En los días previos a la elección presidencial que cerró su mandato, Lula dio una entrevista colectiva a Martín Granovsky (Página 12), Carmen Lira (La Jornada de México) y Emir Sader (Carta Maior, de Brasil).
Estos son los extractos principales:
–El día que la prensa decida divulgar la revolución que se produjo en Brasil –dice ahora con ironía–, el pueblo se va a dar cuenta del todo. En los sondeos el Gobierno aparece con un 80 por ciento de aprobación. No es Lula, es el Gobierno. ¡Y estamos en el octavo año de mandato! ¿Cuál es el fenómeno? Que no dependemos de la prensa. Si fuera por la prensa, yo tendría 10 por ciento de aprobación. O hasta les debería algunos puntos. El fenómeno es que los resultados llegan a las manos del pueblo. El pueblo recibe los beneficios, ve que las cosas se hacen. Entonces, el que no habló no formó parte de la historia de ese período. Ese fue el gran cambio entre 2003 y 2010.
–Usted dice que hizo cosas que quizás algún día la prensa divulgará. Y el gobierno, ¿no lo divulgó?
–En Brasil hay un debate muy interesante. Y sé que no es una discusión sólo brasileña. En la Argentina se da el mismo debate, y lo mismo en los otros países de América latina. Hasta Barack Obama, a poco de asumir, dijo que la cadena Fox no es un medio de comunicación sino un partido político. Yo converso con dirigentes de todo el mundo. Todos se quejan. Yo no me quejo mucho de la prensa porque también llegué adonde llegué a causa de la prensa. Contribuyó mucho a que yo llegara donde llegué. Por eso soy un defensor juramentado de la libertad de expresión y la democracia. Ahora, hay gente que confunde la democracia y la libertad de comunicación con actitudes extemporáneas. No sé si es una tendencia mundial. No sé si será que las buenas noticias no venden diarios. Tal vez los escándalos vendan… Yo voy a terminar mi mandato sin haber almorzado con ningún dueño de diario, con ningún dueño de un canal de televisión, con ningún dueño de revista. Sí mantuve con todos ellos una actitud respetuosa y democrática. Quise entender su papel y que ellos entendieran el mío. Muchas veces el pueblo se entera de las cosas buenas que suceden en este país porque las divulgamos nosotros a través de la publicidad, por Internet o por el blog del Planalto. A veces, si sólo dependiese de determinados medios de comunicación, ni siquiera hablarían de algunos temas. Algunos hasta dicen: “No nos interesa cubrir eso, esa inauguración…”. Por ahí es verdad, no sé… El dato concreto es que, en mi opinión, si el pueblo fuese mejor informado, sabría más cosas y podría hacer mejores juicios de valor. Para mí el arte de la democracia es ése: que la gente tengan seguridad de la calidad de la información, de la honestidad de la información y de la neutralidad de la información. Y quizás hubiera sido más fácil que los medios de comunicación asumiesen categóricamente su compromiso partidario. Así todos sabríamos quién es quién. Pero ésa no es la situación actual en Brasil. Hoy parece todo independiente, pero basta ver las tapas para darse cuenta de que la independencia termina donde comienza el comercio. También se trata de un aprendizaje. Tenemos poco tiempo de democracia. En este momento estamos viviendo el mayor período de democracia constante de Brasil, sea a partir de la Constitución de 1988 o sea a partir de la asunción del presidente José Sarney. Son poco más de 20 años. Es una democracia muy incipiente, aunque es muy fuerte y goza de instituciones sólidas. Hicimos un impeachment y no pasó nada. Aquí eligieron a un metalúrgico. Percibimos un avance general en América latina. Eso va consolidando la democracia independientemente de los nostálgicos que siempre dijeron que un metalúrgico no podría llegar a la cima, que un indio tampoco, que un negro no podría llegar, que una mujer tampoco. Estamos quebrando esos tabúes.
–Hay que valorar esto –dice Lula cuando revisa qué pasa hoy en Sudamérica–: la izquierda en América latina hace opción por la democracia y por esa vía está llegando al poder en varios países. Los golpes no son de la izquierda. Nadie de izquierda dio el golpe en Honduras. Entonces, la gente precisa saber que si la información fluye correctamente, eso facilitará la toma de decisiones para su vida. En Brasil estamos aprendiendo. Así vamos construyendo nuestra democracia. No tengo derecho a quejarme. Voy a terminar mi mandato con el mayor nivel de aprobación que jamás alguien haya alcanzado. Hay presidentes que ni siquiera comienzan con esa cifra del 80 por ciento. Por eso tengo que agradecer al pueblo brasileño, a la democracia brasileña y –por qué no decirlo– también a la prensa: su comportamiento, a favor o en contra, fue formando un juicio de valor. Tengo una tesis que vale tanto para la prensa como para nuestra conducta cotidiana: si todos los días alguien está a favor del gobierno, perderá credibilidad. Pero también la perderá si todos los días está en contra. Los dos extremos son malos. Hay que hablar de las cosas buenas del gobierno cuando suceden. Entonces, cuando se hable de las cosas malas, la credibilidad estará intacta. Eso es lo que desarrollaría y consolidaría la libertad de comunicación en el país: el compromiso sólo con la verdad y nada más que con la verdad, le duela a quien le duela.
–¿La NBR está en televisión abierta?
–No, no. Aún estamos construyendo todavía la tevé pública. Es un proceso de fortalecimiento. Pero no queremos que la tevé pública quede como un canal para transmitir las actividades del presidente. Nadie soporta eso todos los días. Mi ideal es que todos nos comprometamos con la verdad. Incluso los medios de comunicación. Cuando el pueblo esté bien informado, todos estarán bien informados. El Estado no tiene por qué tener un instrumento oficial para transmitir. Sí debe contar con una tevé pública con programación de calidad, de contenido competitivo en forma y en fondo. El Estado no debe competir con los privados en materia de financiamiento. Debe ser el primero en pluralidad de informaciones, porque eso dará credibilidad al Estado. Y al mismo tiempo, ser el primero en la seriedad de las informaciones. La tevé pública no debe decir que el presidente Lula está vestido con traje blanco cuando tiene uno negro. No tiene por qué decir que juega bien o mal al fútbol. Si, al contrario, se compromete con la verdad, puede ser que a un presidente o a otro no le guste lo que dice la tevé, pero la democracia lo agradecerá. Yo no hubiera sido presidente sin democracia. Recordemos, por ejemplo, aquella foto famosa del primer gobierno de la Revolución Rusa. En esa dirección política no hay un solo obrero metalúrgico. Y así pasa normalmente en muchas revoluciones. Las direcciones políticas son siempre de clase media. O de intelectuales. Pero en Brasil conseguimos crear democráticamente un partido con mayoría de trabajadores y llegamos a la presidencia de la República. Y todo eso en poco más de 20 años.
–Tengo una conducta que viene del movimiento sindical –dice–. La democracia, para mí, no es una media palabra. Es una palabra completa. Algunos entienden por democracia apenas el derecho del pueblo a gritar que tiene hambre. Yo entiendo por democracia no sólo el derecho de gritar contra el hambre sino el derecho de comer. Esa es la diferencia fundamental. Democracia, para mí es permitir el derecho de adquirir conquistas, y no sólo el derecho a la protesta. Es un tema delicado. Aquí en Brasil hicimos una Conferencia de Comunicación. Participaron algunos dueños de medios de comunicación, de telefonía, gente del movimiento social, los blogueros… Todos. Todos los que quisieron participar. No me quejo. Pero aquí debería invitar a Emir Sader a que dé una conferencia para los dueños de diarios y les diga lo que él sostiene: que tienen obligación de informar. Ellos no lo creen así. Muchas veces parece que tuvieran obligación de desinformar. Miren los diarios y las revistas de los últimos tiempos. ¡Y no hubo un presidente que haya dado a la democracia la importancia que le di yo! Es importante entender lo que pasa en Brasil. El pueblo levantó la cabeza y la autoestima a un nivel extraordinario. Y todavía va a mejorar más. Cuanto más pluralismo tengamos, cuantas más opciones tengamos, mejor informado estará el pueblo, porque el pueblo dispondrá de una canasta de informaciones. Por eso es importante la revolución de Internet, que mucha gente no comprende o no quiere comprender. Después de Internet todo queda viejo. La Internet es en tiempo real. O sea: termino de dar una entrevista colectiva, vuelvo a mi oficina, me conecto y en 30 segundos están las noticias de todo el mundo. Incluso mi propia conferencia de prensa. No sé cómo hará el mundo para sobrevivir a esa avalancha de informaciones que recibe la sociedad. Las personas interactúan, responden, critican, se sienten coautoras de la noticia. Es extraordinario.
(versión de La Jornada)
“Como nuestros adversarios están fragilizados en sus partidos, utilizan algunos medios de comunicación para hacer una gran oposición al gobierno, y nosotros, en lugar de ponernos nerviosos, tenemos que estar felices, porque esto forma parte del proceso democrático».
“A veces, tengo la impresión de que había gente que buscaba provocarme para que yo tomase una actitud más ríspida contra cualquier medio de comunicación, para que yo intentara hacer alguna intervención, para que yo intentara… y cuanto más me golpeaban ellos, más democracia; y cuanto más me golpeaban, más libertad de expresión, hasta que todo el mundo se dio cuenta que sólo hay un juez: el lector, el telespectador, el oyente. Son ellos los que nos juzgan. Él sólo va a leer lo que quiera leer y sabe interpretar, sólo va a asistir a lo que quiera asistir y sabe interpretar, y no quiere más intermediarios, no quiere más al tal formador de opinión pública. Ese que se pone una corbata, va a la televisión, da una entrevista y se autodenomina formador de opinión pública y cree que todo el mundo va a seguirlo. Hay un presidente de una Central Única, aquí en Brasil, que representa a millones de trabajadores: él no es un formador. Esas cosas cayeron por tierra».
“El pueblo brasileño no quiere intermediarios. Quiere hablar por su boca, ver por sus ojos y tomar decisiones con su conciencia. Se terminó el tiempo en que la ‘casa grande’ (la hacienda) decía y la senzala (el alojamiento de los esclavos) tenía que obedecer, se acabó.”
–El pueblo brasileño no tiene la posibilidad de escuchar sus discursos, de leerlos, a menos que acuda a un acto político y lo escuche directamente, y a veces la prensa hace de intermediaria. ¿No cree usted que sería necesario tener espacios en que el presidente de la república rindiera cuentas, hablase?
–Mire, temo… me da miedo algo oficial. Eso termina por no tener credibilidad. Puede tener credibilidad durante un tiempo, pero después pierde credibilidad. Tengo un programa de radio de cinco minutos, todos los lunes, que yo ya tengo tiempo para, caramba, tener que hablar seis minutos. El domingo a la noche grabo todo y lo transmite quien quiere transmitirlo, no es obligación. Tenemos la NBR, que es una televisora del gobierno, que divulga íntegramente lo que hace el gobierno, todos mis discursos son transmitidos íntegramente.
“La televisión pública que estamos construyendo todavía está en un proceso de fortalecimiento. No queremos que sea vista como un canal para transmitir actividades del presidente, no queremos eso, porque nadie aguanta eso todos los días. Creo que los medios de comunicación, todos, en el momento en que todos asumimos un compromiso con la verdad, estaremos satisfechos. No creo que el Estado deba tener un medio oficial para transmitir. Creo que el Estado debe tener una televisión pública que tenga una programación de calidad, competitiva en cuanto a contenido, a forma. Creo que el Estado no debe competir con las privadas en cuestión de financiamiento. Lo que el Estado necesita priorizar es, primero, la pluralidad de las informaciones, porque eso es lo que va a dar credibilidad al Estado; y, al mismo tiempo, la seriedad de las informaciones.
–¿Usted ha acusado de golpista a la prensa de su país?
–No, no. Yo no utilizo la palabra golpismo. Para entender es preciso acompañar a la prensa brasileña y ver lo que quisieron hacer en 2005. Y que ellos no estaban acostumbrados, porque la elite brasileña, en el 54, llevo a Getulio (Vargas) a la muerte. Es importante recordar que ellos decían que Juscelino (Kubitschek) no podía ser presidente, no podía ser candidato, si era candidato no podía ganar, si ganaba, no podía tomar posesión, y si asumía, no iba a poder gobernar. Así hablaban de Juscelino en el 55, ¡así! Esa misma elite es la elite de hoy, no representada por los más viejos, pero sí por los más nuevos que heredaron no solamente el patrimonio, sino a veces también el mismo comportamiento y conciencia política. Ese es un dato, ese es un dato objetivo. Después llevaron a Joao Goulart a renunciar, defendieron el golpe militar.
“Cuando yo llego a la presidencia, pensaron dos cosas: ‘Bueno, vamos a respetar la democracia y vamos a dejar al operario llegar hasta ahí’. El obrero llegó, y ellos alentaban, creían píamente que yo iba a ser un fracaso total y absoluto, que la izquierda y su obrero metalúrgico iban a sucumbir por la incapacidad para gobernar el país. Ese era el pensamiento. ¿Qué pasó? El obrero comenzó a hacer más que ellos, y ahí se quedaron nerviosos.
“No me voy a quedar quejándome, pero sí podrían acompañar (la prensa). Yo no creo que haya habido un presidente que hubiese tratado a la democracia con la importancia con la que la traté, porque yo sé cuán importante es para mí. Pero algunos comprenden de manera diferente… también eso es democracia. Pero es importante entender lo que sucedió en Brasil. El pueblo brasileño levantó la cabeza, la autoestima a un nivel extraordinario, y pienso que eso sólo va a mejorar. Cuando la gente percibe que cuanto más pluralismo hay, cuantas más opciones hay, mejor informado estará el pueblo, porque ahí el pueblo tiene una canasta de informaciones. Por eso es que creo que es importante la revolución de Internet, que mucha gente todavía no comprende, o no quiere comprender. Ahora, todo después de Internet es viejo, todo, porque Internet es tiempo real… No sé cómo es que el mundo va a sobrevivir a esta avalancha de posibilidades de información que la sociedad tiene. La gente interactúa, responde, critica, se siente coautora de la noticia, creo que eso es extraordinario.”
“Nunca acepté la idea de quedarnos sentados sobre nuestros errores, criticando sólo al imperialismo: ‘¡Ah!, somos pobres por culpa del imperialismo estadunidense; estamos enfermos por culpa del imperialismo estadunidense; nos pasó por culpa del imperialismo estadunidense’. Esa es media verdad. La otra verdad es que la elite política de cada país se subordinó cuando no necesitaba subordinarse. Es más fácil criticar a los otros en vez de ver nuestros defectos. Creo que es una vergüenza lo del muro de México y Estados Unidos. Creo que es una vergüenza, después de toda la glorificación de la caída del Muro de Berlín, que haya un muro en México y que haya un muro en Israel. Creo que es muy vergonzoso para la humanidad. Pienso que el único muro que deberíamos asimilar es la Muralla China, que se transformó en algo turístico. El resto son muros segregadores, y nadie dice nada, nadie dice nada. No se ven fotografías del muro que separa a México de Estados Unidos en los medios de comunicación».