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Obama y el periodismo (II)

Una tierra prometida. Barack Obama. Debate, Buenos Aires. 2020.

OBAMA CREE QUE EL PERIODISMO AYUDÓ A AFLOJAR LOS GUARDARRAILS

Para Barack Obama el rol del periodismo en la política ha sido un tema de gran importancia. Casi se podría hablar de una visión Obama sobre el periodismo, que tiene muchos puntos de coincidencia con lo que piensan muchos políticos del mundo, más allá de su diferente orientación ideológica. La importancia del periodismo para un presidente de Estados Unidos es enorme, tal como se desprende del primer tomo de Memorias del presidente Obama. Las acciones de la prensa como desencadenantes de procesos políticos, de condicionantes o incentivos para tomar determinadas decisiones.

Con su anterior libro, hace once años, también habíamos señalado algo similar: https://periodismoydemocracia.wordpress.com/2010/07/07/obama-y-el-periodismo/

Durante estas memorias se nota la centralidad de la prensa en sistema político estadounidense. Entre otras cosas, las campañas electorales necesitan dinero y ese dinero se usa en gran medida para hacer avisos en televisión y en las redes. Si no se llega a un mínimo escalón de visibilidad a través de esos mecanismos, prácticamente no hay campaña posible. Influir desde los medios se convierte entonces en una precondición de una carrera política. Las campañas de recaudación de fondos, de acuerdo a la descripción de Obama, es sobre todo un mecanismo para adquirir un capital de visibilidad mediática clave.

Obama, como cualquier político astuto, conoce a los periodistas y los puede predecir.

En su campaña política en Chicago y, sobre todo, cuando fue senador federal en Washington, fue hábil para aprovechar su singularidad de ser el único senador afroamericano, lo que le dio una visibilidad tal que lo empujó a la puerta de la candidatura presidencial. Durante su presidencia también intentó gestionar las primicias. E incluso en las cumbres internacionales supo amenazar a líderes de otros países con hacer declaraciones a la prensa para dañarlos. También entiende a la prensa como un factor fundamental para generar los consensos sociales que  pueden promover su agenda.

Apenas llegó a la Casa Blanca se dio cuenta que en toda salida suya –pública o privada- habría una van provista por el gobierno con periodistas y fotógrafos que lo seguía. El trato era que él sacrificaba su vida privada a cambio de que sus hijas quedaran afuera del asedio mediático, algo que parece haberse cumplido. Por supuesto en el Air Force One hay un lugar para catorce periodistas y siempre estaban.

Obama describe una transformación de la política democrática que es en gran medida impulsada por el nuevo ecosistema mediático. El debate público finalmente llevó que como dice Obama “las viejas normas ya no valían”. A lo que Obama agrega la expansión de los canales de noticias de 24 horas. De alguna forma, dice, hay una gran incompatibilidad entre las negociaciones de trastienda y los canales de 24 horas. El movimiento del Tea Party nació cuando había todo un ecosistema informativo y periodístico conservador que antagonizaba con la agenda de Obama a niveles extremos. El ve una “prensa de derechas cada vez más nativista” (746). Había un sector importante de prensa que estaba dispuesto a difundir y promover información falsa y un estilo agraviante. A eso se refiere Obama cuando dice que “si en otra época hubo guardarrailes que marcaban los límites del discurso político aceptable estos llevaban ya mucho tiempo derribados” (816). Y no era solamente Trump quien “entendía que daba igual si lo que decían era cierto o no”. Obama dice que el liderazgo del Partido Republicano actuaba de la misma forma (817). Esa forma de instalar mentiras, que la forma de funcionar de la prensa difundía, incluso la que no era republicana, llevó a que casi el 40 % de los que simpatizaban con los republicanos pensaban que Obama no había nacido en Estados Unidos (816). El equipo de Obama pensó que los medios finalmente se cansarían de “la obsesión de Trump con mi nacimiento”, pero ”los programas de la televisión por cable dedicaban extensos apartados a Trump y sus teorías” (828). En un momento, enojado, y contra la opinión de su equipo, Obama declaró: “no podremos resolver nuestros problemas si nos atraemos con distracciones secundarias y charlatanes de feria….me dirijo a la gran mayoría del pueblo estadounidense, y también a la prensa.  No tenemos tiempo para estas estupideces. Tenemos mejores cosas que hacer” (829).

Y, por supuesto, Obama vivió un continuo crecimiento de una prensa opositora cuyo eje era Fox News, de Rupert Murdoch, y que se extendía a locutores de radio y blogueros muy populares en muchas de partes de Estados Unidos. Ese bloque de medios sembrando y cosechando un crecimiento de un imaginario conservador muy crítico de Obama y sus políticas, el que luego produciría a Trump.

Como todos los años, en la cena anual de los corresponsales de la Casa Blanca se invita al presidente y en el 201x fue Obama y estaba Trump entre los invitados. Obama hizo muchos chistes sobre Trump y los periodistas se reían cómplices. “Trump era un espectáculo y, en el Estados Unidos del 2011, eso era una forma de poder”. Por eso Obama sabía que “los mismos periodistas que se reían de mis bromas seguirían dedicándole tiempo en antena; sus directores matarían por tenerlo sentado a su mesa. Lejos de verse condenado al ostracismo por las conspiraciones que había difundido, era más relevante que nunca” (838).

Pero Obama no solo cuestiona a los medios conservadores sino que, también a los que podrían tener una afinidad con su gestión, los acusa de tener una práctica profesional que evitaba reconocer las mentiras explícitas con las que se lo acusaba. Eso es lo que llama el “moderno estilo de cobertura de las noticias”; y dice “fui víctima de la línea que separaba a las noticias del entretenimiento. Nunca se plantaron ante Trump…esos periodistas no le daban credibilidad a las denuncias de Trump, pero se repetían sin pausa en sus medios….”y cuanto más oxígeno les daban los medios, más dignas de crédito parecían” (816). El periodismo de Estados Unidos ya había debatido esto hace sesenta años, durante las acusaciones del senador Joe McCarthy, que dio origen al macartismo. Y eso solo fue interrumpido cuando los periodistas resolvieron refutar en vivo a quienes hacían las acusaciones, como hizo el célebre periodista Ed Murrow ante el propio senador en un recordado programa de televisión. Esta actitud del periodismo mainstream frente a Trump otra vez volvió a ser aprovechado para darle vigencia a mentiras insostenibles.

Su catálogo de críticas al periodismo es el siguiente:

  1. Las “las objeciones triviales” pueden convertirse en el eje de la discusión de una política pública.
  2. Se refiere a “las típicas preguntas de un periodista” que piden acortar los procesos decisorios (“cuantas personas más van a tener que morir para que se resuelva”), que ponen el foco en algo trivial y se oscurece una política pública, algo que se agravaba en las cumbres internacionales donde los detalles rápidamente adquirían más impacto que el contenido de la cumbre.
  3. El llamado backstage journalism es el que se espera que revele las negociaciones de “trastienda” entre los legisladores, pero eso parece sacar toda legitimidad a acuerdos políticos que sirven para sacar leyes importantes. Estas negociaciones de trastienda son típicas del Senado donde la mayoría republicana era la dominante durante su gestión.
  4. Cierto cansancio también de los medios a recibir explicaciones de los presidentes como si ese “tono profesoral” molestara a la prensa.
  5. Describe una lógica de creciente hostilidad de la prensa con un gobierno que lleva a una situación de crisis periódicas. Obama describe cómo además las fotos y videos que la prensa elige para ilustrar las notas sobre él, están basadas en la visión que en ese momento tiene la prensa, y por lo tanto ponen buenas y lindas fotos cuando perciben que está fuerte y sólido, y fotos menos atractivas cuando perciben que el presidente no está pasando un buen momento. Esa selección de las imágenes obviamente refuerza ese encuadre.
  6. Siempre intentó evitar las filtraciones internas generadas por competencias de grupos internos de su gobierno, y él considera que tuvo bastante éxito en eso.

Cuando se produjo la primavera árabe también se sintió muy presionado por la prensa. Primero, porque los periodistas estadounidenses, muchos de los cuáles simpatizaban con estas revoluciones, habían detectado diferencias de criterio en su gobierno sobre el grado de intervención que Estados Unidos debía tener; y, segundo, por el rol de Al Jazeera, que fogoneaba las protestas y generaba rispideces entre los países árabes. También la riesgosa intervención contra Gadafy en Libia estuvo bajo alta presión del periodismo estadounidense. Son operaciones que al tener gran visibilidad mediática tienen que reducir al máximo el margen de error.

En una de las revelaciones más interesantes del libro en la relación entre gobierno y prensa, describe cómo el Pentágono utilizaba a la prensa para sostener su autonomía frente a él como presidente, para imponerle sus planes y bloquear los del presidente, hasta el punto que Obama tenía que reafirmar la subordinación militar al poder civil en una democracia.  “No me digan lo que tengo que hacer desde la portada de mi periódico matinal”. Desde siempre las guerras se pelean también en la prensa. Cuando un general dio una entrevista a Rolling Stone donde expuso críticas internas, el pedido de renuncia fue inmediata.

Por último, y una vez más, a medida que el presidente decide darle más visibilidad en la prensa al retorno de los militares muertos de las guerras, ese presidente está preparando la salida de ese conflicto (532).

El periodismo y las desgracias del mundo

Todo el discurso justificador del periodismo esconde una pulsión más básica: la curiosidad de una persona de ver, escuchar, aprehender, observar, en fin, de hacer legible la realidad que lo rodea. Después se puede decir, y es verdad, que también es por la democracia, por la comunidad, por los que no tienen voz, pero en primera instancia es por el placer de hacer periodismo.

Por eso, como dice Edwy Plenel, fundador del gran medio francés Mediapart, “toda visión cínica, pragmática y oportunista del periodismo traiciona el oficio en sí”.

Pero esta pasión tiene énfasis diferentes de acuerdo al momento histórico. El cambio de gobierno del 2015 fue un cambio de régimen en algunas áreas, en especial en el periodismo, cuando salimos de un corset político asfixiante.

Ahora hay que cerrar el tiempo del desprecio, evitar el periodismo de combate y retirar a sus caudillos.

En el siglo XIX, Juan Bautista Alberdi rechazaba esa prensa que “cree que un adjetivo es un argumento y que un ultraje es una razón, que la fuerza del escritor está en el poder del dicterio y cuando más grita más persuade”.

Estamos en un momento alberdiano donde se busca una prensa que ensanche horizontes para sacarnos del laberinto de nuestra historia reciente, donde todos los caminos son tan conocidos como rechazados.

Por eso, es necesario iluminar este momento histórico. Hace cien años se decía en Buenos Aires que una ciudad sin periodismo era como un niño en una pieza oscura.

Si se puede sugerir, el énfasis que se necesita hoy es el de hacer a la sociedad más legible, para entender la polarización social remanente. Indagar y bucear en las ideas profundas de las personas, escuchando para llegar a esas creencias sociales. Por eso, para el periodismo el principal problema no son las noticias falsas sino las ideas falsas, que se enraizan en la vida social y bloquean el progreso comunitario.

La encrucijada nacional actual desafía no a un gobierno sino a una clase dirigente, de la que forma parte también el periodismo. Los gobiernos lideran la salida de las crisis, pero son las clases dirigentes las que nos sacan de ellas.

Un problema es el periodista populista, que es un político con micrófono, que explica todo, no aprende nada, y todo lo dice con gran carga moral, repleto de lugares comunes. Pero tiene sus virtudes: es un gran comunicador, percibe las preferencias sociales, y tiene especial fineza para adivinar los tiempos políticos. Es entonces un gran político, un gran comunicador, pero un mal periodista.

El periodismo realmente existente no puede ser un vendaval de opiniones, como si eso fuera una señal de libertad de conciencia. En un contexto autoritario podría serlo, pero ahora la libertad es una oportunidad para mejorar tu opinión no para decir lo primero que se te ocurre aprovechando el micrófono. La opinión de un periodista no es completamente libre, depende de la información que tenga para fundar lo que dice.

Frente a esta evidente mala praxis, la profesión necesita refundar su autoridad social y para ello tiene que tocar ese núcleo de creencias profundas de las personas, en todos los estratos sociales.

El periodismo suele hablar desde y para la clase media, y en una sociedad latinoamericana eso es hacer sólo la mitad del trabajo, pues no podemos contar bien sin abarcar la totalidad social. Y, como decía Albert Camus, “contar mal las cosas es incrementar las desgracias del mundo”.

(Nota publicada en Clarín, el 7 de junio del 2018)

Periodismo y mercados (dame un espejismo que pueda creer)

No sólo yo tengo una comprensión limitada de lo que está pasando en una economía en crisis. No se enojen, pero ustedes también. Esto incluye al Gobierno, al Fondo Monetario Internacional y a los principales opinadores del día. No lo digo yo, sino varios de los mejores economistas mundiales, quienes sostienen que, en esta neblina, es el entrenamiento de nuestro instinto lo que compensa la falta de información.

Las crisis son todas diferentes y así hay que trabajarlas. Se ha dicho que los generales pelean la guerra de acuerdo a la guerra anterior. Si no hubiese habido una brutal y difícil de explicar Primera Guerra Mundial, es posible que quienes negociaron en 1938 en Múnich con Adolf Hitler hubiesen sido más duros. Pero en su cabeza tenían las imágenes de aquella masacre, y por lo tanto su objetivo era evitar que se repitiera, lo que los llevó a ser débiles frente a Hitler.

La última crisis siempre funciona como horizonte de referencia. En economía, nuestra historia comienza en 2001. No importa el Rodrigazo de 1975, la crisis bancaria de 1981 o la hiperinflación de 1989. Eso es prehistoria, que no está incorporada al horizonte de comprensión de los agentes económicos.

Cuando hay horizontes temporales cortos, la economía es volátil y transitoria, y crece la influencia del periodismo. Estudié la historia del influyente diario Ámbito Financiero desde 1976 a 2001, viendo cómo recorría ese medio la montaña rusa argentina. La conclusión principal fue que en la economía, como en todo comportamiento humano, son tan importantes las palabras como los números.

La mano invisible de la economía no son los indicadores, sino la interpretación que hacemos de ellos. Y eso va construyendo un clima de mercado que es el ambiente en el que los agentes económicos toman sus decisiones. La suma de esas acciones construye los indicadores. Todos contribuimos en distinto grado a ese clima, pero nadie lo controla. Cada uno con diferente comprensión de lo que pasa, pero todos votan en los mercados.

Memoria y destino

Quienes estudian el periodismo y la economía notan que la noticia es el cambio de corto plazo de los indicadores, y no sus niveles absolutos. Explican que, como es muy difícil reflejar el estado de situación de una economía grande y compleja, nos guiamos por pocos indicadores. Y reaccionamos ante esas noticias no tanto por cómo estamos hoy sino por hacia dónde podemos ir, un destino en el que la memoria social de la última crisis funciona como un campo magnético. Ya sabemos que la economía puede llegar a ser tan volátil que la alarma activa el incendio, y no al revés.

En ese clima y en sus cambios, las palabras y las imágenes influyen mucho. Cuando actores influyentes hablan de “caída”, “desplome” o “parto de muerte”, las expresiones tienen efectos climáticos.

Recordemos que la salida de la convertibilidad fue mucho más traumática porque la política no supo contenerla. Las voces críticas pedían una devaluación del 20 por ciento, no del 300 por ciento como llegó en 2002. Por eso, están las crisis y lo que nosotros hacemos con ellas. En Argentina, nuestra forma de resolverlas es potenciar su efecto destructivo.

El economista argentino Daniel Heymann dice que suele haber “fallas de coordinación” que ocurrirían cuando a un gobierno le resulta “difícil prever el comportamiento del sector privado porque este encuentra difícil prever las acciones del gobierno”.

Entonces, en este juego de espejos deformados, la exageración es parte de la política económica, pero no falta quien toma esa exageración de modo literal. Si llamar al FMI era una forma de sobreactuar para asegurar la fortaleza, puede haber tenido un efecto de comunicar que la situación era más precaria de lo esperado.

Por supuesto, si las expectativas son negativas, las buenas noticias de la economía tienden a ser invisibles y las malas ocupan todo el escenario. Como siempre, el pesimismo oscurece el lado positivo de la vida, y el optimismo hace lo inverso.

Esto nos lleva a un escenario donde la excesiva convicción en las herramientas de salida es una simulación o un autoengaño, pues nadie puede saber qué va a funcionar. El problema es que las convicciones rígidas –aunque incomprobables– de los opinadores condicionan el clima del mercado y restringen el margen de maniobra de los funcionarios. Así, la crisis produce un casting de salvadores lúcidos que se amontonan para describir la torpeza de los funcionarios. Si la tribuna se dedica a castigar al timonel, será difícil que tenga fuerza para estabilizar el barco. Están tirando bengalas en una estación de servicio.

De esta forma, una crisis de inflación se convierte en una inflación de la crisis, donde crece el pesimismo negligente. Claro que tuvimos ciclos de optimismo negligente en los que fuimos superhéroes de la economía a prueba de cualquier villano.

El buen periodismo es atenuador de ciclos, tratando de iluminar la economía en su complejidad y destacando los matices. Eso contribuye a desarmar los malones multiplicando los escenarios futuros, y desconcentrando el foco sobre el futuro posible más negativo.

La política económica es también un discurso oral. Consiste en que los agentes económicos puedan explicarse entre sí y coincidir sobre lo que es. Esa es una economía institucionalizada, no provisoria. José Martínez de Hoz, Juan Sourrouille o Domingo Cavallo intentaron construir políticas económicas permanentes, pero fueron transitorias. Y tras los sucesivos momentos conmocionantes que las hirieron de muerte, se focalizaba la opinión en el lado oscuro y crecía la atracción hacia el peor escenario, en escalada hacia los extremos, mientras se insuflaban sin éxito las palabras sanadoras de la confianza y la esperanza.

Batalla de espejismos

Las causas atribuidas a la corrida de estos días van desde la suba de tasas en los Estados Unidos y el Impuesto a la Renta Financiera hasta la crisis de credibilidad en el Banco Central, la rigidez del gasto estatal hacia la baja, una precaria sustentación política y el recálculo de las metas de inflación, entre otros gatillos posibles.

También se podría pensar que la crisis no es humanamente comprensible y que necesitamos una explicación simplificada para poder actuar. Cada uno elige la causa que entiende mejor. Los funcionarios no pueden ocultar la neblina en la que toman las decisiones, por lo que no tiene sentido que simulen que no existe. Sus críticos son rápidos para explicar lo que pasó, pero hacen listados de causas convergentes cuya veracidad es imposible de verificar. Son finalmente batallas entre espejismos diversos, para ver cuál se convierte finalmente en el mundo real.

Pero todas estas batallas entre espejismos tienen costos humanos reales. Son raids destructivos sobre personas y familias: créditos hipotecarios que no fueron entregados, aumentos en las cuotas de los créditos ya otorgados, puestos laborales que se estaban planificando y ya no se ofrecerán, operaciones de comercio exterior que se cayeron y miles de etcéteras que golpean muchas vidas.

Estos heridos y muertos sólo aparecen ocasionalmente en los medios, pues los agentes económicos tienen una representación muy desigual en la voz pública: los emprendedores, los pequeños empresarios y cuentapropistas, los inquilinos, los propietarios de locales, los infinitos eslabones de la economía informal sufren estas corridas como un tsunami sobre su escenario vital. Es posible que estén mejor defendidos quienes forman parte de un sector muy pobre pero organizado en un movimiento social, que la categoría socioeconómica inmediatamente superior, cuya representación es más difusa.

La inflación no deslegitimó al gobierno anterior pues aquel nunca se la planteó como objetivo. Pero sí afecta al actual, porque la tomó como objetivo central. La evaluación de un gobierno se hace sobre la base de los objetivos públicos que ese gobierno se pone. La corrupción no deslegitimaba al gobierno menemista pues no era su bandera, pero fue letal para la Alianza que lo sucedió.

Ahora, la estabilización de las expectativas es la estabilización de las promesas. Por eso, no tiene sentido dogmatizar las herramientas pero sí los objetivos centrales.

Nuestro Hitler actual es la pobreza. Contra eso, no debemos ceder. Los gobiernos tienen que tener convicciones sobre sus objetivos centrales. Sobre las herramientas, vamos viendo.

(Nota publicada en La Voz del Interior, el 20 de mayo de 2018)

Periodismo DG (después de Google)

Hoy en el mundo del periodismo vivimos desfasados. Forjamos nuestras estructuras de pensamiento en mundos pasados y las usamos en los actuales. Pero no es tan dramático. Mucho de lo aprendido nos sirve; lo que ocurre es que nos confundimos siempre en entender qué es lo que cambia y qué no. Por eso vivimos en un proceso de prueba y error. Los periodistas están en ese proceso. Larry Page y Sergei Brin lanzaron el buscador Google en 1998, el mismo año que se lanzó el primer diario PERFIL. La web existía hacía una década, pero ahora se lanzaba la nave espacial para navegarla. Hace rato que los gurús tenían el discurso del cambio acelerado que se estaba viviendo, pero ahora la certeza nos llegaría a todos. No hay duda de que hace veinte años somos google-dependientes. El periodismo AG (Antes de Google) no tenía secretos para Jorge Fontevecchia y para los grandes editores del mundo. Un largo recorrido histórico había asentado los criterios de management y los fundamentos profesionales. Y ese diario PERFIL era un sofisticado destilado de esos aprendizajes históricos. Era algo así como la etapa superior del periodismo de diario. Los desafíos eran inversos a los que hoy tienen los editores. Los lectores tenían hábitos y lealtades sólidas. El diario que cada uno leía en el tren decía algo sobre su portador. En la investigación que hizo PERFIL para preparar su producto se decía que era más fácil que una persona se divorciara que que cambiara su diario. Veinte años después de esa entrañable fidelidad periodística, todo es muy diferente. La volatilidad de las audiencias es proverbial y los hábitos de las audiencias son tan variables que no sé si se pueden seguir llamando hábitos.  En aquel momento, PERFIL suponía que La Nación no estaba fuerte, y que podía crecer sobre su público. En cambio, ahora, el periodismo DG encuentra a La Nación muy fuerte, liderando como medio tradicional la transición digital. Como paradoja, para algunos medios de referencia en el mundo, la revolución digital reactivó el ADN de otras épocas y evitó la larga agonía que medios centenarios estaban recorriendo. La misma La Nación, por ejemplo, tenía en 1998 los mismos lectores que en 1958, una época donde había casi la mitad de población en el país. Sus ganancias no andaban mal, pero era evidente que se estaba desarraigando de la comunidad. Clarín, en cambio, venía creciendo cien mil lectores por década desde los años cincuenta, avanzando sobre los matutinos y vespertinos históricos que iban desapareciendo. Hacia fines de los noventa terminó su crecimiento papel y luego su performance digital fue más irregular que la de La Nación, y entonces equilibraron sus fuerzas. Los desafíos de ahora tienen que ver con volver a insertarse en los hábitos de las personas y eso solo se consigue si se fideliza nuevamente a las personas. Nunca una persona deja de necesitar una conexión informativa y por lo tanto siempre los usuarios estarán disponibles para los editores. Pero su paciencia será mínima y su lealtad también. Como en tantas otras situaciones de la vida digital, un editor tendrá muchas posibilidades de obtener éxito y muchas posibilidades de ser derrotado en el minuto siguiente. Hubo una escena en la declaración de Mark Zuckerberg en el Congreso de los Estados Unidos que ilustra el futuro. Frente a él hubo varias decenas de fotógrafos. ¿Realmente creemos que se sigue necesitando esa tribu en el mismo lugar, intentando sacar lo mismo? ¿Cuál fue el nivel de redundancia de esa foto histórica? ¿Cuántas fotos se dejaron de sacar en ese momento, porque todos miraban hacia el mismo lado? Fue un pequeño símbolo de lo que no funciona. La palabra más venenosa del momento es redundancia. Entrarán en crisis aquellos periodistas cuyo trabajo sea redundante, pues informan lo que ya se sabe. Y hoy una gran parte de la profesión está dedicada a la redundancia. Imaginen un quiosco donde los diarios traen las mismas noticias. El periodismo DG necesita grandes editores que construyan identidad en el torbellino digital. Son ellos los que inventan el uso de los nuevos medios. ¿Cómo? Construyendo nuevas miradas.

(Nota publicada en Perfil, el 8 de junio de 2018)

El periodismo y la fábrica de derechos

Cuando Voltaire hizo la campaña contra las torturas o Emile Zolá contra el antisemitismo en el ejército, ambos fueron las voces de las víctimas exigiendo derechos para los franceses.

En una sociedad democrática eso ocurre todos los días. Pero para la mitad de la población mundial, que vive bajo autoritarismos diversos, la voz de las víctimas está amordazada.

Por eso hay muchos beneficios de la libertad de expresión, pero algunos son vitales para la calidad democrática.

Si la democracia es un proceso de construcción de derechos, hay que analizar cómo esos derechos se fabrican.

Para ello afirmaré que el periodismo es un engranaje importante en esa fábrica. Como sociedad, cambiamos de opinión en forma constante. Aquello que antes nos parecía una barbaridad, ahora lo podemos exigir como un derecho.

Siempre la contraparte de un derecho ausente es una víctima y los medios suelen ser la principal mesa de entrada de su apelación pública para que se los reconozcan.

Por eso el periodismo es una institución clave en la posibilidad de que esas víctimas dejen de serlo y sus derechos sean realmente existentes.

Por supuesto, en la fabricación de un derecho hay primero que resolver quién es la víctima y quién el victimario. Y en una sociedad pluralista las políticas editoriales de los medios pueden ser antagónicas: un medio puede definir a un sector como la víctima y a otro como el victimario.

De hecho, toda política editorial es una carta de derechos, una lista de víctimas a las que se va a defender y una lista de victimarios que se va a denunciar.

Las víctimas primero suelen irrumpir por medio de conflictos y luego aspiran a hacer llegar su mensaje hacia la sociedad. De eso dependen para dejar de ser algún día víctimas.

Si bien son ejemplos históricos incomparables, tanto las Madres de la Plaza de Mayo como las Madres del Dolor, en su recorrido histórico, han tenido una dimensión periodística central.

Las víctimas necesitan la empatía social, que los ciudadanos salgan de su indiferencia y se acerquen a la indignación.

Eso es lo que hace que un derecho sea realmente existente. Puede estar formalmente reconocido, votado en el Congreso y, por lo tanto, en la letra de los códigos que los jueces usan. Pero, a pesar de todo eso, ese derecho puede estar dormido, flotando en la indiferencia social.

Eso ocurre porque los derechos son móviles. Si hay una gran inseguridad en las calles, los derechos de los presos serán más difíciles de defender socialmente. Si hay un incidente y mueren presos hacinados, sus derechos se reflotarán.

Hay una oscilación permanente en el ejercicio de los derechos y el periodismo tiene incidencia en esas oscilaciones. En esa marea a veces se privilegia a unas víctimas y a veces a otras.

La libertad de expresión es amplia si permite que las víctimas puedan defenderse cuando tienen a la marea de la opinión en contra. Si sólo hay libertad de expresión para ir a favor de la marea social, será muy frecuente que muchas víctimas sufran la sequía de sus derechos.

Existen víctimas porque algún derecho no ha sido socialmente reconocido y/o respetado. Y, por lo tanto, las víctimas son la luz de la democracia para poder reformarse y combatir las injusticias.

Por eso, sólo es realmente libre el periodismo que escucha a las víctimas.

Si esa relación prospera, el derecho avanza y si no, esas víctimas tendrán dificultades para que sus derechos tengan efectiva vigencia social. En ese caso, la democracia pierde su innata capacidad reformista.

(Nota publicada en Clarín, el 3 de mayo de 2018)

Infocracia. Poder político, medios de comunicación y derecho a la libertad de expresión en Venezuela

Este libro describe los últimos años de la situación del periodismo en Venezuela. El autor es Andrés Cañizález, que es uno de los principales investigadores de medios que hay en ese país. Acá tienen el link para bajarse Infocracia.

Andrés, porque es amigo mío, me pidió que le haga el prólogo.

 

Redes sociales y jihad islámica

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Muy buena nota de un experto en radicalización política, en la publicación británica New Statesman, con el título: From Portsmouth to Kobane: the British jihadis fighting for Isis. 

Es u n informe muy extenso realizado por un académico que está en contacto con varios de estos «guerreros». Por eso es una excelente fuente para entender ese proceso de radicalización. A continuación cito aquello que tiene más relación con medios de comunicación:

* «The use of the internet by jihadists is hardly new but the manner in which its potential is being harnessed has vastly changed. During the Iraq war, sympathisers of al-Qaeda needed access to password-protected forums, where they could learn about events on the ground. These forums were not easy to find and access was harder to gain. Crucially, most of the conversations were in Arabic, a language alien to most British Muslims».

* «Social media has changed all this, empowering individual fighters to become recruiting sergeants in their own right. What makes them so powerful is their sheer ordinariness. Indeed, most fighters tend to stress their unremarkable nature: “There’s nothing special about me,” they might say. “I just decided to come. If I can do it, you can do it.”

* «The effect of social media is to normalise the experience, while also motivating and inspiring potential recruits. Perhaps most significant is that the conversation runs two ways. In the past, al-Qaeda would issue unidirectional edicts and vague instructions to followers to “do something” at home. Today, you can talk to fighters directly and have a proper conversation»

* «These interactions help prospective fighters overcome lingering fears and emotional barriers. Fighters are asked, for example, how they broke the news to their parents and how their families are coping with their decision. Others ask what living arrangements are like in Syria, or how to cross the border safely».

* «Bizarrely, some have even asked whether hair gel is available in the IS stronghold of Raqqa. Lots of practical advice is forthcoming: bring good hiking boots, waterproof clothing and a warm coat; don’t pack radical literature; medicine for an upset stomach is also a good idea; and an iPad is recommended, for keeping in touch with family and inspiring others to make the same journey. (Hair gel, in case you were wondering, is available on the inside.)».

* «The network of fighters taken to Syria by Jaman is one of the best known in foreign fighter circles today. The group became minor celebrities after Jaman gave a Skype interview to the BBC in November 2013 from inside his IS training camp. Several foreign fighters have told me that they were directly inspired by that interview and it has been such a successful recruiting tool for IS that the group has even used it in its own propaganda videos».

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Malala y los medios

Artículo de Vanity Fair sobre cómo los medios construyeron a Malala:

http://www.vanityfair.com/politics/2013/04/malala-yousafzai-pakistan-profile

Entramos en la posguerra mediática

Sigo sacándole filo a la metáfora de moda, hasta que se me agote!

Acá publico el artículo que escribí para el Día del Periodista en el semanario entrerriano Análisis sobre porqué no nos tenemos que quedar diez años hablando de los diez años que acaban de pasar. (la posguerra mediática)

 

Ola de debates electorales en América Latina

A raíz de las nuevas elecciones en Argentina y el «debate sobre el debate» que se da siempre, les paso el informe (debates_electorales) que elaboramos sobre «la ola de debates» que se está dando en América Latina. Se analizan las diferentes características en cada país.

Luchar contra la mafia desde una radio. I Cento passi (Cien pasos)

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Esta es una historia real de la mafia italiana y los medios contada por una película del año 2000, dirigida por Marco Tullio Giordana.

Peppino Impastato, el hijo de una familia mafiosa, se hace militante político y lucha contra la mafia. A medida que va creciendo va construyendo una conciencia crítica, junto a grupos de la izquierda clásica y de otros con las ideas sesentistas y setentistas de expansión de las libertades personales.  Lo interesante, desde el punto de vista de este blog, es que en un momento él (Peppino Impastato) decide llevar su militancia  y su voz en Cinisi, un pueblo de Sicilia, a un nivel más alto, y para ello funda una radio, Radio Aut. Esta se convierte en una fuente esencial de relato alternativo al tradicional, que era temeroso y respetuoso de la estructura mafiosa. Peppino habla de ese pequeño como una “mafiópolis”. Es la historia de cómo se construyó una voz pública poderosa, a través de un medio de comunicación. Esa radio tenía la fuerza política de un movimiento. Quería hacer política profunda, debilitar los consensos culturales que había construido históricamente la tradición mafiosa, reemplazar ese sentido común del pueblo siciliano por un cuestionamiento al delito y al crimen como forma de desarrollarse y solucionar los conflictos. Ese medio era una forma de hacer política, como suelen ser siempre los medios pero a muchos les cuesta aceptar, como si eso fuera degradante. Querer influir, tener poder social, nunca es degradante de por sí. El problema es para qué y cómo se quiere acumular esa influencia. Al final, Peppino decide presentarse a las elecciones. Pero el día anterior lo matan. Es una historia real de uno de los tantos crímenes políticos del sur de Italia. La película completa. Y acá un audio del Impastato verdadero, denunciando a la mafia desde Radio Aut: http://www.youtube.com/watch?v=I5XTj72skCc

La escalera de los derechos humanos

La historiadora Lynn Hunt escribió la evolución de los derechos humanos entre mediados del siglo 18  y mediados del siglo 20, y allí está esbozada cierta teoría de cómo se consiguen los derechos. Aquí damos sus líneas principales, que tienen que ver con el rol del periodismo:

1. Un nuevo derecho necesita sustentarse en la capacidad de empatía e identificación de una persona con las demás.

2. La primera vez que se lucha por ese derecho se suele fracasar.

3. Es la lucha por ese derecho precisamente el principal campo de visibilización de ese grupo de personas. Es en la forma y tipo de lucha donde se demostrará o no su autonomía, legitimidad y fortaleza para adquirir esos derechos. Así lo explica Hunt: «la ciudadanía no es simplemente algo que conceden las autoridades; es algo que uno mismo debe conquistar. La capacidad de argumentar, insistir y , en algunos casos, luchar da una medida de la autonomía moral” (p.177).

4. Hay momentos históricos en los que los derechos se precipitan en cascada.

5. Cuando un grupo accede a un derecho, grupos similares quedan en la puerta de conseguirlo. Así lo explica Hunt, para el caso de la Revolución Francesa: «la lógica del proceso determinó que en cuanto a un grupo sumamente ‘concebible’ le tocase el turno de ser estudiado (los varones con propiedades), los de la misma categoría pero situados más abajo en la escala de ‘concebibilidad’ (los varones sin propiedades) aparecerían inevitablemente en la orden del día» (p. 154).

6. La sensibilidad por los derechos puede involucionar, y los hombres corrientes y otrora empáticos pueden convertirse en autores de masacres e instrumentos humanos de tortura.

7. Los medios son ambivalentes. Pueden servir para crear la empatía o para destruirla. Eso es lo que ha pasado ahora y siempre.

Es muy buena la descripción que hace del caso Jean Calas, protestante injustamente condenado y ajusticiado, a quién Voltaire defendió tras su muerte. Es uno de los primeros casos que conozco de influencia mediática en la Justicia.

(Lynn Hunt, La invención de los derechos humanos, Tusquets, 2010)

Autocensura en provincias (Colombia)

 

En noviembre del 2010 salió en Colombia un informe denominado «País lejano y silenciado. Autocensura y prácticas periodísticas en el periodismo regional«, escrito por Arturo Guerrero y apoyado por Medios para la Paz (MPP) y la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip).

Es interesante pues es sobre autocensura, que es algo que se viene hablando en los últimos años y todavía nos cuesta definirla y, más aún, combatirla. Es el resultado de talleres realizados en siete de los departamentos colombianos más peligrosos. En la mayoría de los países de América Latina las megalopolis son los principales centros informativos, incluso muchas veces de lo que ocurre en las propias provincias. Son los medios de alcance nacional los que tienen las posibilidades  de denunciar o difundir informaciones críticas de las provincias o estados interiores en los que el periodismo está, de múltiples formas, muchas veces amordazado. Cuando los medios nacionales no cumplen ese rol de revelador de situaciones locales, esa responsabilidad es transferida a los corresponsales extranjeros, los que lógicamente solo se interesarán si esperan que eso tenga una repercusión mundial. Esto quiere decir que los medios nacionales, cuando sus corresponsales no rompen esos silencios cristalizados en las zonas locales, colaboran con la autocensura de sus colegas de esos lugares. Dice el informe que «un periodista o investigador proveniente de Bogotá, por ejemplo, puede darse cuenta de la cantidad de información que guardan los reporteros de ciudades intermedias o provincias rurales. Se admirará de los conocimientos que tienen de su región y de las fuerzas económicas, políticas y militares que en ella se mueven, pero así mismo de la manera como evitan los temas sensibles en sus producciones profesionales» (p. 13). Y luego señala: «¿Que nombre darle a este recorte voluntario, aunque en ocasiones inconsciente, del ejercicio periodístico? Se llama autocensura» (p. 15). Grupos violentos, políticos corruptos, condiciones laborales precarias, «el sistema de consecución de avisos publicitarios», los niveles de capacitación profesional,  son las limitaciones que fueron surgiendo en los talleres realizados. Una de las cosas más interesantes que dice el informe es que «las agremiaciones periódísticas cumplen un papel fundamental en la derrota de la autocensura» (p. 48), y luego agrega que «una medida de protección indispensable es la solidaridad» (p. 49)

«Concienciados» por la televisión pública nacional de España

El canal público español dedica una semana de su programación a concientizar sobre un tema social (pobreza, infancia, migraciones, salud mental, etcétera). Cada campaña se llama «Conciencia2» y demuestra otra vez más que los medios saben que los medios influyen.

Las villas y los medios

Acaba de salir un libro recomendable. Se llama Curas villeros: De Mugica al Padre Pepe. Historias de lucha y esperanza (Sudamericana, 2010), y es de Silvina Premat, periodista que cubre asuntos religiosos en el diario  La Nación.  

Desde el prólogo, Premat avisa lo que se viene: «Me siento a escribir estas páginas con todo el temor y el temblor de contar una historia de amor que transcurre en medio de una guerra que aún se está luchando y en la que algunos mueren, otros viven y el resto logra vivir» (p. 9).

Y el periodismo es un actor en esta «guerra».

Hay varias menciones directas e indirectas al rol de los medios, los que parecen construir un muro cognitivo que impide conocer a la sociedad villera. Se dice que el periodismo la retrata desde lejos y no es justa la representación que construye sobre ella.

Para empezar, la noticiabilidad está asociada al conflicto. Las amenazas de muerte hicieron famoso al Padre Pepe, de la villa 21-24. Premat escribe que cuando los curas villeros convocaron a una conferencia de prensa para presentar un documento sobre el paco, asistió una tercera parte de periodistas que cuando se produjo la amenaza de muerte, (p. 16). En otro episodio, hace quince años, los periodistas recién entraron a la villa cuando los villeros se defendían con piedras de las topadoras que mandó el intendente Jorge Domínguez. O, durante una huelga de hambre de los curas ese mismo año, se refiere a «los periodistas (…) que velaban por llevarse la imagen de un cura en una camilla hacia el hospital». (p.259)

Del lado bueno, los periodistas también están asociados a la protección de los villeros. Los curas villeros solo levantaron aquella huelga de hambre cuando el gobierno porteño se comprometió ante las cámaras de televisión que no habría violencia contra las villas y que se suspendían las erradicaciones.

Ese bloqueo cognitivo tiene que ver con que las historias de la villa están contadas por periodistas de una ciudad que no considera propias esas zonas urbanas hundidas. Son ocupantes transitorios, en proceso de migración, aunque esos asentamientos lleven en algunos casos más de sesenta o setenta años. El periodismo urbano oficial viaja a las villas, de la misma forma que un corresponsal de guerra en un país en el que no conoce el idioma.

Dice un cura villero: «En general, la gente de afuera piensa que esto es una tortura y que nosotros somos unos héroes, nos admiran y nos dicen: !qué obra la que hace usted padre! Nosotros nos reímos de eso. Para nosotros no es así. Yo no sufro más que los curas de afuera. Esto pasa porque el de afuera no sabe lo que es esto; tiene una imagen creada por los medios y el morbo de todos y se relacionan con esa imagen. (…). Todos los que viven acá son víctimas de ese ideario colectivo de lo que es la villa; algunos no consiguen trabajo por vivir acá o lo pierden cuando trasciende dónde viven» (p. 169).

El libro tiene un anexo muy interesante que reune los documentos del orígen de los curas villeros, en los violentos sesenta y setenta, cuando varios de aquellos sacerdotes fueron demasiado ambiguos o tardíos en la condena a la violencia guerrillera, con los documentos de los actuales curas villeros.

Se percibe en el discurso de ambos momentos históricos la misma preocupación por este bloqueo cognitivo del que los medios son al menos co-responsables. En el documento del 28 de diciembre de 1969 los curas hablan de la «falsa imagen de indolencia y vicios con que ‘los del asfalto’ pretenden cubrir la triste realidad de las villas, para eludir su responsabilidad social respecto de las mismas». (p.274)

En el documento de junio del 2007 («Reflexiones sobre la urbanizacion y el respeto por la cultura villera») los actuales curas villeros dicen: «Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta a la que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires». (p. 276). En el documento de marzo del 2009 («La droga en las villas: Despenalizada de hecho»), dicen: «Ante la confusión que se genera en la opinión pública con la prensa amarilla que responsabiliza a la Villa del problema de la droga y la delincuencia, decímos claramente:  el problema no es la Villa sino el narcotráfico». (p. 281)

En este documento los sacerdotes proponen una solución para el desastre de las adicciones, que debería ser tenida en cuenta en nuestros criterios de noticiabilidad periodística:

«Nos parece que se trata principalmente de crear ámbitos de contención y escucha de nuestros niños, adolescentes y jóvenes -en este sentido no es menor todo lo que se haga para fortalecer a sus familias-. Ámbitos de recreación y de construcción de un proyecto real para su vida. (…) Muy unido al tema de consumo de droga, tal vez como una de sus grandes causales está la falta de sentido, de un horizonte hacia el cual caminar. El aburrimiento, el tedio, el no tener qué hacer, van minando la pasión por la vida y donde no hay pasión por ella, aparece la adicción. El gran trabajo de prevención nos parece que tiene que tener como eje el mostrar que la vida tiene sentido. Por eso nos parece que las adicciones son principalmente enfermedades espirituales, sin negar obviamente su dimensión biológica y psicológica». Citan un documento de la Conferencia Episcopal Argentina que ratifica esto y nos puede ayudar como periodistas: «La deuda social es también una deuda existencial de crisis de sentido de la vida: se puede pensar legítimamente que la suerte de la humanidad está de manos de quienes sepan dar razones para vivir». Y siguen: «El sentido de la vida se adquiere por contagio, los valores se descubren encarnados en personas concretas, por eso, la importancia fundamental de generar en nuestros barrios líderes positivos que puedan transmitir valores vividos por la fuerza de su testimonio».(p. 284)

¿Cuál sería la receta?: «El primer paso es acercarse a los chicos, no esperar a que estos golpeen las puertas de las instituciones. (…). Este primer paso es acercar el corazón. Corazón que se acerca es corazón que se ve y se deja tocar por este doloroso grito y por eso se pone a su escucha. El hábito de la escucha no es algo común en nuestros días y es esencial para un verdadero encuentro. (….). Acercarse, caminar los barrios, escuchar, encontrarse es el primer paso imprescindible». (p. 287)

Los niños y adolescentes villeros sufren también la agenda  y las imágenes que construimos desde el periodismo: «Hoy vivimos la cultura de la imagen. Si esto se logra en gran parte se adueñan de nuestra vida. (….) hay una responsabilidad grande de los publicistas y de los medios de comunicación en general, valga como ejemplo este verano (por el último): por un lado la propaganda de una bebida alcohólica en la playa que al parecer era sinónimo de plenitud y alegría, por otro lado la realidad de la violencia como consecuencia del exceso de alcohol en muchos jóvenes en la costa. Tal vez esto sea una llamada de atención para que veamos que como sociedad estamos dejando muy solos a nuestros adolescentes y jóvenes. No les enseñamos qué hacer frente al aburrimiento, la tristeza, la bronca o la soledad, etc». (p. 288)

También Jorge Fernández Díaz escribió una magnífica nota sobre el tema: «El párroco de la calle de la muerte«, en La Nación del 23 de abril del 2009.

No pienses en un elefante (pero es imposible)

El «activista cognitivo» George Lakoff escribió hace seis años un libro que es un manual para periodistas que cubren diariamente el debate político. Un periodista que lea este libro puede darle un grado más de profundidad a su cobertura, por entender mejor tanto a los contendientes como también las formas en que la audiencia aprehende la discusión política. 

El eje central de la argumentación de Lakoff: “Los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Como consecuencia de ello, conforman las metas que nos proponemos, los planes que hacemos, nuestra manera de actuar y aquello que cuenta como el resultado bueno o malo de nuestras acciones. En política nuestros marcos conforman nuestras políticas sociales y las instituciones que creamos para llevar a cabo dichas políticas. Cambiar nuestros marcos es cambiar todo esto. El cambio de marco es cambio social” (p. 17).

Y sigue: «”(los marcos) forman parte de lo que los científicos cognitivos llaman el “inconsciente cognitivo” – estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias: nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común. También conocemos los marcos a través del lenguaje. Todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales. Cuando se oye una palabra, se activa en el cerebro su marco (o su colección de marcos). Cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo. Es cambiar lo que se entiende por sentido común. Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos requiere  un nuevo lenguaje. Pensar de modo diferente, requiere hablar de modo diferente» (p. 17).

El objetivo de Lakoff es darle argumentos a los demócratas para que le ganen en el debate a los republicanos. La cantidad de consejos (para todos) es interminable.  Quizás el principal sea el siguiente:  «El enmarcado tiene que ver con elegir el lenguaje que encaja en tu visión del mundo. Pero no solo tiene que ver con el lenguaje. Lo primero son las ideas. Y el lenguaje transmite esas ideas, evoca esas ideas”.  Y luego sugiere: “Si mantienes su lenguaje y su marco, y te limitas a argumentar en contra, pierdes tu, porque refuerzas su marco” (p. 58). De ahí viene la metáfora del elefante. Lakoff entrena a sus estudiantes a evitar por completo referirse a los marcos de interpretación de sus contendientes. El elefante es el símbolo del Partido Republicano.

La opuesta cosmovisión de los republicanos y los demócratas es atribuida por Lakoff a una diferente concepción sobre la familia: la polaridad entre el padre protector y el padre estricto. De esa diferente concepción de la familia, surge según Lakoff la diferente concepción sobre la nación (p. 26).

Para los periodistas es importante la destrucción de algunos «mitos iluministas» que son nociones constitutivas del campo periodístico, como aquel que dice que la simple exhibición de los hechos alcanza para que la gente, racionalmente, llegue a la verdad de las cosas. Lakoff, siguiendo en la tradición de los científicos cognitivos, piensa que eso no ocurre así: “la gente piensa mediante marcos. (…). La verdad para ser aceptada tiene que encajar en los marcos de la gente. Si los hechos no encajan en un determinado marco,  el marco se mantiene y los hechos rebotan. La neurociencia nos dice que cada uno de nuestros conceptos –los conceptos que estructuran nuestro modo de pensar a largo plazo- están incrustados en la sinapsis de nuestro cerebro. Los conceptos no son cosas que pueden cambiarse simplemente porque alguien nos cuente un hecho. Los hechos se nos pueden mostrar, pero, para que nosotros podamos darles sentido, tienen que encajar con lo que ya está en la sinapsis del cerebro” (p 39).

Finalmente habla a los periodistas: «Cambiar de marco es una tarea de todos y de cada uno. En especial, de los periodistas. (…) los periodistas tienen la obligación de enterarse de cuándo intentan llevárselos a su terreno y deberían negarse a seguir este camino. (…) los periodistas tienen la obligación especial de estudiar el enmarcado y de aprender a ver de marcos motivados políticamente, incluso cuando esos marcos han llegado a ser aceptados como algo cotidiano y un lugar común” (p. 81).

Lakoff fundó el think tank Instituto Rockridge, que se cerró en el 2008 y se dedicó a estudiar y a promover la discusión sobre los marcos del debate político estadounidense, y ahora es asesor de Fenton Communications, una empresa de PR dedicada a promover causas de bien público.

El libro reseñado se llama No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. George Lakoff, Editorial Complutense, Madrid, 2007. La primera edicion fue del año 2004, un año después de la invasión a Iraq.

Obama y el periodismo

Mientras era senador federal por Illinois, Obama escribió sobre sus experiencias con los medios. Ya entonces consideraba que la prensa propulsaba su meteórica carrera, y eso también lo prevenía frente a ella: «Precisamente porque he visto cómo la prensa me ha alzado a unas cimas a las que puede que me cueste llegar, soy consciente de lo rápido que puede funcionar el proceso inverso» (p. 129). David Axelrod ya era su consultor en el tema.

La Audacia de la Esperanza (Editorial Península, Barcelona, 2009) es un gran libro. Los capítulos «Fe», «Raza» y «Familia» son excelentes insights a su vida y a su sociedad. Y en el capítulo al que llama simplemente «Política» le dedica interesantes páginas para describir su visión de cómo el periodismo interactúa con los políticos. Si bien reconoce las virtudes de una «prensa exigente» (p. 140), finalmente coincide con la clase política internacional en tener una visión mas bien crítica del periodismo. Sus críticas principales son:

* Crecimiento de la prensa partisana: «Lo que actualmente llama más la atención es la aparición de una prensa desvergonzadamente partidista: tertulias de radio, Fox News, columnistas de periódicos, el circuito de tertulias del cable y, más recientemente, los bloggers, todos ellos intercambiando insultos, acusaciones, rumores e insinuaciones veinticuatro horas al día, siete días a la semana (…)  no se puede negar que todo ese ruido y furia, magnificados a través de la televisión e Internet, vuelven más áspera  la cultura política. Hace que los temperamentos se enciendan y contribuye a fomentar la desconfianza”. (p. 129)

* Concepto de objetividad demasiado neutro: «… incluso entre los periodistas más escrupulosos, la objetividad viene a significar publicar los argumentos de ambas partes sin manifestar ninguna perspectiva sobre qué parte puede llevar razón» (p. 133)

* La inexistencia de lo que nosotros, no Obama, llamamos ‘base informativa común’: «Ahora no existe ninguna figura con autoridad….al que todos escuchemos y en quien confiemos para que nos diga cual de dos versiones contradictorias es la verdadera. En vez de eso los medios están divididos en mil fragmentos, cada uno de ellos con su propia versión de la realidad, cada uno de ellos pidiendo la lealtad de una nación dividida. Según cuales sean sus preferencias mediáticas, el cambio climático global se está acelerando rápidamente o no; el déficit presupuestario está subiendo o bajando. (…). La ausencia de un mínimo acuerdo sobre los hechos hace que cualquier opinión valga lo mismo y, por tanto, elimina las posibilidades de un compromiso sensato. Recompensa no sólo a los que tienen razón sino a aquellos –como la oficina de prensa de la Casa Blanca- que pueden emitir su mensaje más alto, con mayor frecuencia, mayor obstinación y con mejor telón de fondo” (p.135).

* Falta de rigor:  Se refiere con un ejemplo al que considera «el aspecto más sutil y corrosivo de los medios modernos: como una historia en particular, repetida una y otra vez lanzada al ciberespacio a la velocidad de la luz, acaba convirtiéndose en una realidad; cómo las caricaturas políticas y los fragmentos de ideas preconcebidas se alojan en nuestro cerebro sin que jamás dediquemos tiempo a examinarlos» (p.132). Esta crítica incluye a los periodistas, comunicadores diversos y a las audiencias.

* Facilidad para integrarse a procesos de manipulación: «La manipulación funciona…precisamente porque los propios medios la acogen con entusiasmo. Todos los periodistas de Washington trabajan bajo la presió que les imponen sus directores y productores, que a su vez responden ante sus editores o ejecutivos de la cadena, que a su vez se pasan el día repasando las audiencias de la semana pasada o las cifras de circulación del año pasado y tratan de sobrevivir a un público que cada vez más prefiere jugar con su PlaySation y ver los realities. Para cumplir esa fecha límite, para mantener la cuota de mercado y alimentar a la bestia de las noticias por cable, los periodistas se mueven en manadas, se alimentan de los mismos comunicados de prensa, de las mismas situaciones y actos prefabricados, de las mismas cifras de siempre. El caso es que para los lectores y espectadores que andan siempre muy ocupados y consumen esporádicamente las noticias, las historias más trilladas son hasta cierto punto bienvenidos. Les exigen poco tiempo y esfuerzo; son rápidas y fáciles de digerir. A todo el mundo le resulta más sencillo aceptar la manipulación» (p. 133)

* Promover conflictos: «(…) viejo recurso periodístico del conflicto personal. Es difícil negar que la cortesía política ha declinado en la última década y que los partidos difieren en cuestiones políticas fundamentales. Pero al menos parte de ese declive de la cortesía puede atribuirse directamente al hecho que, al menos desde el punto de vista de la prensa, la cortesía es aburrida» (p. 134)