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«La pantalla censurada», en Venezuela

PORTADA RCTV Y GLOBOVISIONUn reciente libro analiza la consolidación del autoritarismo mediático audiovisual en Venezuela. El texto se llama La pantalla censurada. RCTV y Globovisión (UCAB Ediciones, Caracas, 2016), escrito por León Hernández Patiño y Andrés Cañizález. Estudia los casos de Globovisión y de RCTV, que eran los dos canales de televisión opositores remanentes, luego de que Venevisión fuera «persuadido» por el régimen chavista. La descripción de los dos procesos es muy detallada y permite entender sus diferentes fases. Entre las joyas que publica este libro está la carta del principal accionista de Globovisión a sus empleados, cuando tuvo que abandonar la empresa por las presiones. Fue en marzo de 2013:

Amigas, amigos, compañeros de Globovisión, muy buenas tardes a todos:

La verdad es que nuestra querida Globovisión, ha sido una empresa difícil. Desde nuestros comienzos, hace 20 años, como continuación de la buena experiencia de mi familia con el diario El Universal, decidí promover y montar un canal de TV totalmente dedicado a la información y la opinión.

Al arrancar me encontré con un largo trayecto, lleno de obstáculos, pero gracias al espíritu de equipo, profesionalismo y compromiso de esta gran familia los hemos ido superando, cada uno en su momento.

Desde que comenzamos, hemos tenido problemas con el Gobierno, lo cual es lógico en un canal de información. Con el último gobierno de Rafael Caldera, cuando iniciamos nuestras transmisiones, no nos querían dar acceso a las fuentes oficiales, hasta que comenzamos a hacer unos reportajes sobre la situación de la frontera con Colombia y la penetración e influencia de la guerrilla en la zona, eso obligó al gobierno a tenernos que declarar sobre su versión de los acontecimientos y desde ese entonces nos ganamos el respeto, que como medio informativo, nos merecíamos.

Cuando Hugo Chávez Frías gana las elecciones del año 1998, aquí en Globovisión decidimos darle el beneficio de la duda
Cuando Hugo Chávez Frías gana las elecciones del año 1998, aquí en Globovisión decidimos darle el beneficio de la duda sin dejar de hacer periodismo y defender nuestros principios y valores. Durante dos años logramos trabajar bien y hasta nos ganamos el Premio Nacional de Periodismo. Logramos abrir las estaciones de Valencia y Caricuao. Pero a partir del año 2001, se comienzan a complicar mucho las cosas, desde que el presidente Chávez, en uno de sus actos, levantó nuestro micrófono y nos llamó enemigos de la revolución e insulto al padre de Alberto Federico Ravell.

Eso me obligó a hacer el primer editorial, reclamándole al presidente Chávez sus insultos hacia el padre de Alberto. A partir de ese momento, nos convertimos en enemigos de un Gobierno todopoderoso, que controla todas las instituciones y maneja un caudal de dinero inagotable.

Gracias a este gran equipo profesional, valiente y con una gran mística hemos soportado ataques físicos, insultos y todo tipo de vejámenes. Haciendo siempre un periodismo de gran altura y manteniendo una calidad de pantalla que es envidia de grandes canales. Gracias al gran equipo de abogados que nos han asistido y representado hemos logrado enfrentar todo tipo de juicios, averiguaciones, y procedimientos administrativos sin que nos hayan logrado sacar del aire.

Gracias a un gran equipo de ventas y la profesional atención y vigilancia de un gran equipo administrativo hemos logrado los recursos para mantenernos como una empresa financieramente sana. La verdad que han sido 13 años muy duros y difíciles.

Desafortunadamente, la situación del país, de nuestro entorno, y de nuestro campo de trabajo, en vez de mejorar en estos años se ha empeorado con creces. La situación política y la polarización ha hecho que los ataques a Globovisión sean cada vez más fuertes.

El año pasado, tomé la decisión de hacer todo lo que estuviera en nuestro poder, a riesgo del capital de los accionistas y conscientes de las implicaciones que esta actitud podría traer, para lograr que la oposición ganara las elecciones de octubre. Era la oportunidad, como venezolanos, para recuperar nuestro país. En Globovisión lo hicimos extraordinariamente bien y casi lo logramos, pero la oposición perdió.

Eso nos puso en una situación muy precaria como canal y como empresa, sumándole a esto el cúmulo de procedimientos judiciales, y el tener una concesión que vence en dos años, sin que se vea posibilidad de renovación. Adicional a esto, el debilitamiento de la economía y su directa consecuencia sobre nuestro flujo de caja, nos convirtió el día de hoy en una empresa inviable.

Somos inviable económicamente, porque nuestros ingresos ya no cubren nuestras necesidades de caja. Ni siquiera podemos subir los sueldos lo suficiente para compensar la inflación y mucho menos para compensar la devaluación. Somos inviables políticamente, porque estamos en un país totalmente polarizado y del lado contrario de un gobierno todopoderoso que quiere vernos fracasar. Somos inviables jurídicamente porque tenemos una concesión que termina y no hay actitud de renovárnosla.

Somos inviable económicamente, porque nuestros ingresos ya no cubren nuestras necesidades de caja
Todo lo contrario, estamos acosados por las instituciones del Estado, apoyadas en un TSJ cómplice que las ayuda y colabora en todo aquello que nos pueda perjudicar.

Ante esta situación de inviabilidad, que no solo se ha reflejado en las amenazas y declaraciones de funcionarios del Gobierno, sino también en informaciones claras y directas a mi persona, me han obligado a buscar posibles soluciones a nuestro dilema. Me he reunido con varias personas y grupos sin éxito y hace tres semanas fui contactado por el doctor Juan Domingo Cordero, a quien conozco desde hace muchos años y lo conozco como un hombre de éxito en el mundo financiero.

Me hizo una proposición, que sin ser lo que los accionistas hubiéramos aspirado, me vi obligado a aceptarla ya que permitiría una solución que le daría proyección en el tiempo a Globovisión y permitiría mantener nuestra nómina de casi 500 personas, que es para mí la mayor preocupación.

Esta negociación estaba lista para cerrarla esta misma semana, ante la noticia de que tendremos elecciones el 14 de Abril, arriesgando que la operación se cayera, tome la decisión de poner como condición firme e irrevocable, que se realizara después de las elecciones.

Para mi satisfacción y sorpresa el día de ayer recibí una llamada donde me informaron que aceptaban mi condición. Que entendían perfectamente mi posición y que su intención era convertir a Globovisión en un gran medio para nuestro público actual pero lo querían hacer crecer para que sea la fuente de información de todos los venezolanos.

Yo la verdad, me sentí complacido por su actitud. Habrá un proceso de transición, en el cual nos comprometimos a colaborar. Pero lo más importante es que esto le da a Globovisión y a ustedes la posibilidad de permanecer y crecer en el tiempo.

Yo les pido, a todos, que piensen en ustedes y en su futuro, que les demos el apoyo y colaboremos para que Globovisión continúe siendo la referencia informativa de Venezuela.

Muchas gracias. Daría lo que no tengo para poder estar allá y verlos a todos a los ojos. Los quiero mucho y entiendan siempre que el bienestar de ustedes es mi mayor preocupación.

Un fuerte abrazo.

Guillermo Zuloaga

 

 

Infocracia. Poder político, medios de comunicación y derecho a la libertad de expresión en Venezuela

Este libro describe los últimos años de la situación del periodismo en Venezuela. El autor es Andrés Cañizález, que es uno de los principales investigadores de medios que hay en ese país. Acá tienen el link para bajarse Infocracia.

Andrés, porque es amigo mío, me pidió que le haga el prólogo.

 

Democracia en rojo (balance del ciclo chavista en Venezuela)

http://www.lanacion.com.ar/1685282-democracia-en-rojo-para-venezuela

 

Límites a la «diversidad y pluralismo» (informe de Amarc 2010)

Amarc, la principal organización de radios comunitarias del mundo, publicó el Informe Anual Diversidad y Pluralismo en la Radiodifusión, 2010,  sobre América Latina, donde se analizan país por país los aspectos más relevantes.

Menciona la revalorización, que recorre la región, del rol político mediático: «en la actualidad la disputa por el poder político pasa necesariamente por la repartición del espectro radioeléctrico utilizado para el manejo de las agendas informativas y por lo tanto políticas» (p. 7).

Esto lleva a que en prácticamente todos los países de la región se esté discutiendo una nueva legislación, o ya se aprobó.

Enfatiza que “lo que estamos presenciando es la multiplicidad de servicios pero no de voces“ (p. 95)  y da como ejemplos a dos países:  «En algunos países, como México y Chile, los gobiernos se congracian con las grandes corporaciones mediáticas mediante acciones de facto que les otorgan el nuevo dividendo digital, y dan como explicación pública que se trata de asuntos “técnicos y de desarrollo para una industria moderna”, pasando por alto los estándares mínimos para garantizar el derecho a la información, la libertad de expresión y el desarrollo, especialmente para los sectores más excluidos del proceso de la comunicación» (p. 8).

Y dice luego: «México es uno de los países con mayor concentración de medios de comunicación en pocas manos, especialmente en la televisión. De las 461 estaciones de televisión comercial, el 94% son propiedad de dos compañías, de las cuales el 56% corresponde a Televisa y el 28% a Televisión Azteca. Cada una de esas dos empresas tiene dos canales nacionales y Televisa posee, al mismo tiempo, un sistema de repetidoras adicionales con las que puede articular una tercera cadena nacional.  (En Chile) también la concentración de la propiedad de los medios radiales es evidente. El grupo español Prisa es dueño de 6 de las 10 emisoras con mayor audiencia en el país, las cuales tienen el vencimiento de la concesión en 2010, sin embargo los radiodifusores chilenos se oponen a que el gobierno se las renueve».

Un resúmen rápido de limitaciones es el siguiente:

– En Chile:  » La ley sólo permite menciones publicitarias, restringiendo el mercado de anunciantes a aquéllos ubicados en la zona de cobertura permitida (la comuna), de manera que las radios comunitarias no podrán acceder a campañas de bien público nacionales o internacionales. Asimismo prohíbela publicidadelectoral»

– En Paraguay: «existe una reacción desproporcionada de los sectores empresariales de la comunicación, con respecto a la asignación de publicidad oficial a los medios de comunicación con fines sociales, ya que objetan que se destinen recursos a los medios comunitarios dada que están determinadas en la ley como “sin fines de lucro”, definición que, según su criterio, no permitiría recibir fondos de entes públicos».

– En Brasil: «La Ley de Servicio de Radiodifusión Comunitaria (Ley 9.612/98) prohíbe a las emisoras la transmisión de publicidad, la sanción por emitirla puede ser la revocación de la licencia y multas para quien se anuncie. Como consecuencia de esta restricción los partidos políticos y las organizaciones religiosas aprovechan para introducirse en estos medios a través de la dotación de recursos para cubrir los gastos de operación, poniendo en riesgo su autonomía e independencia».

– En México: «persiste la prohibición de que los medios sin fines de lucro, comunitarios y públicos accedan a publicidad comercial y oficial».

-En El Salvador: «la regulación jurídica actual continúa siendo excluyente, las radios comunitarias solo cuentan con tres frecuencias para operar. La figura de la subasta como único mecanismo para acceder al espectro radioeléctrico no ha cambiado en la Ley de Telecomunicaciones, por lo que sólo quien tiene poder económico puede ejercer su libertad de expresión a través de la radiodifusión. Los medios comunitarios se mantienen hasta el momento con una sola frecuencia que se tienen que repartir entre las 21 emisoras congregadas en ARPAS».

– En Brasil: «No tienen ninguna protección legal contra posibles interferencias por parte de las radios comerciales, al estar en potencias tan bajas y con una única frecuencia. La legislación prevé sanciones solamente para las emisoras comunitarias que interfieren a emisoras comerciales pero no al revés, denotando claramente discriminación y violación a la igualdad ante la ley (p. 71)».

Como ya hemos dicho varias veces, lo relevante no es la ley, sino lo que el Estado hace con la ley:  «La correcta integración y función del órgano regulador es clave para hacer posible la pluralidad y la diversidad. Podemos contar un excelente marco normativo, pero si la autoridad de aplicación no tiene las condiciones antes mencionadas, especialmente la autonomía respecto de los poderes gubernamentales y económicos, es muy posible que la aplicación de la ley no funcione correctamente (p. 85)».

El caso Venezuela me interesó especialmente. Sobre el dicen estas cosas:

– «El principal problema sigue siendo la ausencia de claridad en los criterios de la norma, pues da una amplia capacidad discrecional a las autoridades para la autorización de frecuencias, lo que puede derivar en el uso político por parte del gobierno para beneficiar a solo algunos, contraviniendo así los principios de seguridad jurídica e igualdad ante la ley (p. 74)».

– «El caso más controvertido es Globovisión: hasta mediados de 2009, acumulaba 55 procedimientos sancionatorios (que van desde el decomiso de equipos de transmisión hasta juicios por presunta apología de delitos, incluyendo acusaciones por publicidad subliminal y llamados a delinquir), ejecutados por Conatel bajo la administración del presidente Chávez» (p. 90).

– Sobre la Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos (LRSTME): «En cuanto a los contenidos hay algunos tipos de infracción que no cumplen con los requisitos del sistema interamericano tales como la “zozobra”.

Presos en el siglo 21 por delitos abolidos en el siglo 19. Ejercicio ilegal de la palabra.

Veo a los carceleros de mis amigos impunes en el glamour mediático. Sus declaraciones circulan con ceño intelectual por los medios del mundo, pero mis amigos las ven y escuchan desde televisores en cárceles dantescas y en sesiones de reeducación política, secuestrados de sus familias y de sus vidas. Son hombres pacíficos castigados brutalmente por hacer periodismo. Como dijo en su búsqueda Mirta Wong, esposa de Oscar Mario González, quien fue detenido en La Habana, sin cargos, el 22 de julio del 2005: “he indagado para que me den el número de expediente pero no tiene…. Estaba ejerciendo el periodismo, no me dan otra explicación”. Son los únicos periodistas presos en América Latina y, a varios, los conocí antes de que perdieran su libertad. Hoy el olvido los está matando de a poco. El disidente Orlando Zapata Tamayo acaba de morir, a los 42 años, cuando estaba por cumplir siete años en una cárcel, después de intentar perforar esa tumba de silencio con una desesperada huelga de hambre de casi tres meses. El sistema de medios de comunicación oficial ignora con detalle a los disidentes, a no ser que sea para destruirlos. Frente a la gran cobertura internacional que recibió esta muerte solo lo mencionaron al cuarto día, para asesinar su reputación. Por eso es una involuntaria ironía el comienzo de la nota oficial de la Iglesia cubana: “Por los medios internacionales de prensa hemos conocido que el preso Orlando Zapata Tamayo, de 42 años de edad y vecino del municipio de Banes, albañil de profesión, quien acumulaba una condena de 36 años de prisión, falleció en la Habana después de 83 días de huelga de hambre”. Los obispos también aclararon que “la Iglesia solicitó en varias ocasiones visitar al Sr. Zapata lo cual no pudo realizarse”. Mover la banderita No siempre las modas ideológicas fueron sabias en derechos humanos. Los partidos comunistas de América Latina crecieron más que nunca antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando José Stalin gestionaba una purga animal de cientos de dirigentes del partido y de miles de campesinos; cuando el maoísmo galopó en América Latina, en los primeros sesenta, China vivía las bestiales hambrunas forzadas por Mao en las que murieron decenas de millones de personas; y cuando la guerrilla de Sierra Maestra se reproducía en todos los países de la región, durante los primeros setenta, Cuba ya era una esbelta dictadura en pleno “quinquenio gris”, y combatía a los escritores, a los Beatles, a los católicos, a los homosexuales y, as usual, a los disidentes. En esos años estaba naciendo en el interior de las cárceles el movimiento de derechos humanos en Cuba, que hoy florece. Las modas arrastran rebaños de personas hacia políticas que a veces tienen una crueldad intrínseca. Pero, igual, los rebaños mueven alegremente la banderita. En Cuba el encierro de periodistas es rutina. Durante la última década fue la principal cárcel de encierro de periodistas en América Latina, y hoy es la única junto con Venezuela. Los periodistas reciben hasta veintiocho años de cárcel, la misma condena que, en las tan denigradas democracias latinoamericanas, reciben los asesinos de periodistas, como ocurrió en recientes condenas en Colombia y en Brasil. Eso no priva al gobierno cubano de dar premios al periodismo de investigación de otros países, ni a muchos periodistas latinoamericanos de identificarse y prestigiar la dictadura. Ahora hay alrededor de veinticinco periodistas presos, con condenas firmes, más otros que sufren un control absoluto de sus vidas donde son esporádicamente detenidos, molestados, chantajeados, espiados, aconsejados, secuestrados y demorados, humillados, golpeados e intimidados. La policía política tiene “jefes de enfrentamiento” con los periodistas, los que se dedican a reprimir toda crítica y expresión libre. Muchos de los periodistas latinoamericanos que están dispuestos a hacer el mayor escándalo por el mínimo acto represivo de un gobierno democrático, son sordos, mudos y, por tanto, complacientes, con los que a diario cometen los Castro. Varios de estos periodistas sufrieron parte de su encierro en la cárcel de Guantánamo, pero la que controlan los hermanos Castro. No es una cárcel mediática como la Guantánamo gringa. Esta es una cárcel sin membrete, que nadie fuera de Cuba conoce, y que los corresponsales extranjeros tampoco piden ni pueden visitar. También sufren la brutal separación de su familia y de su vida Pablo Pacheco o Pedro Arguelles, con quienes pasé una tarde conversando, sentados en el piso de un living de un departamento mínimo y vetusto en Ciego de Ávila, solo pocas semanas antes de su detención; u Omar Ruiz, que fue secuestrado de su hijo de cinco años y recién volverá a vivir con él cuando este tenga veintitrés. Resisten todo lo que pueden. Se plantan, no usan el uniforme de preso, inician huelgas de hambre, se escriben la L de libertad con un fierro en la frente, alguno hasta se cosió la boca, y no van a las clases de reeducación política. Son pequeñas victorias silenciosas, que nadie ve excepto un dios de la libertad que cada persona tiene en su conciencia y le da fuerza. Nariño preso en Cuba Mi amigo Ricardo González Alfonso acaba de cumplir sesenta años el pasado 18 de febrero. Y está preso desde hace siete. Le darían la libertad en su cumpleaños setenta y tres. La última vez que lo ví, mientras hablaba conmigo abrazaba a su hijo adolescente de forma casual. Pensé entonces que ese gesto de tocarlo, de sentirlo, era para no dejar pasar instantes, hasta los más pequeños y eventuales, frente a la inevitable realidad de que fueran a buscarlo y ya no fuesen posibles. Muy pocos días después de ese leve abrazo a su hijo, mi profecía inconfesable se cumplió. Ricardo fue preso y nunca más salió. Era el corresponsal de Reporteros sin Fronteras en la isla y había sido guionista de televisión. En estos momentos, en La Habana, la compañera de Ricardo, Alida, lo espera, lo visita, lo sostiene, lo ama con hechos. Ricardo sueña con ser libre y escribir en un país libre, pero Raúl y Fidel sueñan con que eso no ocurra. Ante cada novedad de la cárcel, Alida corre al cibercafé, compra a cinco dólares con cincuenta una hora de internet, se identifica como todos los cubanos con su nombre y número de documento, y envía el mensaje a los amigos del mundo, esperando la ayuda que sea, que siempre es poca. Parte de nuestro olvido se da porque es imposible creerse que solo por eso alguien pueda pasar una vida en la cárcel. No puede ser verdad. Es un invento de contrarrevolucionarios paranoicos. Pero a principios de enero, su pantalla le respondió: “HEMOS DETECTADO ACTIVIDAD SOSPECHOSA EN SU CUENTA, POR LO QUE SU CORREO NO PUEDE SER ENVIADO”. Como dijo Alida, en un reciente email que me mandó: “En Cuba todo lo que no es ilegal, está prohibido”. El delito de palabra se abolió en el siglo 19, pero hay personas presas en el 21. A uno de nuestros primeros próceres latinoamericanos, Antonio Nariño, lo encarcelaron los españoles en Bogotá en 1794 por imprimir y distribuir la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Es triste pero el bicentenario encuentra a Cuba sin ningún cambio. No hay pueblo en el mundo que no merezca la democracia. Y no es necesario tener amigos entre ellos para entender que los cubanos forman parte de este mundo. Quizás tendrían más suerte si pidiera Greenpeace, pero solo piden por ellos Amnistía Internacional, Human Rights Watch, las organizaciones internacionales de periodismo, y nadie más. Pasar como anticastrista no es políticamente correcto en América Latina, y el miedo al aislamiento promueve la espiral del silencio, enseñó la teórica alemana Elizabeth Noelle Neuman, y esta condena también se cumple. Nariño preso en Táchira Cruzando el mar Caribe, está Gustavo Azocar que es un luchador mediático. Es periodista y opositor furibundo. Cree que Chávez es un terremoto para su país y lo combate. Desde su estado de Táchira, en la frontera con Colombia, Gustavo levantaba su vozarrón en radio y televisión contra los chavistas. Y le llegó su merecido, lo castigaron, lo persiguieron, lo difamaron, hasta que lo encarcelaron en julio del 2009. La excusa fue rebuscada: lo acusan por supuestamente no haber emitido en el 2000, hace nueve años, avisos cobrados de la lotería oficial en la televisión regional. La saña político-judicial es feroz. Según sus amigos, tuvo más de veinte audiencias y le impusieron una medida cautelar que le obligó durante 42 meses a presentarse cada treinta días en el juzgado, hasta que finalmente lo encerraron. Ahora una juez ha resuelto suspender todas las acciones e iniciar de nuevo el juicio. Pero no liberó a Gustavo. Ahora no solo es un preso por el que nadie pide, sino que tampoco tiene una causa que lo condene. El efecto ha sido silenciar la voz más crítica de la televisión local en Táchira. Su perseguidor local, el entonces gobernador chavista de Táchira, Ronald Blanco La Cruz, acaba de convertirse en el nuevo embajador de Venezuela en Cuba, donde seguramente perfeccionará su vocación de encarcelar periodistas. Mi amigo Gustavo también está separado de su familia. Otra vez, como con Ricardo y el resto de los disidentes cubanos, es una pelea desproporcionada contra un régimen poderoso poniendo en juego el núcleo más íntimo de afectos. Finalmente se trata de familias disidentes. El estado versus un periodista y su familia. ¿Porqué estas revoluciones temen a estos hombres? No son ricos, ni están armados, ni mueven gobiernos, ni deslumbran con su estrategia. Representan solo la fuerza gris del hombre común. Y eso puede ser lo temible: son representativos del pueblo. “No he estado en los mercados grandes de la palabra, pero he dicho lo mío a tiempo y sonriente”, dice Silvio Rodríguez en su tema Resumen de Noticias. Esos hombres y mujeres no son ni de la cia ni de la kgb, sino de la propia entraña cubana. Tienen, como diría Vaclav Havel, el poder de los sin poder. Los argumentos para meterlos en la cárcel son transparentes. Son peligrosos pues son los difusores de la crítica, y la supervivencia de los regímenes autoritarios necesita bloquear ese pensamiento corrosivo. El periodismo es un método de reforma continua de la sociedad, por eso una sociedad cerrada no puede darle oxígeno. En una democracia la policía es auxiliar del poder judicial, mientras que en una dictadura es al revés. Cuando la policía política sienta en un tribunal a un periodista acusado, la argumentación de los tribunales es similar: son personas “desafectas” con el régimen (que rima con ‘infectas’), que publicitan sus críticas para que los cubanos se dividan, se levanten contra el gobierno, y construyan un sistema distinto al existente. Estos jueces defienden la sociedad cerrada que necesita criminalizar la crítica. Los periodistas disidentes son el motor de la crítica, como lo son en las sociedades abiertas. Y, como Andrei Sajarov, Elena Boner y Alexander Solzhenitsyn en la difunta Unión Soviética, y Adam Michnik o Lech Walesa en Polonia, prefirieron decir lo que piensan, en vez de tener su expresión reprimida y su cuerpo en libertad. Los llamamos prisioneros de conciencia, pero son las conciencias más libres de sus países. Dilema terrible que define a los autoritarismos: elegir entre la libertad del cuerpo o la del alma.