. 96).  Más adelante, insiste con que el Presidente debe ser visto y oído: “Hace falta algo. ¿Y sabe lo que hace falta? Falta usted. Falta que la gente lo vea a usted. Se está usted convirtiendo, como tantos de sus antecesores, en el gran solitario del Palacio, el fantasma que ocupa la Silla del Águila. Reaccione, se lo ruego. Aun es tiempo. No dé la impresión de que es el juguete de fuerzas incontrolables. Deje de mirar el horizonte como un iluminado en fechas de fasto –Grito de Independencia, Mensaje de Año Nuevo, Cinco de Mayo-. Mire a la cara de la gente, déjese mirar por la gente, pero que lo vean actuar, a usted, no a sus achichincles. Que su voz, señor Presidente,  llene la plaza y llegue a cada rincón del país. La política vive en el espacio hasta donde llega la voz del Presidente. ¿Ha probado usted los límites de su voz? ¿Ha medido las fronteras entre la acción y la inacción? Un presidente debe existir para los ciudadanos. Si no lo hace, le retiran el homenaje esperado” (p. 119).

Por supuesto, en su novela la política es el arte de la simulación, del cinismo y de la más cruda desidealización de la búsqueda y el uso del poder. Macbeth y Maquiavelo son las referencias de Fuentes.  Desde el análisis de la política, el autor es poco sofisticado.

Nadie es confiable. Nunca hay que confiar en nadie. “Para conservar las costumbres, violemos las leyes”, dice uno de los protagonistas (p. 341). No hay que ser sincero. “Recuerde que en política no hay principios. Hay instantes. Y la fuerza para pescarlos al vuelo. Es otro nombre de la astucia” (p. 200).

En varias oportunidades, la prensa es el lugar donde aprovechar ese instante, o provocarlo. Como cuando se filtra a la prensa el hijo secreto que tenían dos de los principales arquitectos de la sucesión presidencial (p.226). También tras ese intento de reventar dos carreras políticas a través de la prensa, se muestra el intento de solución. El Presidente se reúne con los directores de los medios de comunicación para pedirles silencio. El Presidente les dijo: “mírense al espejo y digan si uno solo de ustedes no posee un secreto de amor en su pasado. Maten la noticia. Nunca les he pedido un favor personal. Si lo hago esta vez es porque concierne a una dama. Y también, ustedes lo entienden, a mi propia investidura” (p. 227). En la p. 304 un ministro describe su conversación con el director de un diario, en la que quiere pedirle un favor y el periodista se hace el insobornable.

Fuentes hace muchas alusiones a una Argentina caótica. Está escribiendo durante el 2001, el año de nuestro último estallido conocido.  Como broma entre novelistas, Martín Caparrós es un criminal político (p. 314 ), y luego fantasea con que César Aira será el primer argentino que ganará el Premio Nobel de Literatura.

También sobre México hay dos joyas que no hemos comentado aquí: la miniserie “El Encanto del Aguila”, sobre la revolución mexicana, y la película “La ley de Herodes”. Ambas muy buenas.

La Silla Del Aguila

Narco: medianoche en México, ¿atardecer en Rosario?

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Hay quien podría decir que al crimen organizado lo controlan mejor los gobiernos que tienen mucha tolerancia con la corrupción. Esto le ha pasado a México y podría haber pasado con la provincia de Santa Fe. El narcotráfico floreció con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido enquistado en el estado mexicano durante siete décadas, en las que una trama de corrupción administraba los mercados ilegales. Pero explotó con el comienzo de la democracia mexicana, en el 2000, tras la victoria del Partido de Acción Nacional (PAN), primero con Vicente Fox y luego, a partir del 2006, con Felipe Calderón. La densa trama de acuerdos ilegales e inmorales con la que el PRI gobernaba México, comenzó a entrar en crisis. Parece que los recién llegados tienen claro que no pueden relegitimar las tramas de corrupción existentes –para eso además los votaron- pero no tienen políticas alternativas y firmes de seguridad pública.

Hoy, en Rosario, la tercera ciudad de Argentina en población y la segunda en PBI urbano, altos funcionarios judiciales afirman en forma confidencial que la llegada del socialismo al gobierno provincial provocó la ruptura del “doble pacto”. Este se refería a que policías provinciales tenían un acuerdo con sectores de la política y con bandas criminales para administrar el delito. La llegada del socialismo repudió ese pacto ilegal e inmoral, pero no parece haber tenido una política alternativa. De esa forma, se descontroló el crimen organizado, pues ya no tenía sectores políticos poderosos dispuestos a pactar su reconocimiento a cambio de cierta moderación en sus prácticas, todo aceitado con una fluida circulación de billetes. Además, también parece haberse perdido ese rol moderador que los políticos habrían tenido en los conflictos internos de las bandas criminales.

Alfredo Corchado es uno de los periodistas que mejor conoce el narcotráfico en México. Nacido en un pueblo de la frontera en México, hijo de un bracero que vivía la mayor parte del año en California cosechando algodón y tomates, emigró con su familia a Eagle Field, que había sido un campo de concentración para japoneses. Este hijo del pueblo más pobre de un estado pobre se convirtió en Estados Unidos en un sofisticado periodista.

Hoy Corchado informa sobre narcotráfico desde el Dallas Morning News y es uno de los periodistas más reconocidos y creíbles sobre el tema. El espera que haya una reacción. Como buen periodista, a pesar de lo que vio, de lo que vivió, y de lo que sintió, tiene esperanza y cree en “la promesa de un nuevo día” para México. Cuando el mensajero no trae esperanza, no es un buen mensajero. Es de buenos periodistas hurgar hasta encontrar una luz, en vez de simplemente describir el infierno en forma exhaustiva.

Si la alternativa a ese doble pacto de convivencia de los criminales, con políticos y policías, es solamente la guerra total, como la encaró el presidente mexicano Felipe Calderón, el resultado es un lago de sangre: hubo muchas decenas de miles de muertos, y todavía no ha terminado el conteo. Los gobiernos democráticos de América Latina llegaron al poder por oposición a las dictaduras que los precedieron en la mayor parte de los países, pero en general fueron tibios y ambiguos en su gobierno efectivo sobre las fuerzas de seguridad y de inteligencia, los que habían sido uno de los puntales de aquellas dictaduras. Por lo tanto, así como las transiciones a la democracia hicieron crecer a las sociedades civiles, también creció la sociedad incivil,  y en algunos casos comenzó a desbordar la capacidad del estado de mantenerla acotada. La seguridad democrática sigue siendo una de las grandes materias pendientes en la región.

Corchado acaba de publicar un libro Medianoche en México. El descenso de un periodista a las tinieblas de su país. Es una historia personal, profesional y política, que atraviesa las distintas cicatrices de la frontera. De una cuna pobre en un país poco igualitario, hoy es habitué de los ambientes más aristocráticos de ese mismo país. Es mexicano en Estados Unidos y gringo en México. Toda esa tensión vital está en su texto. Muchos de los narcos que investiga son también de su generación. Nada de lo que ellos vivieron le es ajeno.  Desde su infancia le dijeron que “todos los mexicanos tenemos un poquito del PRI dentro” para legitimar ese status quo con una supuesta identidad cristalizada, lo que llevó al final al vaciamiento de México con millones de emigrantes hacia el norte, miles de los cuales murieron solamente al intentar cruzar esa línea cuando los controles fronterizos se hicieron más duros.

Con fuerza literaria, Corchado describe el elenco de personajes de una novela de no ficción: los narcos más sanguinarios, los agentes dobles y triples infiltrados, las voceras de los capos, los sicarios, los periodistas, editores y policías, políticos y funcionarios judiciales, que hablan con frases cortas, eufemismos bilingues y gestos ambiguos. Finalmente no es solo una tierra de nadie, sino que nadie sabe efectivamente lo que pasa, pero actúan como si lo supieran. Lo único real y verificable es la cantidad de dinero y de sangre que fluye en forma descomunal.

Para todos es obvio que en el interior de Estados Unidos hay más narcotráfico que en México, pero el principal periodismo del mundo no investiga el mercado local. Revisando los Premios Pulitzer, casi no hay investigaciones premiadas del narcotráfico en suelo estadounidense. No importa si es el cartel de Sinaloa o el de Palm Beach, pero se dedican a lo mismo. Un gran banco inglés, el HSBC, se reconoció culpable por no controlar lo suficiente las operaciones de lavado de dinero y fue multado en casi dos mil millones de dólares. Mientras tanto, el periodismo mexicano está enterrado vivo, como le decía a Corchado su amigo Ramón Cantú, director del diario de su familia, La Mañana de Nuevo Laredo. Cantú escribió una carta pública a los narcos pidiéndoles instrucciones claras para poder sobrevivir mientras ejercía el periodismo. La cultura narco es también una etapa superior de la crueldad. La estética audiovisual alqaediana de los videos de tortura, decapitación y mutilaciones, estalló en México en los últimos años, y bloqueó de miedo a la sociedad al mismo tiempo que atrajo al periodismo del mundo.

Un narco, que duerme en un auto, protegido por doscientos sicarios, con quince niveles de seguridad, y con policías y funcionarios comprados, incluso de Estados Unidos, es una historia imperdible. Para narrar esa trama hay que usar a las fuentes y ser usado por ellas, y eso se hace sentado en el borde del abismo, pero luego hay que bancarse las amenazas. El periodista envía mensajes de los agentes a los narcos, entre narcos, a las autoridades y desde las autoridades. Todos los actores de la guerra leen en ese registro indirecto, donde finalmente este cronista de la guerra tiene ciudadanos a los que quiere servir, que además forman parte de un país que él quiere contribuir a despertar.

Corchado, que estuvo en Rosario invitado por el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) dijo, en una entrevista de Gerardo Young para La Nación, que no esperemos en Argentina a que empiece a haber decapitados en la avenida 9 de Julio.

Solo la fuerza de una sociedad civil puede encuadrar a los políticos. Y solo los políticos pueden encuadrar al poder judicial y a la policía para que este encuadre al crimen organizado. Pero la sociedad necesita que alguien la despierte, que la convenza de que es inaceptable –de verdad y no de discurso- la presencia masiva del narcotráfico. Dublin tuvo una historia parecida con la periodista Verónica Guerin. Después de tolerar el narcomenudeo en la ciudad, esa periodista se cansó de ver que a la vista de todo el mundo les vendían droga a los adolescentes y jóvenes que caían en el pantano de la adicción. Guerin se enfrentó con ellos y fue asesinada, y fue recién allí cuando la sociedad despertó y consideró inaceptable tener esa mafia enquistada en su entraña.

Hoy hay periodistas amenazados en Rosario, en Entre Ríos y en Córdoba, de la misma forma que lo fueron antes en Irlanda, Colombia o México. La indignación es una fuerza política imparable, pero no sirve si es tardía.

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Usos y gratificaciones de los medios, según Pablo Escobar

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Es un testimonio único. Después de la cantidad de libros que han salido sobre las mafias del narcotráfico, es realmente notable la historia contada por el hijo del mafioso más famoso de la historia de América Latina. Una historia muy bien contada que hace por demás increíble la vida de la familia Escobar-Henao, que ya de por sí era una película de ciencia ficción. Se llama Pablo Escobar, mi padre. Las historias que no deberíamos saber (Planeta, Buenos Aires, 2014).

Hay varios comentarios en el testimonio de Juan Pablo Escobar que ayudan a explicar la relación con el periodismo que tenía su padre, el megacriminal Pablo Escobar.

De hecho, una de sus primeras empresas creadas para tapar sus negocios ilícitos fue nada menos que una productora de televisión, Antioquía al Día, en Medellín. Era «una programadora regional de televisión con noticiero incluido, que mi padre compró para meterse de lleno en los medios de comunicación y el periodismo, que le apasionaban. Esa era la fachada, porque en la parte de atrás funcionaba una oficina del crimen de mi padre» (p. 180).

1. Los periodistas eran enemigos. La relación con El Espectador fue crítica desde el principio. Su director, el gran Guillermo Cano, fue quien terminó con la fugaz carrera política de Escobar, quien había asumido como legislador suplente en la cámara de diputados de la Nación. Cano descubrió en el archivo de su diario, una noticia policial de 1976, donde aparecía la detención del mafioso por tráfico de drogas. El había querido borrar todo ese proceso judicial, pero un periodista lo rescató y lo hizo público. El 25 de agosto de 1983, El Espectador publicó en primera página la noticia de que en marzo de 1976 Pablo Escobar había sido detenido junto a tres personas con pasta base de coca. En enero de 1984 Escobar, revelado públicamente como narcotraficante, se “retiró” de la actividad política.

Escobar nunca se lo perdonó. Lo mató años después, tras una editorial crítica de El Espectador, el que estaba a favor de la extradición de los narcotraficantes colombianos a los Estados Unidos. Esa era la gran batalla política que Escobar y los grandes narcos estaba realizando contra el estado colombiano.

2. Secuestrar periodistas o atentar contra medios permitía amplificar la repercusión de un hecho violento y dar más visibilidad a un mensaje al estado.  Su forma de negociar era aumentar los niveles de violencia, incluyendo también ataques contra la prensa. En la selección de sus objetivos para secuestrar y presionar al estado, Escobar tenía en cuenta el perfil mediático de su víctima. Eso se tuvo en cuenta en el secuestro de Andrés Pastrana, líder político del Partido Conservador y también periodista muy conocido. Pastrana fue liberado por las autoridades en lo que fue un fracaso de Escobar. Pastrana fue luego presidente de Colombia de 1998 al 2002. El pico de ese uso de la violencia contra los periodistas para presionar al estado fue cuando al mismo tiempo tenía secuestrada a la periodista Diana Turbay, a un equipo de un noticiero, y a Francisco «Pacho» Santos, jefe de redacción del principal diario del país, Tiempo. Era una estocada a fondo para negociar con el entonces presidente César Gaviria las condiciones de detención en Colombia para evitar la extradición a Estados Unidos.

3. Los periodistas arruinan las negociaciones secretas. En el testimonio del hijo del mafioso también se ve cómo en dos momentos en los cuáles hubo negociaciones entre la mafia y las autoridades, las dos veces las negociaciones quedaron truncas por la revelación que hicieron los diarios. En primer lugar, El Tiempo de Bogotá (p. 253), y luego, en otra oportunidad, La Prensa,  de la familia Pastrana (p. 306).

4. Los medios servían para tener voz pública. En medio del conflicto, Escobar incluso elaboró un proyecto de un diario, que se iba a llamar Fuerza. Hicieron números ceros, pero finalmente nunca salió.

5. Los periodistas servían para protegerse. En varias ocasiones, Pablo y su familia recurrían a los medios para protegerse frente a la asociación entre el bloque de búsqueda y las mafias enemigas. Tenían siempre a disposición los teléfonos directos de los periodistas más importantes del país para poder recurrir a ellos en momentos críticos. En una oportunidad, Pablo Escobar tuvo una conversación privada por teléfono con tres de los más importantes periodistas del país, incluido el director de Tiempo, diario más importante de Colombia, Enrique Santos Calderón. En varios momentos de su fuga, tanto Escobar como su hijo ofrecían notas y reportajes a periodistas para que estos los filmaran, o los protegieran con su presencia. También en varias conversaciones con funcionarios estatales, amenazaron con contar cosas a los periodistas.

En definitiva, como siempre ocurre, son muy variados los «usos y gratificaciones» de los medios para el crimen organizado.

Antioquia al dia

Infocracia. Poder político, medios de comunicación y derecho a la libertad de expresión en Venezuela

Este libro describe los últimos años de la situación del periodismo en Venezuela. El autor es Andrés Cañizález, que es uno de los principales investigadores de medios que hay en ese país. Acá tienen el link para bajarse Infocracia.

Andrés, porque es amigo mío, me pidió que le haga el prólogo.

 

Espíritus animales (en la economía)

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Este libro fue escrito por dos premios Nobel de Economía: Akerlof lo ganó en el 2001 y Shiller en el 2013. Por eso tiene mucha autoridad intelectual para hablar de la comunicación en la ciencia económica, que es algo que en general los economistas suelen minimizar. Sin embargo, cuando llegan las crisis los problemas más importantes suelen tener que ver con la pérdida de la confianza, palabra de nuestro vocabulario que tiene que ver más con la psicología y la comunicación que con las matemáticas. 

Está basado en la expresión de John Maynard Keynes sobre cómo se toman las decisiones económicas (con poca información, con instinto, en lo que llama ese ‘espíritu animal’).

Los autores analizan las últimas recesiones en Estados Unidos tomando como piedra angular «la confianza». En su especie de teoría sobre cómo se construyen las crisis, los autores hilvanan los siguientes elementos: la falta de confianza, el sentido de justicia que hace muy rígida la economía «para bajar salarios y precios, el rol de la corrupción y la venta de productos de mala calidad durante el boom, y el papel que desempeñan las historias orales que interpretan la economía». Y agregan que «todos estos procesos están influenciados por historias orales que la gente se cuenta sobre cómo actúan los demás y también sobre cómo la economía influye en sus actividades. Estas historias orales no son siempre las mismas, sino que varían con el paso del tiempo».

En un momento sugieren que la prensa tiene más olfato para definir una situación económica que los economistas. «El termino recalentamiento de la economía, tal como vamos a utilizarlo, se refiere a una situación en que la confianza ha sobrepasado los límites habituales, una parte creciente de la población ha perdido su escepticismo habitual sobre la opinión que tiene de la economía y está dispuesta a creerse cuentos sobre un nuevo boom económico.  Se trata de momentos en que se practica el consumo negligente como si fuera algo normal, se hacen malas inversiones y quienes las han suscrito simplemente se quedan a la espera de que otros se las compren, sino confiar mucho en que la inversión efectuada sea realmente sólida. Se trata de épocas en que abunda la corrupción y la mala fe, pues cuentan con la credulidad del público y la apatía de los organismos de legislación ( p. 114)».

En un anterior libro de Shiller, Exhuberancia Irracional, «puede verse que el contagio de conceptos entre las personas si se estimula con un incremento inicial del precio de los valores bursátiles puede provocar la propagación de historias optimistas sobre la nueva era. El entusiasmo de los mismos inversores facilita la divulgación de estas historias (p. 116)». Después, «a partir de 1929, cuando el mercado se derrumbó, las historias cambiaron por completo. Las economías de los principales países de todo el mundo cayeron en la depresión y las historias se basaron en la injusticia, la corrupción y el engaño, p. 117.

Cuando escribí mi libro sobre la historia de Ambito Financiero (El señor de los mercados) trabajé mucho esta idea de que la economía también son palabras. En este primer trimestre del 2014 cuando en Argentina la economía ha entrado en una situación difícil, se hace más evidente el rol de las palabras en la reconstrucción de la confianza. Las historias alternativas que circulan sobre lo que está pasando, quiénes son los culpables, cuáles las soluciones, buscan captar adeptos, y es posible que haya finalmente una «historia» ganadora o hegemónica. Podemos inferir de qué, de acuerdo a la «historia» que se imponga, será luego nuestro futuro económico próximo.

George A. Akerlof y Robert J. Shiller. Animal Spirits. Cómo influye la psicología humana en la economía. Gestión 2000, Barcelona, 2009.

La escalera de los derechos humanos

La historiadora Lynn Hunt escribió la evolución de los derechos humanos entre mediados del siglo 18  y mediados del siglo 20, y allí está esbozada cierta teoría de cómo se consiguen los derechos. Aquí damos sus líneas principales, que tienen que ver con el rol del periodismo:

1. Un nuevo derecho necesita sustentarse en la capacidad de empatía e identificación de una persona con las demás.

2. La primera vez que se lucha por ese derecho se suele fracasar.

3. Es la lucha por ese derecho precisamente el principal campo de visibilización de ese grupo de personas. Es en la forma y tipo de lucha donde se demostrará o no su autonomía, legitimidad y fortaleza para adquirir esos derechos. Así lo explica Hunt: «la ciudadanía no es simplemente algo que conceden las autoridades; es algo que uno mismo debe conquistar. La capacidad de argumentar, insistir y , en algunos casos, luchar da una medida de la autonomía moral” (p.177).

4. Hay momentos históricos en los que los derechos se precipitan en cascada.

5. Cuando un grupo accede a un derecho, grupos similares quedan en la puerta de conseguirlo. Así lo explica Hunt, para el caso de la Revolución Francesa: «la lógica del proceso determinó que en cuanto a un grupo sumamente ‘concebible’ le tocase el turno de ser estudiado (los varones con propiedades), los de la misma categoría pero situados más abajo en la escala de ‘concebibilidad’ (los varones sin propiedades) aparecerían inevitablemente en la orden del día» (p. 154).

6. La sensibilidad por los derechos puede involucionar, y los hombres corrientes y otrora empáticos pueden convertirse en autores de masacres e instrumentos humanos de tortura.

7. Los medios son ambivalentes. Pueden servir para crear la empatía o para destruirla. Eso es lo que ha pasado ahora y siempre.

Es muy buena la descripción que hace del caso Jean Calas, protestante injustamente condenado y ajusticiado, a quién Voltaire defendió tras su muerte. Es uno de los primeros casos que conozco de influencia mediática en la Justicia.

(Lynn Hunt, La invención de los derechos humanos, Tusquets, 2010)

Crónica entrerriana

Daniel Enz, editor de Análisis Digital y reconocido periodista entrerriano, saca  con gran disciplina un libro cada dos años. El último había sido Flores para Fernanda. Ahora acaba de publicar Herencia de familia. Crónica de un triple crimen (2010). Es un retrato periodístico de un pueblo chico y un infierno grande, en el que cuatro chicos crecen en la discriminación más absoluta. Los más pequeños incluso no tenían el derecho de caminar junto a su madre en la calle. El crimen que termina con todo es tan brutal como la historia.  Se retrata un mundo de falsedades y máscaras, de personas que se desviven por integrar clubes sociales, de infidelidad y de apariencias. En el interior de un cruce de familias donde abundan conexiones de inteligencia, policíales y judiciales, se va cocinando un crímen. En la crónica de Enz está Concordia, esa localidad entrerriana que cayó desde lo más alto del status social. El tejido  que se describe en el libro tiene el color de esas  películas en las que agobia la grisura y mediocridad del ambiente y los personajes. Cuando el periodismo actual aparece abrumado y agobiado, monopolizado con la elaboración de interminables análisis políticos, aquí está la Argentina profunda. En todo el país están faltando las crónicas periodísticas del país real. En todo el país, menos en Entre Ríos.

El periodismo en las decisiones de Bush

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En sus memorias, George W. Bush, da pocas pistas sobre su percepción del periodismo. La referencia más importante que encontré es cuando describe el día siguiente de su entrega del poder a Obama. En pocas líneas dice todo: «I would read the news and instinctively think about how we would have to respond. Then I remember that decision was on someones else’s desk» (p.475).

Ese indicio de que la prensa es central en la estructuración de la gestión presidencial es confirmada por cómo estaba configurada su rutina: levantarse a eso de las 6, leer la biblia, correr un rato y luego sacarle el jugo a los diarios del día, antes del reporte habitual de la CIA.

El hecho más relevante que cuenta el libro sobre la relación con la prensa es cuando les pidió a Arthur Sulzberger Jr, publisher del The New York Times, y a Bill Keller, director del diario, que lo visiten en la Oficina Oval. Les pidió que detengan, por razones de seguridad nacional, una investigación sobre los criterios  de espionaje contra el terrorismo que estaban utilizando, el TSP (Terrorist Surveillance Programa). Allí los esperaban, además del presidente, el jefe de la agencia de seguridad nacional, y varios funcionarios centrales para explicarles entre todos porqué deberían permanecer callados.  Los periodistas hicieron pocas preguntas, según Bush,  y sólo se comprometieron a evaluar esa posibilidad. A los diez días, Keller informó a la Casa Blanca que la historia se iba a publicar. De hecho, dice Bush, cuando se lo informaron la nota ya estaba publicada en la web, con el título «Bush lets u.s. spy on callers without courts» y ese mismo día el Senado bloqueó la aprobación de una ley sobre el tema.

El presidente consideró una traición esa filtración, e inició una investigación interna desde el Departamento de Justicia  para revelar la fuente, que no llegó a nada.

Las columnas publicadas en los diarios líderes son también hechos políticos. Así interpretó Bush una columna escrita por el asesor de seguridad nacional de su padre, Brent Scowcroft, titulada «D’ont Attack Saddam». Le molestó que esa nota fuera utilizada por los críticos para perjudicarlo.

De todos modos, es evidente que existen relaciones tan fuertes y estrechas como siempre entre los funcionarios y los periodistas. Cuando Bush hizo su primer y secretísimo viaje a Iraq lo hizo en un avión presidencial con periodistas que habían recontrajurado mantener el secreto (p.265). Esto demuestra que los códigos están intactos.

En su relato del 11 de septiembre y de los días posteriores, tampoco dice mucho de los medios, pero sí de «la niebla informativa», de cómo en esos momentos se recibe información de muy distinto valor, mucha de ella que se probaría falsa, pero que incide en la toma de decisiones. Es evidente que el periodismo profesional en esas circunstancias debe evitar convertirse en una propaladora ciega de la confusión, y remarcar lo que efectivamente se puede probar.

George W. Bush, Decision Points, Random House, Washington, 2010.

Movimientos sociales y medios, según Charles Tilly

En el último libro de Charles Tilly (Los movimientos sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a Facebook, Editorial Crítica, Barcelona, 2010) se dicen algunas cosas relevantes sobre esto. Tilly ha sido un gran autor, pero este no es para nada un gran libro.

Tilly pelea contra el determinismo tecnológico de quiénes creen que los cambios en los medios permiten una transformación absoluta de los movimientos sociales. Recopila ejemplos que sí muestran una dependencia fuerte de los movimientos con respecto a los medios. Habla de una «asimetría intrínseca» que «suponía que los activistas raramente podían contar con la cobertura de los medios, apenas podían controlar el retrato que de ellos hacían y, las más de las veces, no quedaban satisfechos con el tratamiento que se les había dispensado» (p. 171). Y dice: «los teléfonos e internet, por su parte, permiten un mayor grado de simetría entre el emisor y el receptor (….) sin embargo….incluso esa simetría choca con unos limites serios, y podría homogeneizar las relaciones entre partes que ya se definen como iguales, o abrir una puerta para que los proveedores bien organizados dominaran los flujos de información. Evitemos, por lo tanto, el determinismo tecnológico: la mera invención de nuevos medios de comunicación no cambió por sí sola el carácter de los movimientos  sociales» (p. 172). Para ratificar su fobia al determinismo tecnológico, Tilly agrega: «incluso en una época como la nuestra, donde la tecnología es tan importante, los medios no engendran, por sí mismos, movimientos sociales» (p. 177).

Cita dos ejemplos importantes

(1) el caso del padre Charles Edward Coughlin, quien fue «uno de los líderes más influyentes del movimiento social norteamericano durante los años treinta (siglo xx)» (p. 173). Para Tilly ese sacerdote «fue el pionero en el uso de la radio en tanto que herramienta organizativa del movimiento social» (p. 175).

(2) el caso de su amigo Todd Gitlin, que era presidente en los años sesenta de la Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS), y ahora es un muy reconocido profesor de la Universidad de Columbia. Cuando terminó su militancia estudiantil, Gitlin empezó a estudiar qué había pasado con su organización y se centró en la relación con los medios. Escribió con eso un libro imperdible (The Whole World is Watching: Mass Media in the Making and Unmaking of the Left, 1980), que aún no he leído. Allí analiza cómo el SDS se va radicalizando para satisfacer a la cobertura mediática y eso lo saca de sus objetivos principales.

Dice Tilly: «Gitlin concluyó que la cobertura informativa animaba a los activistas a seguir siendo noticia a través de una serie de innovaciones que no siempre aportaban algo a la causa, a sustituir aquellos elementos que les decían los medios informativos por la observación directa de los efectos de sus acciones, a prestar una atención desproporcionada a símbolos, eslóganes, atuendos y actuaciones llamativas y, en ausencia de una información veraz sobre sus propios éxitos y fracasos, a moverse a caballo de la desesperación y el deseo de venganza» (p. 177)

Otro ejemplo relevante es el que da sobre China, donde el oficial El Diario del Pueblo publica en 1989 una editorial ante la manifestación de jóvenes por el funeral de Hu Yaobang, antiguo secretario general del PC Chino. Allí se habla de los jóvenes como “conspiración planeada”. Se juntan cien mil estudiantes para protestar contra esa editorial  y escala la protesta en la Plaza de  Tiananmen.

El tramo que más me gustó del libro viene cuando habla de la «integración en la política pública de las redes de confianza interpersonales» en las que «las redes de confianza son un componente mucho más sutil, pero no menos poderoso, de la democratización. Como ya han señalado muchos teóricos de la democracia, las conexiones entre redes de confianza interpersonales y la política pública afectan considerablemente a la democratización. La confianza es la presentación voluntaria de unos resultados futuros ante terceras personas, arriesgándose a la actuación impropia de terceros. El riesgo es la amenaza multiplicada por la incertidumbre. ….supeditan la reducción de la amenaza o de la incertidumbre a la actuación de otras personas sobre las que no ejercen un control absoluto. Este tipo de relaciones con el prójimo da lugar a redes de confianza. Cuando la gente se compromete con una empresa arriesgada, vinculante y a largo plazo, cuyos resultados dependen en gran medida de las actuaciones de terceras personas, suelen inscribir estas empresas en redes interpersonales cuyos participantes cumplen con sus compromisos y animan a los demás a hacer lo propio porque tienen poderosos incentivos para ello. Estas redes a menudo comparten los riesgos y apoyan a los miembros menos afortunados» (p. 256)

Aquí sí se ofrece un insight interesante para entender movimientos sociales, tanto en dictaduras como en democracias.

Periodismo en dictadura (en comic)

Existe un libro periodístico imperdible. Es un diario de viaje de un periodista que va a Corea del Norte durante dos meses, y el género que utiliza es el comic. Es el quebequense Guy Delisle y el libro se llama Pyongyang. Desde que llega a la capital de la férrea dictadura, Delisle va narrando su vida cotidiana. El va en representación de una empresa francesa a dirigir un trabajo de animación cuyos dibujos fueron subcontratados a los norcoreanos. En 176 páginas describe su llegada, su cuarto de hotel, la relación con su guía y su traductor, las visitas oficiales que le hacen hacer, la vida de la pequeña comunidad extranjera en esa extraña ciudad, y la relación que mantiene con los dibujantes a los cuáles dirige. El lleva en su viaje el libro 1984, de George Orwell, y el hilo de la narración describe su vida cotidiana en esa dictadura, tanto de los extranjeros como de los nativos. Acá hay algunos cuadros de ejemplo:

Harlem y el periodismo

Los barrios pobres suelen ser atractivos para el periodismo de clase media hegemónico. Cada tanto, los periodistas realizan visitas turísticas de inmersión. En algunos casos se quedan meses, otros van una tarde. Pero generalmente es una mirada externa. Philippe Bourgois no es periodista, sino antropólogo, y se instaló a vivir recién casado con su mujer, durante varios años en la zona más pobre de Harlem. Allí incluso tuvieron y criaron a un hijo.Su objetivo era realizar la inmersión más profunda posible en los marginales de los barrios más marginales, y lo logró. Tuvo acceso a los vendedores de crack y fue parte de su red social. En el 2002 escribió su libro En busca de respeto. Vendiendo crack en Harlem, Pensé que iba a hablar mucho de los medios de comunicación y cómo estos los representan de un forma que podría contribuir a bloquear las pocas posibilidades de salida de la marginalidad.Pero de medios y periodismo hay muy poco. En los relatos que Bourgois consigue, después de su inmersión espectacular, casi no aparecen los medios. Están fuera de los medios, no los tienen para nada en cuenta. El autor apenas explica que lo que llamamos «cultura popular» es un reprocesamiento que hace la academia, la prensa, el cine, la moda, la música, de algunas prácticas rebeldes, que luego son apropiadas por el resto de la sociedad.Es curioso también que «algunas de las expresiones linguísticas elementales con las que la clase media norteamericana se refiere a la autoestima (tales como cool, square o hip) se acuñaron en las calles de la inner city» (p. 38). Quizás una clave para orientar a los periodistas en la cobertura de estas comunidades sea la siguiente: «Debe destacarse que la mayoría de los residentes del Barrio se mantiene al margen de las drogas. El problema es que los ciudadanos que obedecen las leyes han perdido el control del espacio público. Independientemente de sus números absolutos o porcentaje relativo, la población de Harlem que trabaja con dedicación sin consumir ni traficar drogas se ve obligada a atrincherarse y a tomar una posición defensiva. La mayoría vive con miedo incluso con desdén hacia su vecindario. (…). En otras palabras, los narcotraficantes que protagonizan este libro representan una pequeña minoría de los residentes de East Harlem, pero son ellos quienes han implantado el tono de la vida pública» (p.41).

¿Cuál sería entonces una alternativa en las coberturas? Intentar inducir la reconstrucción de la vida pública en esas comunidades empoderando mediáticamente a los líderes y organizaciones barriales más positivas. En vez de ir a describir situaciones de decadencia extraordinaria, intentar visibilizar a los que luchan allí adentro.

Hilda Molina y la ayuda del periodismo internacional

La médica cubana Hilda Molina rompió con el régimen en 1994 y, a partir de ahí, se volvió dependiente de la ayuda exterior para poder sobrevivir a las presiones. En esa circunstancia era clave lo que hicieran los corresponsales que están en la isla. Es lo mismo que ha ocurrido con el periodismo internacional durante las distintas dictaduras. Los corresponsales extranjeros son una voz clave para hacer visibles a los disidentes bajo el techo de la dictadura y aumentar así los costos al régimen de reprimirlos.

En su muy entrañable autobiografía, Hilda explica su relación con los corresponsales:

“Varios periodistas extranjeros acreditados en Cuba, al tanto de rumores acerca de mi dimisión, se interesaron en mis testimonios, me entrevistaron y difundieron sus versiones de tales entrevistas. Sin embargo, salvo algunas pocas excepciones, ni estos ni otros que se hicieron eco de la noticia o que conversaron conmigo desde el exterior por la constantemente boicoteada línea telefónica, fueron capaces de captar la verdadera esencia de lo sucedido” (p. 320).

Luego escribe: “la prensa extranjera acreditada en Cuba colaboró con nuestra cruzada no obstante las amenazas de expulsión que pesan sobre sus corresponsales si no se atienen a las regulaciones del régimen. Se destacaron por su quehacer, Agencia Reuters, Agencia EFE, Agencia AP, Televisión Española, Agencia France Press, BBC, CNN (solo en los últimos años)” (p. 402)

Al final, agradece tras su llegada a la Argentina a muchos sectores, pero dedica un especial agradecimiento a seis diarios argentinos (desde La Nación a Página 12), a cinco revistas (de Caras a Veintitrés), nueve canales (desde Canal 7 hasta C5N), nueve radios muy varias, y tres propietarios de medios (Daniel Hadad, Bartolomé Mitre y Alberto Pierri), y menciona luego por el nombre casi a cincuenta periodistas argentinos, de todo pelaje y condición. Escribió que “la prensa, en especial la prensa argentina, fue el vehículo transmisor que hizo llegar hasta el corazón mismo del noble pueblo argentino, el dolor de mi familia y la lucha por reivindicar ese dolor” (p. 401).

Los tres comunicadores argentinos a los que Hilda quiere agradecer más son Mirtha Legrand, Chiche Gelblung y, sobre todo, a Oscar González Oro. Sin duda, una trinidad poderosa para instalar una demanda pública en Argentina.

Fíjense cómo en otra etapa histórica (Argentina, 1977), también los disidentes (Madres de la Plaza de Mayo) realizan un llamado desesperado a los corresponsales extranjeros:

Las villas y los medios

Acaba de salir un libro recomendable. Se llama Curas villeros: De Mugica al Padre Pepe. Historias de lucha y esperanza (Sudamericana, 2010), y es de Silvina Premat, periodista que cubre asuntos religiosos en el diario  La Nación.  

Desde el prólogo, Premat avisa lo que se viene: «Me siento a escribir estas páginas con todo el temor y el temblor de contar una historia de amor que transcurre en medio de una guerra que aún se está luchando y en la que algunos mueren, otros viven y el resto logra vivir» (p. 9).

Y el periodismo es un actor en esta «guerra».

Hay varias menciones directas e indirectas al rol de los medios, los que parecen construir un muro cognitivo que impide conocer a la sociedad villera. Se dice que el periodismo la retrata desde lejos y no es justa la representación que construye sobre ella.

Para empezar, la noticiabilidad está asociada al conflicto. Las amenazas de muerte hicieron famoso al Padre Pepe, de la villa 21-24. Premat escribe que cuando los curas villeros convocaron a una conferencia de prensa para presentar un documento sobre el paco, asistió una tercera parte de periodistas que cuando se produjo la amenaza de muerte, (p. 16). En otro episodio, hace quince años, los periodistas recién entraron a la villa cuando los villeros se defendían con piedras de las topadoras que mandó el intendente Jorge Domínguez. O, durante una huelga de hambre de los curas ese mismo año, se refiere a «los periodistas (…) que velaban por llevarse la imagen de un cura en una camilla hacia el hospital». (p.259)

Del lado bueno, los periodistas también están asociados a la protección de los villeros. Los curas villeros solo levantaron aquella huelga de hambre cuando el gobierno porteño se comprometió ante las cámaras de televisión que no habría violencia contra las villas y que se suspendían las erradicaciones.

Ese bloqueo cognitivo tiene que ver con que las historias de la villa están contadas por periodistas de una ciudad que no considera propias esas zonas urbanas hundidas. Son ocupantes transitorios, en proceso de migración, aunque esos asentamientos lleven en algunos casos más de sesenta o setenta años. El periodismo urbano oficial viaja a las villas, de la misma forma que un corresponsal de guerra en un país en el que no conoce el idioma.

Dice un cura villero: «En general, la gente de afuera piensa que esto es una tortura y que nosotros somos unos héroes, nos admiran y nos dicen: !qué obra la que hace usted padre! Nosotros nos reímos de eso. Para nosotros no es así. Yo no sufro más que los curas de afuera. Esto pasa porque el de afuera no sabe lo que es esto; tiene una imagen creada por los medios y el morbo de todos y se relacionan con esa imagen. (…). Todos los que viven acá son víctimas de ese ideario colectivo de lo que es la villa; algunos no consiguen trabajo por vivir acá o lo pierden cuando trasciende dónde viven» (p. 169).

El libro tiene un anexo muy interesante que reune los documentos del orígen de los curas villeros, en los violentos sesenta y setenta, cuando varios de aquellos sacerdotes fueron demasiado ambiguos o tardíos en la condena a la violencia guerrillera, con los documentos de los actuales curas villeros.

Se percibe en el discurso de ambos momentos históricos la misma preocupación por este bloqueo cognitivo del que los medios son al menos co-responsables. En el documento del 28 de diciembre de 1969 los curas hablan de la «falsa imagen de indolencia y vicios con que ‘los del asfalto’ pretenden cubrir la triste realidad de las villas, para eludir su responsabilidad social respecto de las mismas». (p.274)

En el documento de junio del 2007 («Reflexiones sobre la urbanizacion y el respeto por la cultura villera») los actuales curas villeros dicen: «Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta a la que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires». (p. 276). En el documento de marzo del 2009 («La droga en las villas: Despenalizada de hecho»), dicen: «Ante la confusión que se genera en la opinión pública con la prensa amarilla que responsabiliza a la Villa del problema de la droga y la delincuencia, decímos claramente:  el problema no es la Villa sino el narcotráfico». (p. 281)

En este documento los sacerdotes proponen una solución para el desastre de las adicciones, que debería ser tenida en cuenta en nuestros criterios de noticiabilidad periodística:

«Nos parece que se trata principalmente de crear ámbitos de contención y escucha de nuestros niños, adolescentes y jóvenes -en este sentido no es menor todo lo que se haga para fortalecer a sus familias-. Ámbitos de recreación y de construcción de un proyecto real para su vida. (…) Muy unido al tema de consumo de droga, tal vez como una de sus grandes causales está la falta de sentido, de un horizonte hacia el cual caminar. El aburrimiento, el tedio, el no tener qué hacer, van minando la pasión por la vida y donde no hay pasión por ella, aparece la adicción. El gran trabajo de prevención nos parece que tiene que tener como eje el mostrar que la vida tiene sentido. Por eso nos parece que las adicciones son principalmente enfermedades espirituales, sin negar obviamente su dimensión biológica y psicológica». Citan un documento de la Conferencia Episcopal Argentina que ratifica esto y nos puede ayudar como periodistas: «La deuda social es también una deuda existencial de crisis de sentido de la vida: se puede pensar legítimamente que la suerte de la humanidad está de manos de quienes sepan dar razones para vivir». Y siguen: «El sentido de la vida se adquiere por contagio, los valores se descubren encarnados en personas concretas, por eso, la importancia fundamental de generar en nuestros barrios líderes positivos que puedan transmitir valores vividos por la fuerza de su testimonio».(p. 284)

¿Cuál sería la receta?: «El primer paso es acercarse a los chicos, no esperar a que estos golpeen las puertas de las instituciones. (…). Este primer paso es acercar el corazón. Corazón que se acerca es corazón que se ve y se deja tocar por este doloroso grito y por eso se pone a su escucha. El hábito de la escucha no es algo común en nuestros días y es esencial para un verdadero encuentro. (….). Acercarse, caminar los barrios, escuchar, encontrarse es el primer paso imprescindible». (p. 287)

Los niños y adolescentes villeros sufren también la agenda  y las imágenes que construimos desde el periodismo: «Hoy vivimos la cultura de la imagen. Si esto se logra en gran parte se adueñan de nuestra vida. (….) hay una responsabilidad grande de los publicistas y de los medios de comunicación en general, valga como ejemplo este verano (por el último): por un lado la propaganda de una bebida alcohólica en la playa que al parecer era sinónimo de plenitud y alegría, por otro lado la realidad de la violencia como consecuencia del exceso de alcohol en muchos jóvenes en la costa. Tal vez esto sea una llamada de atención para que veamos que como sociedad estamos dejando muy solos a nuestros adolescentes y jóvenes. No les enseñamos qué hacer frente al aburrimiento, la tristeza, la bronca o la soledad, etc». (p. 288)

También Jorge Fernández Díaz escribió una magnífica nota sobre el tema: «El párroco de la calle de la muerte«, en La Nación del 23 de abril del 2009.

No pienses en un elefante (pero es imposible)

El «activista cognitivo» George Lakoff escribió hace seis años un libro que es un manual para periodistas que cubren diariamente el debate político. Un periodista que lea este libro puede darle un grado más de profundidad a su cobertura, por entender mejor tanto a los contendientes como también las formas en que la audiencia aprehende la discusión política. 

El eje central de la argumentación de Lakoff: “Los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Como consecuencia de ello, conforman las metas que nos proponemos, los planes que hacemos, nuestra manera de actuar y aquello que cuenta como el resultado bueno o malo de nuestras acciones. En política nuestros marcos conforman nuestras políticas sociales y las instituciones que creamos para llevar a cabo dichas políticas. Cambiar nuestros marcos es cambiar todo esto. El cambio de marco es cambio social” (p. 17).

Y sigue: «”(los marcos) forman parte de lo que los científicos cognitivos llaman el “inconsciente cognitivo” – estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias: nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común. También conocemos los marcos a través del lenguaje. Todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales. Cuando se oye una palabra, se activa en el cerebro su marco (o su colección de marcos). Cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo. Es cambiar lo que se entiende por sentido común. Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos requiere  un nuevo lenguaje. Pensar de modo diferente, requiere hablar de modo diferente» (p. 17).

El objetivo de Lakoff es darle argumentos a los demócratas para que le ganen en el debate a los republicanos. La cantidad de consejos (para todos) es interminable.  Quizás el principal sea el siguiente:  «El enmarcado tiene que ver con elegir el lenguaje que encaja en tu visión del mundo. Pero no solo tiene que ver con el lenguaje. Lo primero son las ideas. Y el lenguaje transmite esas ideas, evoca esas ideas”.  Y luego sugiere: “Si mantienes su lenguaje y su marco, y te limitas a argumentar en contra, pierdes tu, porque refuerzas su marco” (p. 58). De ahí viene la metáfora del elefante. Lakoff entrena a sus estudiantes a evitar por completo referirse a los marcos de interpretación de sus contendientes. El elefante es el símbolo del Partido Republicano.

La opuesta cosmovisión de los republicanos y los demócratas es atribuida por Lakoff a una diferente concepción sobre la familia: la polaridad entre el padre protector y el padre estricto. De esa diferente concepción de la familia, surge según Lakoff la diferente concepción sobre la nación (p. 26).

Para los periodistas es importante la destrucción de algunos «mitos iluministas» que son nociones constitutivas del campo periodístico, como aquel que dice que la simple exhibición de los hechos alcanza para que la gente, racionalmente, llegue a la verdad de las cosas. Lakoff, siguiendo en la tradición de los científicos cognitivos, piensa que eso no ocurre así: “la gente piensa mediante marcos. (…). La verdad para ser aceptada tiene que encajar en los marcos de la gente. Si los hechos no encajan en un determinado marco,  el marco se mantiene y los hechos rebotan. La neurociencia nos dice que cada uno de nuestros conceptos –los conceptos que estructuran nuestro modo de pensar a largo plazo- están incrustados en la sinapsis de nuestro cerebro. Los conceptos no son cosas que pueden cambiarse simplemente porque alguien nos cuente un hecho. Los hechos se nos pueden mostrar, pero, para que nosotros podamos darles sentido, tienen que encajar con lo que ya está en la sinapsis del cerebro” (p 39).

Finalmente habla a los periodistas: «Cambiar de marco es una tarea de todos y de cada uno. En especial, de los periodistas. (…) los periodistas tienen la obligación de enterarse de cuándo intentan llevárselos a su terreno y deberían negarse a seguir este camino. (…) los periodistas tienen la obligación especial de estudiar el enmarcado y de aprender a ver de marcos motivados políticamente, incluso cuando esos marcos han llegado a ser aceptados como algo cotidiano y un lugar común” (p. 81).

Lakoff fundó el think tank Instituto Rockridge, que se cerró en el 2008 y se dedicó a estudiar y a promover la discusión sobre los marcos del debate político estadounidense, y ahora es asesor de Fenton Communications, una empresa de PR dedicada a promover causas de bien público.

El libro reseñado se llama No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. George Lakoff, Editorial Complutense, Madrid, 2007. La primera edicion fue del año 2004, un año después de la invasión a Iraq.

Periodismo, percepciones y arte contemporáneo

La revista Artforum es posiblemente el medio periodístico más influyente en el mundo del arte contemporáneo. Tenemos algunos indicios: los guionistas de Bart Simpson ilustran su llegada a la cima artística cuando aparece en la tapa de Bartforum, mientras que Sarah Jessica Parker y Mikhail Baryshnikov leen Artforum en un episodio de Sex and the City.

La periodista Sarah Thornton describe en su libro Siete Días en el Mundo del Arte (Edhasa, Buenos Aires, 2009) los diferentes territorios clave donde se construyen las percepciones y los valores del arte contemporáneo: la subasta, la clase, la feria, el premio, el estudio del artista,  la gran exposición y, más interesante para nosotros, «la revista». A ella le dedica el capítulo cinco.

«Nuestra reputación depende de toda una historia de esforzarnos por ser objetivos en un mundo de subjetividad. Claro que una opinión objetiva es un oxímoron, pero eso nunca nos detuvo», dice Charles Guarino, uno de los directivos de la revista desde hace tres décadas.

Según Thornton ese medio tiene una reputación de integridad que hace que, a pesar de tener a los galeristas como anunciantes, estos no pueden influir sobre las reseñas de las obras que hacen sus periodistas. Otra de las claves para convertirse en el medio de referencia es el rigor con el que se trata la información. «Pasamos una increíble cantidad de tiempo verificando hechos, asegurándonos de tener las dimensiones y los materiales precisos de cada obra, etcétera», dice Tony Korner, el principal accionista.

Durante todo el libro,  Thornton pinta el juego de percepciones de los coleccionistas, los galeristas, los artistas, los académicos y la relación que cada uno de ellos mantiene con el periodismo. También se sienten un poco la vanguardia del campo, aunque se preocupan de trabajar sobre los artistas emergentes avanzados y no se apuran a visibilizar a los apenas emergentes. En la redacción hay varios editores y periodistas que creen que el arte va cincuenta años adelante de los escritores.

La revista es un actor clave en la construcción de las reputación, pero no es el único. Thornton explica que «no hay una cadena lineal de influencia; cada participante produce su vaivén, y el consenso va tomando forma de espiral» (p. 152).

El columnista de arte del New Yorker, Peter Schjeldahl, le dice a Thornton un párrafo divertido: «Un gran crítico de arte es lo último que obtiene cualquier civilización. Empiezas con una casa, después pones un farol en la calle, una estación de servicio, un supermercado, un centro de artes escénicas, un museo. (…) no vas a encontrar un buen crítico de arte en St. Louis. Para ser un buen crítico tienes que ser capaz de ganarte un enemigo por semana, y aun así nunca quedarte sin amigos. En este país, eso pasa en Los Angeles y en Nueva York. De otro modo, tendrás que mudarte todo el tiempo» (p. 155).

Artforum vendía 60 mil ejemplares en el 2009, el 65 % en Estados Unidos. La revista que estaría más cerca en prestigio es la británica Frieze.

(Último número de Artforum, Summer 2010)

Entre los diferentes actores del campo construyen una reputación y luego esta se consolida en un precio. Veamos algunos de los últimos resultados de este juego de percepciones: 

En 1988 se vendió esta obra, llamada False Start, de Jaspers Johns, en 17.7 millones de dólares:

En junio del 2007 fue superado ese valor por Damien Hirst, con Lullaby Spring, en 22.7 millones:

En noviembre del 2007  se vendió en 23.6 millones la obra Hanging Heart, de Jeff Koons:

Y Lucian Freud los superó con su Benefits Supervisor Sleeping, vendido en 33.6 millones:

Comunicación y poder según Manuel Castells

Nunca había leído en serio a Castells. Es una referencia sin duda del campo pero siempre aprendí cosas de él  a través de terceros. Su último libro Comunicación y Poder era mi oportunidad.

Para analizar su objeto de estudio, reune varios campos que tienen pocas relaciones entre sí en la academia. Sobre todo, llama a la neurociencia a que asista a la ciencia de la comunicación y a la ciencia política y social.

“Mi hipótesis de trabajo es que la forma esencial de poder está en la capacidad para modelar la mente. La forma en que sentimos y pensamos determina nuestra manera de actuar, tanto individual como colectivamente. Es cierto que la coacción y la capacidad para ejercerla, legítimamente o no, constituyen una fuente básica de poder, pero la coacción por sí sola no puede afianzar la dominación. La capacidad para lograr el consentimiento o al menos para instilar miedo y resignación respecto al orden existente es fundamental para imponer las reglas que gobiernan las instituciones y las organizaciones de la sociedad”. …..”Si la batalla primordial para la definición de las normas de la sociedad y la aplicación de dichas normas a la vida diaria gira en torno al moldeado de la mente, la comunicación es fundamental en esta lucha, ya que es mediante la comunicación como la mente humana interactúa con su entorno social y natural” (p. 24).

Si bien tiende a deslocalizar el poder, tanto desde el punto de vista territorial como en un actor político específico, dice:  «podemos afirmar que la influencia más importante en el mundo de hoy es la transformación de la mentalidad de la gente. Si esto es así, los medios de comunicación son las redes esenciales, ya que ellos, organizados en oligopolios globales y sus redes de distribución, son la fuente principal de los mensajes y las imágenes que llegan a la mente de las personas” (p.55)

En forma más precisa, en la red de los poderosos propone hablar de programadores y enlaces: “En un mundo de redes, la capacidad para ejercer control sobre otros depende de dos mecanismos básicos: 1) la capacidad de constituir redes y de programar/reprogramar las redes según los objetivos que se les asignen; y 2) la capacidad para conectar diferentes redes y asegurar su cooperación compartiendo objetivos y combinando recursos, mientras que se evita la competencia de otras redes estableciendo una cooperación estratégica. Denomino a quienes ostentan el primer poder programadores, y a quienes ostenta el segundo, enlaces (switchers)» (p.76).

Luego agrega: «“Los programadores y los enlaces son aquellos actores y redes de actores que, gracias a su posición en la estructura social, ejercen el poder para crear redes, la forma suprema de poder en la sociedad red» (p. 79).

Es un error pensar que este es un nuevo libro teórico para justificar porqué el poder siempre gana. Le dedica un capítulo entero a explicar cómo el poder pierde también el poder. “La resistencia al poder programado en las redes también se lleva a cabo por y mediante redes….. una característica central de la sociedad red es que tanto las dinámicas de la dominación como las de resistencia están basadas en la formación de redes y en la estrategia de ataque y defensa mediante redes” (p. 80)

El capítulo 3, «Redes de mente y poder», fue el más novedoso para mi. Allí hace un mix muy sugestivo entre la teoría del framing, y otras similares, y la neurociencia. Acá transcribo una síntesis apretada de eso: «Los marcos son redes neuronales de asociación a las que se puede acceder desde el lenguaje a través de conexiones metafóricas. Enmarcar significa activar redes neuronales específicas. En el lenguaje, las palabras se asocian en campos semánticos. Estos cambios semánticos se refieren a marcos conceptuales. Así pues, el lenguaje y la mente se comunican por marcos que estructuran narraciones que activan redes cerebrales. Las metáforas enmarcan la comunicación seleccionando asociaciones específicas entre el lenguaje y la experiencia a partir del mapa del cerebro» (p. 197)

En el capítulo 5, «Reprogramando las redes de comunicación», se refiere a cómo construir poder frente al poder establecido: «en la sociedad red la batalla de las imágenes y los marcos mentales, origen de la lucha por las mentes y las almas, se dirime en las redes de comunicación multimedia. Estas redes están programadas por las relaciones de poder incnorporadas en ellas… Es decir, el proceso de cambio social precisa de la reprogramación de las redes de comunicación en cuanto a sus códigos culturales y los valores e intereses sociales y políticos implícitos que transmiten” (p. 396). Los ejemplos que utiliza son el movimiento ecologista, la semana posterior al atentado en Madrid del 11-M y la campaña de Obama.

Los cambios tecnológicos son liberadores en la medida en que los sujetos que se comunican tienen libertad para hacerlo: «cuanto más grande sea la autonomía de los sujetos comunicadores respecto a los controladores de los nodos de comunicación sociales, mayores serán las oportunidades para introducir mensajes que cuestionan los valores dominantes y los intereses en las redes de comunicación. Por eso el nacimiento de la autocomunicación de masas…proporciona nuevas oportunidades de cambio social en una sociedad que está organizada, en todos los campos de actividad, alrededor de una metarred de redes de comunicaciones electrónicas” (p.531)

En sus conclusiones, Castells escribe: » no identifico a los actores sociales concretos que ostentan el poder. Planteo una hipótesis: en todos los casos son redes de actores que ejercen el poder en sus respectivas áreas de influencia a través de las redes que construyen en torno a sus intereses. Al mismo tiempo propongo la hipótesis de la centralidad de las redes de comunicación para llevar a cabo el proceso de construcción de poder de cualquier red. También sugiero que la conexión de diferentes redes es una fuente fundamental del poder» (p. 551).

Libro: Manuel Castells, Comunicación y poder, Alianza editorial, Madrid, 2009.

Obama y el periodismo

Mientras era senador federal por Illinois, Obama escribió sobre sus experiencias con los medios. Ya entonces consideraba que la prensa propulsaba su meteórica carrera, y eso también lo prevenía frente a ella: «Precisamente porque he visto cómo la prensa me ha alzado a unas cimas a las que puede que me cueste llegar, soy consciente de lo rápido que puede funcionar el proceso inverso» (p. 129). David Axelrod ya era su consultor en el tema.

La Audacia de la Esperanza (Editorial Península, Barcelona, 2009) es un gran libro. Los capítulos «Fe», «Raza» y «Familia» son excelentes insights a su vida y a su sociedad. Y en el capítulo al que llama simplemente «Política» le dedica interesantes páginas para describir su visión de cómo el periodismo interactúa con los políticos. Si bien reconoce las virtudes de una «prensa exigente» (p. 140), finalmente coincide con la clase política internacional en tener una visión mas bien crítica del periodismo. Sus críticas principales son:

* Crecimiento de la prensa partisana: «Lo que actualmente llama más la atención es la aparición de una prensa desvergonzadamente partidista: tertulias de radio, Fox News, columnistas de periódicos, el circuito de tertulias del cable y, más recientemente, los bloggers, todos ellos intercambiando insultos, acusaciones, rumores e insinuaciones veinticuatro horas al día, siete días a la semana (…)  no se puede negar que todo ese ruido y furia, magnificados a través de la televisión e Internet, vuelven más áspera  la cultura política. Hace que los temperamentos se enciendan y contribuye a fomentar la desconfianza”. (p. 129)

* Concepto de objetividad demasiado neutro: «… incluso entre los periodistas más escrupulosos, la objetividad viene a significar publicar los argumentos de ambas partes sin manifestar ninguna perspectiva sobre qué parte puede llevar razón» (p. 133)

* La inexistencia de lo que nosotros, no Obama, llamamos ‘base informativa común’: «Ahora no existe ninguna figura con autoridad….al que todos escuchemos y en quien confiemos para que nos diga cual de dos versiones contradictorias es la verdadera. En vez de eso los medios están divididos en mil fragmentos, cada uno de ellos con su propia versión de la realidad, cada uno de ellos pidiendo la lealtad de una nación dividida. Según cuales sean sus preferencias mediáticas, el cambio climático global se está acelerando rápidamente o no; el déficit presupuestario está subiendo o bajando. (…). La ausencia de un mínimo acuerdo sobre los hechos hace que cualquier opinión valga lo mismo y, por tanto, elimina las posibilidades de un compromiso sensato. Recompensa no sólo a los que tienen razón sino a aquellos –como la oficina de prensa de la Casa Blanca- que pueden emitir su mensaje más alto, con mayor frecuencia, mayor obstinación y con mejor telón de fondo” (p.135).

* Falta de rigor:  Se refiere con un ejemplo al que considera «el aspecto más sutil y corrosivo de los medios modernos: como una historia en particular, repetida una y otra vez lanzada al ciberespacio a la velocidad de la luz, acaba convirtiéndose en una realidad; cómo las caricaturas políticas y los fragmentos de ideas preconcebidas se alojan en nuestro cerebro sin que jamás dediquemos tiempo a examinarlos» (p.132). Esta crítica incluye a los periodistas, comunicadores diversos y a las audiencias.

* Facilidad para integrarse a procesos de manipulación: «La manipulación funciona…precisamente porque los propios medios la acogen con entusiasmo. Todos los periodistas de Washington trabajan bajo la presió que les imponen sus directores y productores, que a su vez responden ante sus editores o ejecutivos de la cadena, que a su vez se pasan el día repasando las audiencias de la semana pasada o las cifras de circulación del año pasado y tratan de sobrevivir a un público que cada vez más prefiere jugar con su PlaySation y ver los realities. Para cumplir esa fecha límite, para mantener la cuota de mercado y alimentar a la bestia de las noticias por cable, los periodistas se mueven en manadas, se alimentan de los mismos comunicados de prensa, de las mismas situaciones y actos prefabricados, de las mismas cifras de siempre. El caso es que para los lectores y espectadores que andan siempre muy ocupados y consumen esporádicamente las noticias, las historias más trilladas son hasta cierto punto bienvenidos. Les exigen poco tiempo y esfuerzo; son rápidas y fáciles de digerir. A todo el mundo le resulta más sencillo aceptar la manipulación» (p. 133)

* Promover conflictos: «(…) viejo recurso periodístico del conflicto personal. Es difícil negar que la cortesía política ha declinado en la última década y que los partidos difieren en cuestiones políticas fundamentales. Pero al menos parte de ese declive de la cortesía puede atribuirse directamente al hecho que, al menos desde el punto de vista de la prensa, la cortesía es aburrida» (p. 134)

El pianista en el burdel

En su último libro, El Pianista en el Burdel, Juan Luis Cebrián, director fundador del diario El País de Madrid, ratifica lo que venimos diciendo en este seminario: «Existen dos condiciones básicas para un diario de referencia: la crediblidad y la independencia. La rentabilidad es garantía del mantenimiento de esta última, y constituye a la vez la base de la calidad profesional. La actividad editorial de un periódico se resume en un pacto entre sus lectores, los periodistas que lo escriben y los accionistas de la empresa. Sin esa comunicación de intereses, el fracaso está asegurado».  Unas páginas antes había escrito: «Entre la arrogante disposición de los periodistas –frecuente en los comunicadores de radio y televisión- a proclamar que a ellos no les manda ni dios sobre lo que tienen que hacer o decir, y la estúpida suposición de que los medios son la voz de su amo y responden única o primordialmente a los deseos del dueño, existen un sinfín de matices y contradicciones que configuran el mundo real. La independencia de un medio de comunicación solo puede existir si sus propietarios y gestores tienen un compromiso genuino con las características propias de la empresa que dirigen». Por último, y para terminar con las visiones maniqueas clásicas del octubre de furia anti-medios que vivimos en octubre en Argentina, Cebrían escribió: «La experiencia demuestra que los grandes conglomerados son capaces de respetar la autonomía de los periodistas y creadores, la libertad puede convivir con ellos”.

El libro empieza con una frase muy graciosa: «No le digáis a mi madre que soy periodista, prefiero que siga creyendo que toco el piano en un burdel».