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Obama y el periodismo (II)

Una tierra prometida. Barack Obama. Debate, Buenos Aires. 2020.

OBAMA CREE QUE EL PERIODISMO AYUDÓ A AFLOJAR LOS GUARDARRAILS

Para Barack Obama el rol del periodismo en la política ha sido un tema de gran importancia. Casi se podría hablar de una visión Obama sobre el periodismo, que tiene muchos puntos de coincidencia con lo que piensan muchos políticos del mundo, más allá de su diferente orientación ideológica. La importancia del periodismo para un presidente de Estados Unidos es enorme, tal como se desprende del primer tomo de Memorias del presidente Obama. Las acciones de la prensa como desencadenantes de procesos políticos, de condicionantes o incentivos para tomar determinadas decisiones.

Con su anterior libro, hace once años, también habíamos señalado algo similar: https://periodismoydemocracia.wordpress.com/2010/07/07/obama-y-el-periodismo/

Durante estas memorias se nota la centralidad de la prensa en sistema político estadounidense. Entre otras cosas, las campañas electorales necesitan dinero y ese dinero se usa en gran medida para hacer avisos en televisión y en las redes. Si no se llega a un mínimo escalón de visibilidad a través de esos mecanismos, prácticamente no hay campaña posible. Influir desde los medios se convierte entonces en una precondición de una carrera política. Las campañas de recaudación de fondos, de acuerdo a la descripción de Obama, es sobre todo un mecanismo para adquirir un capital de visibilidad mediática clave.

Obama, como cualquier político astuto, conoce a los periodistas y los puede predecir.

En su campaña política en Chicago y, sobre todo, cuando fue senador federal en Washington, fue hábil para aprovechar su singularidad de ser el único senador afroamericano, lo que le dio una visibilidad tal que lo empujó a la puerta de la candidatura presidencial. Durante su presidencia también intentó gestionar las primicias. E incluso en las cumbres internacionales supo amenazar a líderes de otros países con hacer declaraciones a la prensa para dañarlos. También entiende a la prensa como un factor fundamental para generar los consensos sociales que  pueden promover su agenda.

Apenas llegó a la Casa Blanca se dio cuenta que en toda salida suya –pública o privada- habría una van provista por el gobierno con periodistas y fotógrafos que lo seguía. El trato era que él sacrificaba su vida privada a cambio de que sus hijas quedaran afuera del asedio mediático, algo que parece haberse cumplido. Por supuesto en el Air Force One hay un lugar para catorce periodistas y siempre estaban.

Obama describe una transformación de la política democrática que es en gran medida impulsada por el nuevo ecosistema mediático. El debate público finalmente llevó que como dice Obama “las viejas normas ya no valían”. A lo que Obama agrega la expansión de los canales de noticias de 24 horas. De alguna forma, dice, hay una gran incompatibilidad entre las negociaciones de trastienda y los canales de 24 horas. El movimiento del Tea Party nació cuando había todo un ecosistema informativo y periodístico conservador que antagonizaba con la agenda de Obama a niveles extremos. El ve una “prensa de derechas cada vez más nativista” (746). Había un sector importante de prensa que estaba dispuesto a difundir y promover información falsa y un estilo agraviante. A eso se refiere Obama cuando dice que “si en otra época hubo guardarrailes que marcaban los límites del discurso político aceptable estos llevaban ya mucho tiempo derribados” (816). Y no era solamente Trump quien “entendía que daba igual si lo que decían era cierto o no”. Obama dice que el liderazgo del Partido Republicano actuaba de la misma forma (817). Esa forma de instalar mentiras, que la forma de funcionar de la prensa difundía, incluso la que no era republicana, llevó a que casi el 40 % de los que simpatizaban con los republicanos pensaban que Obama no había nacido en Estados Unidos (816). El equipo de Obama pensó que los medios finalmente se cansarían de “la obsesión de Trump con mi nacimiento”, pero ”los programas de la televisión por cable dedicaban extensos apartados a Trump y sus teorías” (828). En un momento, enojado, y contra la opinión de su equipo, Obama declaró: “no podremos resolver nuestros problemas si nos atraemos con distracciones secundarias y charlatanes de feria….me dirijo a la gran mayoría del pueblo estadounidense, y también a la prensa.  No tenemos tiempo para estas estupideces. Tenemos mejores cosas que hacer” (829).

Y, por supuesto, Obama vivió un continuo crecimiento de una prensa opositora cuyo eje era Fox News, de Rupert Murdoch, y que se extendía a locutores de radio y blogueros muy populares en muchas de partes de Estados Unidos. Ese bloque de medios sembrando y cosechando un crecimiento de un imaginario conservador muy crítico de Obama y sus políticas, el que luego produciría a Trump.

Como todos los años, en la cena anual de los corresponsales de la Casa Blanca se invita al presidente y en el 201x fue Obama y estaba Trump entre los invitados. Obama hizo muchos chistes sobre Trump y los periodistas se reían cómplices. “Trump era un espectáculo y, en el Estados Unidos del 2011, eso era una forma de poder”. Por eso Obama sabía que “los mismos periodistas que se reían de mis bromas seguirían dedicándole tiempo en antena; sus directores matarían por tenerlo sentado a su mesa. Lejos de verse condenado al ostracismo por las conspiraciones que había difundido, era más relevante que nunca” (838).

Pero Obama no solo cuestiona a los medios conservadores sino que, también a los que podrían tener una afinidad con su gestión, los acusa de tener una práctica profesional que evitaba reconocer las mentiras explícitas con las que se lo acusaba. Eso es lo que llama el “moderno estilo de cobertura de las noticias”; y dice “fui víctima de la línea que separaba a las noticias del entretenimiento. Nunca se plantaron ante Trump…esos periodistas no le daban credibilidad a las denuncias de Trump, pero se repetían sin pausa en sus medios….”y cuanto más oxígeno les daban los medios, más dignas de crédito parecían” (816). El periodismo de Estados Unidos ya había debatido esto hace sesenta años, durante las acusaciones del senador Joe McCarthy, que dio origen al macartismo. Y eso solo fue interrumpido cuando los periodistas resolvieron refutar en vivo a quienes hacían las acusaciones, como hizo el célebre periodista Ed Murrow ante el propio senador en un recordado programa de televisión. Esta actitud del periodismo mainstream frente a Trump otra vez volvió a ser aprovechado para darle vigencia a mentiras insostenibles.

Su catálogo de críticas al periodismo es el siguiente:

  1. Las “las objeciones triviales” pueden convertirse en el eje de la discusión de una política pública.
  2. Se refiere a “las típicas preguntas de un periodista” que piden acortar los procesos decisorios (“cuantas personas más van a tener que morir para que se resuelva”), que ponen el foco en algo trivial y se oscurece una política pública, algo que se agravaba en las cumbres internacionales donde los detalles rápidamente adquirían más impacto que el contenido de la cumbre.
  3. El llamado backstage journalism es el que se espera que revele las negociaciones de “trastienda” entre los legisladores, pero eso parece sacar toda legitimidad a acuerdos políticos que sirven para sacar leyes importantes. Estas negociaciones de trastienda son típicas del Senado donde la mayoría republicana era la dominante durante su gestión.
  4. Cierto cansancio también de los medios a recibir explicaciones de los presidentes como si ese “tono profesoral” molestara a la prensa.
  5. Describe una lógica de creciente hostilidad de la prensa con un gobierno que lleva a una situación de crisis periódicas. Obama describe cómo además las fotos y videos que la prensa elige para ilustrar las notas sobre él, están basadas en la visión que en ese momento tiene la prensa, y por lo tanto ponen buenas y lindas fotos cuando perciben que está fuerte y sólido, y fotos menos atractivas cuando perciben que el presidente no está pasando un buen momento. Esa selección de las imágenes obviamente refuerza ese encuadre.
  6. Siempre intentó evitar las filtraciones internas generadas por competencias de grupos internos de su gobierno, y él considera que tuvo bastante éxito en eso.

Cuando se produjo la primavera árabe también se sintió muy presionado por la prensa. Primero, porque los periodistas estadounidenses, muchos de los cuáles simpatizaban con estas revoluciones, habían detectado diferencias de criterio en su gobierno sobre el grado de intervención que Estados Unidos debía tener; y, segundo, por el rol de Al Jazeera, que fogoneaba las protestas y generaba rispideces entre los países árabes. También la riesgosa intervención contra Gadafy en Libia estuvo bajo alta presión del periodismo estadounidense. Son operaciones que al tener gran visibilidad mediática tienen que reducir al máximo el margen de error.

En una de las revelaciones más interesantes del libro en la relación entre gobierno y prensa, describe cómo el Pentágono utilizaba a la prensa para sostener su autonomía frente a él como presidente, para imponerle sus planes y bloquear los del presidente, hasta el punto que Obama tenía que reafirmar la subordinación militar al poder civil en una democracia.  “No me digan lo que tengo que hacer desde la portada de mi periódico matinal”. Desde siempre las guerras se pelean también en la prensa. Cuando un general dio una entrevista a Rolling Stone donde expuso críticas internas, el pedido de renuncia fue inmediata.

Por último, y una vez más, a medida que el presidente decide darle más visibilidad en la prensa al retorno de los militares muertos de las guerras, ese presidente está preparando la salida de ese conflicto (532).

El costo de contar la guerra

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Un gran documental «Morir para contar» recopila testimonios de corresponsales de guerra españoles de los últimos veinte años, e indaga en lo que significó para ellos ver para contar algunos de los momentos más drámaticos de la humanidad en el último tiempo. La enseñanza más inmediata es que todo tiene un costo. Algunos de estos corresponsales fueron muertos, otros fueron secuestrados, pero todos fueron impactados y cargan con pesares y dolores emocionales difíciles. Por otra parte, en sus testimonios también dicen que lo volverían a hacer, que volverían a elegir esta vida. En un tono intimista, los corresponsales no idealizan pero sí confirman que su trabajo vale, ayuda, sirve a personas que podrían estar peor sin ellos. El síndrome de stress postraumático es la consecuencia, y cada vez más los profesionales tienen que entender que no pueden no tratarse. Si bien ellos van a la guerra donde ven cómo las personas sufren más que ellos, lo que a ellos les ocurre no hay que olvidarlo. La formación profesional debe incluir cada vez más la atención y cuidado de la salud física y emocional. Si se considera que es importante estar ahí, hay que considera esa situación en todas sus dimensiones.

«The Interview»: Cae un dictador a golpe de preguntas

 

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En esta comedia se trabaja sobre tres situaciones periodísticas posibles:

1) Una entrevista puede terminar con un dictador.  Hay un caso posiblemente con alguna similtud en México en 1908, cuando el presidente Porfirio Díaz, que gobernaba el país desde hacía siete períodos, se comprometió ante el periodista estadounidense James Creelman a no ser reelecto en las próximas elecciones de 1910. Se publicó en la revista Pearson’s, bajo el título Presidente Díaz, héroe de las Américas. (Creelman preguntó a Díaz: ¿Sabe usted que en Estados Unidos tenemos graves problemas por la elección del mismo presidente por más de 3 periodos? Sí. Lo sé. Es un sentimiento natural en los pueblos democráticos el que sus dirigentes deban ser cambiados. Estoy de acuerdo con este sentimiento. He tratado de dejar la presidencia en muchas ocasiones, pero he tenido que permanecer en ella por la propia salud del pueblo que ha confiado en mi). A veces también ocurrió al revés, una entrevista aceleró la llegada de una dictadura, como ocurrió cuando el gobernador brasileño Carlos Lacerda, -que era uno de los periodistas más importantes del país- atacó al presidente en una conversación con un periodista estadounidense en 1963, lo que fue importante para una crisis que llevó al golpe en 1964.

2) El periodista puede ser el asesino del tirano porque tiene acceso fácil. No encuentro todavía ejemplos, pero estoy seguro de que voy a encontrar.

3) Cooperación activa de los periodistas con los servicios de inteligencia. En una nota escrita para la revista Rolling Stone en 1977, uno de los héroes del watergate, Carl Bernstein, reveló que por lo menos 400 periodistas habían cooperado con la CIA en la Guerra Fría.

La trama de esta película consiste en que un periodista y un productor de un exitoso programa de entrevistas de entretenimiento viajan a Corea del Norte a entrevistar al líder de ese país, una de las dictaduras más cerradas del planeta. La CIA los convence para que aprovechen ese acceso que consiguieron para matarlo. Una disidente norcoreana los persuade para cambiar de estrategia: mejor que matarlo es revelarlo cómo efectivamente es en una entrevista en televisión a todo su pueblo, lo que finalmente hacen.

Es una entrevista con las preguntas adecuadas difundidas por la cámara a una audiencia masiva. Eso fue lo que en la película llevó a la revolución.

Pero de la ficción se pasó rápidamente a la realidad. Esta película cómica entró  insólitamente en la realidad cuando el gobierno de Corea del Norte amenazó a la distribuidora Columbia Pictures, a las pocas semanas la empresa relacionada Sony Pictures Entertainment fue hackeada, y se difundió información privada sobre sus directivos, los contratos de los actores, además de películas que no estaban terminadas. La agencia oficial de Corea del Norte calificó a la película como «un acto de terrorismo». Ante las amenazas, Columbia editó algunas imágenes para hacerlas menos «ofensivas» hacía el líder norcoreano, sobre todo en el momento de su muerte. La película provocó un problema de seguridad nacional en Estados Unidos.  Sony decidió postergar el estreno, las cadenas de cine temían estrenarla. A Corea del Norte se le cortó internet por varias horas, de lo que acusaron a Estados Unidos, pero la muy pequeña red coreana depende de China, no de Obama. Como si fuera también escrito por un guionista, el gobierno coreano emitió un comunicado donde se refirió a Obama como «un mono en una jungla tropical». La película se lanzó a través de alquiler online, venta y en algunos cines no integrados a las grandes cadenas. Habría sido hasta el momento el lanzamiento digital más exitoso de Sony.

Otros proyectos de películas se habrían suspendido por la reacción de la dictadura. Por ejemplo, una película que se estaba haciendo sobre el gran libro de periodismo gráfico Pyongyang, de Guy Delisle, ya comentado en el blog.

La ilusión de un periodista de derribar una dictadura, se trasladó al cine en la realidad. Uno de sus directores y guionistas, Seth Rogen dijo, «maybe the tapes will make their way to North Korea and cause a revolution». De hecho, organizaciones de derechos humanos han distribuido en forma clandestina copias  de la película en memorias USB, y un activista manda DVDs a través de un globo desde Corea del Sur.

Los periodistas y la política exterior de Estados Unidos

The Secretary Cover

Kim Ghattas, una periodista libanesa, de la BBC, que fue la corresponsal de ese medio en el Departamento de Estado, escribió un libro sobre la gestión de Hillary Clinton a cargo de la política exterior. (The Secretary. A Journey with Hillary Clinton from Beirut to the Heart of American Power, Picador, Nueva York, 2013). Hasta que ella fue designada, todos los anteriores corresponsales de la BBC habían sido británicos, y además ella era la única no occidental del grupo de periodistas que acompañaba a Hillary en sus viajes. De hecho, ella solo cita a medios anglosajones y franceses (la agencia AFP) viajando con la Secretaria.

En su libro permanentemente recuerda su experiencia de vida en El Líbano, marcada por la invasión de Siria en octubre de 1990, la que puede haber recibido el visto bueno entonces de los Estados Unidos. La periodista tiene una duda profunda e hiriente sobre el rol de Estados Unidos en su país, y le toca acompañar durante cuatro años a la Secretaria de Estado y seguir muy de cerca cómo es que efectivamente se produce la toma de decisiones del país más influyente del mundo. Es posible que cada vez más en los libros de periodistas, su cobertura de los asuntos públicos se describe en forma muy entrelazada con la historia personal.  En este mismo blog comentamos hace poco el libro del periodista mexicano-estadounidense Alfredo Corchado.

Durante esos años (2008-2013), la estrella era el blackberry y las incipientes redes sociales. Hillary deseaba instalar una política exterior de diplomacia pública, donde sus viajes buscaran una conexión fuerte con las sociedades a las que visitaba, más allá de sus relación con los líderes. Esto incluía varias entrevistas durante el viaje, tanto a los periodistas que llevaba en el avión, como a los locales de los países a los que visitaba. Es notable la descripción de las discusiones de Hillary con los periodistas pakistaníes (p. 86-88) que la funcionaria pudo haber evitado pero no quiso, pues era su objetivo tratar de cambiar la percepción que ellos tenían de los Estados Unidos. Por eso, comenzaron a trabajar activamente en las redes sociales, llegando a tener un equipo de ciento cincuenta personas dedicadas a los nuevos medios (p. 288). Hillary buscaba consolidar un «smart power»(Joseph Nye) (p. 11). Y ese smart power hay que construirlo con la enorme aceleración que sufrió el ciclo de las noticias, lo que hizo que los comentarios de política exterior sean más frecuentes y menos formales de lo que eran hace unos años (p.44). También hay más funcionarios que están hablando y eso genera un estándar alto de incoherencia e inconsistencia en las políticas exteriores.

La rutina de un periodista acreditado en los viajes oficiales los hace formar parte de lo que llaman una «bubble», que dificulta mucho el contacto con el país que visitan.  (p. 31)

Los acuerdos de los periodistas con los funcionarios  son:

-«on background»: se pueden usar los comentarios de la fuente, y se atribuyen, por ejemplo, a  «senior officials».

-«deep background»: Se pueden usar los comentarios de la fuente, pero sin atribución ninguna.

– «off the record»:  no se pueden citar los comentarios, solo para contexto. (Con ese acuerdo les hablaba Hillary en el avión a los periodistas)

A Hillary le tocó la bomba de los wikileaks, y se dedicó a llamar a los líderes de los países para pedir disculpas y tratar de controlar daños (incluyó una «apology tour», p.202). En la visión de Ghattas, los cables revelan más incoherencia de discurso público y privado en los otros países, que en Estados Unidos, y por eso no lo ve como un gran daño. En general, el libro es más bien pro-Hillary.

También le tocó la primavera árabe, y vio desde esa bubble como los acontecimientos de Túnez tomaron de sorpresa a las principales potencias, y sus siguientes coletazos y terremotos en Bahrein, Egipto, Libia y Siria.  Aquí surgía una agenda que los periodistas tenían, y que puede haber influido en la política exterior en alguna medida.

En varios de los relatos de Ghattas, los periodistas no preguntan sino que interpelan a los funcionarios, en función a una agenda liberal. Sin duda, ese es un factor tenido en cuenta por los funcionarios al diseñar su política. Saben qué preguntas/interpelaciones les van a hacer los periodistas, y quizás sesgan sus decisiones para dar respuestas más amables a los periodistas. Uno de los mejores ejemplos de esto es cuando Ghadaffy está más violento que nunca y está bombardeando a sus disidentes. Los periodistas interpelan al Departamento de Estado para que intervenga militarmente, y cuando finalmente lo terminan haciendo, los cuestionan por haber empezado una tercera guerra, después de que se querían ir de Iraq y Afganistán.

Es un buen libro para entender una parte de la política exterior. Pero falta bastante de lo que tiene que ver con el rol de los militares y los servicios de inteligencia en esa tarea.

Medios y revoluciones en el norte de Africa

Esta es la mejor descripción de la relación entre comunicación y revolución en el actual tsnnami político del norte de Africa. Lo escribió Enric González, para El País, del 6 de marzo del 2011:

«No es casual que el detonante fuera un suceso poderosamente metafórico. La historia de Mohamed Buaziz y su carrito de frutas ha dado la vuelta al mundo. El carrito de Buaziz, un joven de 26 años residente en Sidi Buzid (Túnez), fue confiscado por la policía. Ya le había ocurrido otras veces y con un pequeño soborno podía resolverlo. Pero cuando fue a quejarse, una funcionaria, Fadia Hamdi, le escupió a la cara. Eso, la humillación, fue lo que Buaziz no pudo soportar. Ese mismo día, 17 de diciembre de 2010, se prendió fuego.

La desgracia de Buaziz conmovió a sus vecinos y provocó una primera manifestación. La indignación se extendió rápidamente al país entero. Conviene resaltar aquí otro factor esencial e innovador de la revolución: Internet y las redes sociales. Cuando casi ningún medio informativo internacional había recogido aún la inmolación del frutero y las incipientes revueltas tunecinas, muchos jóvenes en un país tan lejano como Jordania habían adoptado ya la foto de Buaziz como avatar. La cadena de televisión catarí Al Yazira recogió el suceso porque uno de sus periodistas se enteró a través de Facebook.

Gracias al ciberespacio, los jóvenes árabes ignoraban las fronteras nacionales. El caso de Buaziz fue de inmediato asumido como propio por los vecinos argelinos. Y por los egipcios, muy sensibles desde el verano anterior. El 6 de junio de 2010, Jaled Said, de 28 años, fue detenido en Alejandría por dos policías de paisano que le golpearon hasta matarle, ante testigos. Varios jóvenes profesionales, bajo la cobertura del Premio Nobel de la Paz y dirigente opositor Mohamed el Baradei, crearon en Facebook un grupo llamado «Todos somos Jaled Said». En pocos días, el grupo congregó a cientos de miles de personas y se convirtió en el principal foco de oposición al régimen de Hosni Mubarak.

La nota completa está aquí.

La llama prendió de forma fulminante. A principios de enero, grandes manifestaciones agitaban las principales ciudades de Túnez y Argelia. En Egipto, mientras, la revolución se preparaba con minuciosidad. Wael Ghoneim, ejecutivo comercial de Google y uno de los creadores de «Todos somos Jaled Said», contó semanas más tarde que él y sus compañeros dedicaron las primeras semanas de enero a ensayar manifestaciones en barrios periféricos, estudiando convocatorias inmediatas y formas de despistar a la policía».

Medios y revolución en Libia

Es maravillosa la intervención del hijo de Gaddafi en la tv pública. Está muy relajado, tiene una pose extraña en la que se tira para atrás en un movimiento que no le aporta credibilidad y tiene otros momentos donde levanta el dedo en forma memorable. Es un coloquio extrañísimo. Aquí les pongo algunos extractos del texto del discurso que se refieren a medios:

* We know that there are opposition figures living abroad who have support in Libya. There people try to use Facebook for a revolution to copy Egypt. These people want to bring Libya to what happened in Egypt & Tunisia. We saw this on facebook and on emails.

*The Arabic Media is manipulating these events. This Arabic media is owned by Arabs who are distorting the facts but also our media failed to cover the events»

Y el discurso terminó con esta joyita:

«We will flight to the last man and woman and bullet. We will not lose Libya. We will not let Al Jazeera, Al Arabiya and BBC trick us. We will live in Libya and die in Libya».

Una semana después apareció este grafitti en Tobruk:

File 10181

Ya el 23 de febrero salió el primer diario independiente de la nueva Libia. Aquí está.

File 10161

Los rebeldes libios armaron un media center para atender a la masa de periodistas extranjeros. Aquí la descripción del lugar por parte de Marcelo Cantelmi, el enviado de Clarín. Y la foto del lugar:

Héctor D’Amico descubrió una joya. Qué dice el Libro Verde de Gaddafi sobre el periodismo:

El capítulo dedicado al periodismo y a los medios es, previsiblemente, breve. En la introducción se deja en claro que una persona normal tiene el derecho de expresarse, incluso si lo hace de una manera incoherente para admitir que es un loco. Una persona jurídica, a su vez, puede expresar su personalidad jurídica. Pero tanto uno como el otro no pueden representar la voluntad de terceros. Conclusión. No es admisible que una persona física posea un medio de difusión o de información en Libia porque «solamente puede expresarse a sí misma». La reflexión final sobre la cuestión es lapidaria. «Así, se resuelve, de raíz y democráticamente, lo que se llama en el mundo el problema de la libertad de prensa.» De hecho, los únicos medios autorizados son aquellos que publica un comité popular en el que convergen todas y cada una de las categorías sociales, como asociaciones de obreros, mujeres, campesinos, dentistas, funcionarios y artesanos, entre otros».

En abril del 2011 estamos en plena guerra civil, con intervención extranjera. Acá El País de Madrid cita un testimonio de un periodista oficialista:

Abdulaziz Warfali. Periodista. 52 años. Dice «creer en la verdad» y trabajar por esa causa para el régimen del coronel Gadafi. Tras 20 años de profesión, el jefe de Libia Hoy,que se imprime en Egipto, ha sido llamado para atender a los reporteros extranjeros que se alojan en el Hotel Rixos. La prensa le pide salir de la jaula de oro en la que están encerrados; el régimen los ha alojado en el lujoso hotel y no les deja salir si no es con un acompañante del Gobierno, llamados eufemísticamente cuidadores. Dice que es por la seguridad de los periodistas. «Podéis tener problemas con los criminales que se han armado durante el conflicto. Y luego nos echarían la culpa a nosotros». Abdulaziz se ríe cuando se le habla de la falta de libertad de prensa en Libia. «Mi publicación es independiente», asegura. «Hemos escrito cosas positivas y negativas del Gobierno antes de que empezara el conflicto y nunca nos ha pasado nada». Su visión del conflicto casa con la versión oficial. «Todo es una conspiración de los países occidentales para quedarse con el petróleo de Libia. Y la mayoría de los medios de comunicación extranjeros no están informando de eso», asegura el periodista, que hace unos días cogió un Kaláshnikov disparó al aire en la entrada del hotel para celebrar el avance por el este de las tropas de Gadafi.

Lo mejor de la cobertura del rescate de los mineros

(RODRIGO ARANGUA/AFP/Getty Images)

El Ciper, muy buen sitio digital de periodismo de investigación chileno, ha hecho una selección de lo que más le gustó a sus periodistas sobre la cobertura internacional.

Protestas internacionales dirigidas por periodistas

En la lucha contra las dictaduras los medios internacionales siempre han jugado un rol clave. Los disidentes soviéticos, los cubanos, o las Madres de la Plaza de Mayo en 1977, han necesitado el apoyo de los medios extranjeros.

Dos intelectuales europeos famosos, Bernard-Henri Levy y Juan Luis Cebrián, lo vuelven a recordar: «¿Estamos dispuestos a denunciar con tibieza la falta de derechos en China por el hecho de que su poderío económico está sacando a los países occidentales de la crisis?», se cuestionaba Cebrián. Quién sabe. «Puede que vivamos una segunda era de congelación de los derechos democráticos. Pero también, como ocurrió en la Europa del Este, puede que se esté fraguando en la sociedad china un movimiento que defiende esos ideales», contestaba Lévy.

Piensan también en el caso de la mujer iraní condenada a ser lapidada, Sakineh Ashtianí. Esta protesta tiene sentido: «Existe la falsa leyenda de que las dictaduras son monolíticas y no retroceden. Al final sí lo hacen cuando se producen respuestas de este calibre, como las campañas que están poniendo en marcha medios de comunicación mundiales«, ha comentado Lévy.

 

Sakineh Ashtianí

 

 

Niña afgana castigada