Una tierra prometida. Barack Obama. Debate, Buenos Aires. 2020.
OBAMA CREE QUE EL PERIODISMO AYUDÓ A AFLOJAR LOS GUARDARRAILS
Para Barack Obama el rol del periodismo en la política ha sido un tema de gran importancia. Casi se podría hablar de una visión Obama sobre el periodismo, que tiene muchos puntos de coincidencia con lo que piensan muchos políticos del mundo, más allá de su diferente orientación ideológica. La importancia del periodismo para un presidente de Estados Unidos es enorme, tal como se desprende del primer tomo de Memorias del presidente Obama. Las acciones de la prensa como desencadenantes de procesos políticos, de condicionantes o incentivos para tomar determinadas decisiones.
Con su anterior libro, hace once años, también habíamos señalado algo similar: https://periodismoydemocracia.wordpress.com/2010/07/07/obama-y-el-periodismo/
Durante estas memorias se nota la centralidad de la prensa en sistema político estadounidense. Entre otras cosas, las campañas electorales necesitan dinero y ese dinero se usa en gran medida para hacer avisos en televisión y en las redes. Si no se llega a un mínimo escalón de visibilidad a través de esos mecanismos, prácticamente no hay campaña posible. Influir desde los medios se convierte entonces en una precondición de una carrera política. Las campañas de recaudación de fondos, de acuerdo a la descripción de Obama, es sobre todo un mecanismo para adquirir un capital de visibilidad mediática clave.
Obama, como cualquier político astuto, conoce a los periodistas y los puede predecir.
En su campaña política en Chicago y, sobre todo, cuando fue senador federal en Washington, fue hábil para aprovechar su singularidad de ser el único senador afroamericano, lo que le dio una visibilidad tal que lo empujó a la puerta de la candidatura presidencial. Durante su presidencia también intentó gestionar las primicias. E incluso en las cumbres internacionales supo amenazar a líderes de otros países con hacer declaraciones a la prensa para dañarlos. También entiende a la prensa como un factor fundamental para generar los consensos sociales que pueden promover su agenda.
Apenas llegó a la Casa Blanca se dio cuenta que en toda salida suya –pública o privada- habría una van provista por el gobierno con periodistas y fotógrafos que lo seguía. El trato era que él sacrificaba su vida privada a cambio de que sus hijas quedaran afuera del asedio mediático, algo que parece haberse cumplido. Por supuesto en el Air Force One hay un lugar para catorce periodistas y siempre estaban.
Obama describe una transformación de la política democrática que es en gran medida impulsada por el nuevo ecosistema mediático. El debate público finalmente llevó que como dice Obama “las viejas normas ya no valían”. A lo que Obama agrega la expansión de los canales de noticias de 24 horas. De alguna forma, dice, hay una gran incompatibilidad entre las negociaciones de trastienda y los canales de 24 horas. El movimiento del Tea Party nació cuando había todo un ecosistema informativo y periodístico conservador que antagonizaba con la agenda de Obama a niveles extremos. El ve una “prensa de derechas cada vez más nativista” (746). Había un sector importante de prensa que estaba dispuesto a difundir y promover información falsa y un estilo agraviante. A eso se refiere Obama cuando dice que “si en otra época hubo guardarrailes que marcaban los límites del discurso político aceptable estos llevaban ya mucho tiempo derribados” (816). Y no era solamente Trump quien “entendía que daba igual si lo que decían era cierto o no”. Obama dice que el liderazgo del Partido Republicano actuaba de la misma forma (817). Esa forma de instalar mentiras, que la forma de funcionar de la prensa difundía, incluso la que no era republicana, llevó a que casi el 40 % de los que simpatizaban con los republicanos pensaban que Obama no había nacido en Estados Unidos (816). El equipo de Obama pensó que los medios finalmente se cansarían de “la obsesión de Trump con mi nacimiento”, pero ”los programas de la televisión por cable dedicaban extensos apartados a Trump y sus teorías” (828). En un momento, enojado, y contra la opinión de su equipo, Obama declaró: “no podremos resolver nuestros problemas si nos atraemos con distracciones secundarias y charlatanes de feria….me dirijo a la gran mayoría del pueblo estadounidense, y también a la prensa. No tenemos tiempo para estas estupideces. Tenemos mejores cosas que hacer” (829).
Y, por supuesto, Obama vivió un continuo crecimiento de una prensa opositora cuyo eje era Fox News, de Rupert Murdoch, y que se extendía a locutores de radio y blogueros muy populares en muchas de partes de Estados Unidos. Ese bloque de medios sembrando y cosechando un crecimiento de un imaginario conservador muy crítico de Obama y sus políticas, el que luego produciría a Trump.
Como todos los años, en la cena anual de los corresponsales de la Casa Blanca se invita al presidente y en el 201x fue Obama y estaba Trump entre los invitados. Obama hizo muchos chistes sobre Trump y los periodistas se reían cómplices. “Trump era un espectáculo y, en el Estados Unidos del 2011, eso era una forma de poder”. Por eso Obama sabía que “los mismos periodistas que se reían de mis bromas seguirían dedicándole tiempo en antena; sus directores matarían por tenerlo sentado a su mesa. Lejos de verse condenado al ostracismo por las conspiraciones que había difundido, era más relevante que nunca” (838).
Pero Obama no solo cuestiona a los medios conservadores sino que, también a los que podrían tener una afinidad con su gestión, los acusa de tener una práctica profesional que evitaba reconocer las mentiras explícitas con las que se lo acusaba. Eso es lo que llama el “moderno estilo de cobertura de las noticias”; y dice “fui víctima de la línea que separaba a las noticias del entretenimiento. Nunca se plantaron ante Trump…esos periodistas no le daban credibilidad a las denuncias de Trump, pero se repetían sin pausa en sus medios….”y cuanto más oxígeno les daban los medios, más dignas de crédito parecían” (816). El periodismo de Estados Unidos ya había debatido esto hace sesenta años, durante las acusaciones del senador Joe McCarthy, que dio origen al macartismo. Y eso solo fue interrumpido cuando los periodistas resolvieron refutar en vivo a quienes hacían las acusaciones, como hizo el célebre periodista Ed Murrow ante el propio senador en un recordado programa de televisión. Esta actitud del periodismo mainstream frente a Trump otra vez volvió a ser aprovechado para darle vigencia a mentiras insostenibles.
Su catálogo de críticas al periodismo es el siguiente:
- Las “las objeciones triviales” pueden convertirse en el eje de la discusión de una política pública.
- Se refiere a “las típicas preguntas de un periodista” que piden acortar los procesos decisorios (“cuantas personas más van a tener que morir para que se resuelva”), que ponen el foco en algo trivial y se oscurece una política pública, algo que se agravaba en las cumbres internacionales donde los detalles rápidamente adquirían más impacto que el contenido de la cumbre.
- El llamado backstage journalism es el que se espera que revele las negociaciones de “trastienda” entre los legisladores, pero eso parece sacar toda legitimidad a acuerdos políticos que sirven para sacar leyes importantes. Estas negociaciones de trastienda son típicas del Senado donde la mayoría republicana era la dominante durante su gestión.
- Cierto cansancio también de los medios a recibir explicaciones de los presidentes como si ese “tono profesoral” molestara a la prensa.
- Describe una lógica de creciente hostilidad de la prensa con un gobierno que lleva a una situación de crisis periódicas. Obama describe cómo además las fotos y videos que la prensa elige para ilustrar las notas sobre él, están basadas en la visión que en ese momento tiene la prensa, y por lo tanto ponen buenas y lindas fotos cuando perciben que está fuerte y sólido, y fotos menos atractivas cuando perciben que el presidente no está pasando un buen momento. Esa selección de las imágenes obviamente refuerza ese encuadre.
- Siempre intentó evitar las filtraciones internas generadas por competencias de grupos internos de su gobierno, y él considera que tuvo bastante éxito en eso.
Cuando se produjo la primavera árabe también se sintió muy presionado por la prensa. Primero, porque los periodistas estadounidenses, muchos de los cuáles simpatizaban con estas revoluciones, habían detectado diferencias de criterio en su gobierno sobre el grado de intervención que Estados Unidos debía tener; y, segundo, por el rol de Al Jazeera, que fogoneaba las protestas y generaba rispideces entre los países árabes. También la riesgosa intervención contra Gadafy en Libia estuvo bajo alta presión del periodismo estadounidense. Son operaciones que al tener gran visibilidad mediática tienen que reducir al máximo el margen de error.
En una de las revelaciones más interesantes del libro en la relación entre gobierno y prensa, describe cómo el Pentágono utilizaba a la prensa para sostener su autonomía frente a él como presidente, para imponerle sus planes y bloquear los del presidente, hasta el punto que Obama tenía que reafirmar la subordinación militar al poder civil en una democracia. “No me digan lo que tengo que hacer desde la portada de mi periódico matinal”. Desde siempre las guerras se pelean también en la prensa. Cuando un general dio una entrevista a Rolling Stone donde expuso críticas internas, el pedido de renuncia fue inmediata.
Por último, y una vez más, a medida que el presidente decide darle más visibilidad en la prensa al retorno de los militares muertos de las guerras, ese presidente está preparando la salida de ese conflicto (532).